Recostada entre sus brazos buscaba distraerme de aquellos truenos, se escuchaban cada momento más fuertes uno peor que el anterior. Muchas veces intenté descubrir porque me causaban tanto terror y no llegué nunca a nada.
Podía escuchar con dificultad su respiración rozarme la oreja, no busqué moverme de la cama tampoco entendí su repentino accionar sobre mi cuerpo motivo suficiente para quedarme. Sus brazos ejercieron presión en mi cintura unos largos momentos, estoy casi segura que esperaba una reacción negativa de mi parte pero solo protesté en un suspiro.
No se filtraba por ningún orificio la luz que estaba segura aquella tormenta anunciaba, me costaba mucho distinguir su ojos en la oscuridad aunque lo intentaba, oportunidad de responder tuve pero no lo vi necesario. Deslizando mis dedos por su espalda dejaba transcurrir los segundos sin intención de ser imprudente apenas lo tocaba. Como yo él ya no me presionaba.
—¿Te quedarás callada? —entre abrí los labios ante la sensación que me provocó su pregunta, tragué saliva mojando el inferior.
—Pues... ¿Por qué crees que no los necesito? —deslice las palabras por mis labios esperando unos momentos su respuesta pero recibí algo diferente. Liberó mi cintura y la aspereza de sus dedos en mi mejilla, tensa apreté la mano en su espalda escuchando una queja de su parte.
—No hagas presión —lentamente quité el brazo con el que lo rodeaba. Con los brazos a los costados de mi cuerpo su tacto permaneció en mi rostro; delicadamente en la oscuridad su pulgar delineo mis labios, la sorpresa causó que los separara en el silencio sepulcral que se formó entre los dos—. Puedes utilizar los labios, más no las manos —sin mucho que decir cerré mis ojos—. No los necesitas porque tienes quien te abrace esta noche.
El roce de su pulgar se plantó en el centro de mis labios, en el inferior, robándome de los pulmones el limitado aire que podía tomar. Esperaba que lo quitara pero no lo hizo. Si hablaba su dedo terminaría en mi boca y aquello no es lo que planeaba. Lentamente comencé a voltearme hasta detenerme a morder la yema de su pulgar. Terminé de darle la espalda acomodándonos en la pequeña cama.
—Buenas noches.
(...)
Durante los siguientes días aquel entorno se había convertido en lo último que hubiera pensado en mis peores momentos. Aquel miedo que me penetraba las entrañas esa mañana regresaba en potentes dosis. Podía tener la tranquilidad como estar en mi habitación ó la incertidumbre de otra vez no saber dónde ni porque me tienen aquí. Sola o custodiada ambas condiciones podían aparecer lo que no es absolutamente nada positivo para mí. Lo más extraño de la situación es el factor que envuelve todo: él.
La desorientación era lo que me mantenía gran parte del tiempo en silencio, me encontraba paranoica cada momento donde él entraba con un vaso plástico de agua y con la voz cansada decía: —Ve a dormir.
No tenía otra opción que recostarme y forzarme a dormir, era la única manera que tenía en tomar mi despertar como un día más en ese oscuro cuarto. Veintisiete... y siete, más cinco... treinta y nueve, un mes y ocho días.
—¿Haciendo cálculos?
Sentada sobre mis piernas utilizaba mis dedos para contar los días transcurridos. Treinta y nueve días que no veo la luz del sol, que no salgo a otro lugar que no sea el baño o vestir algo más que mi uniforme y una remera gris holgada que me cubría hasta la mitad de los muslos. Hace muchos días que no saben nada de mí, ni quisieron buscarme.
— ¿Hola, hay alguien ahí? —sobre mi frente percibí ligeros golpes y de un manotazo le quite la mano con mi ceño fruncido.
—No me toques, baboso.
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LOBO (+18) [Noches oscuras 1#]
Roman pour AdolescentsDos puntos opuestos, un día en especial. Una deuda por saldar los hará encontrar de la forma más oscura e impensable. Stella sabrá desde el primer momento que Cedric es todo lo que tiene. El peligro sucumbe su vida ahogando cada referencia de esp...