Capítulo 29: Como a ninguno

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No podía hacerme entrar a la cabeza lo que Patrick me contaba, y es por ello que deslizando la vista por toda la oficina estaba buscándola.

—¡Deja de buscarla! ¡No está aquí! —oía su voz muy lejana, distante, como si poco a poco perdiera el sonido— Piensa, en frío. Ella está en sus manos ahora, tú tienes que hacer como si nada pasara ¿Oíste?

Con la vista nublada cerré los ojos y los froté. Suspirando con pesadez apreté la mandíbula con fuerza. Esto no puede estar pasando ¿Acaso nada me puede salir bien?

—¿Qué mierda hago entonces? —pregunté ya sin tener la menor noción de como continuar. Si no actuaba con eficacia la lastimarían, estoy seguro de eso.

—Siéntate un minuto, come algo y luego harás tu día con normalidad. Tendrás que despejar la cabeza al menos hasta que la suelten.

—¿Soltarla? Ella lo mató, muere de miedo lo más lógico es que hable bajo presión —apreté las manos en mi nuca con frustración—. Hoy fueron a interrogarme —le dije, y Patrick empalideció.

—¿Qué preguntaron? —tomándome por el brazo corrió la silla giratoria con el pie dejándome sentado en ella— Lo más importante ¿Qué respondiste? —para mi sorpresa Patrick había hecho a un lado su parte despreocupada con el mundo, en sus preguntas pude notarlo.

—La mentira disfrazada de verdad —respondí dejándome caer en el asiento—. Que nuestra pelea fue por una deuda suya conmigo, y que desde entonces no lo he visto —frotándome la frente con los dedos miré la puerta de aquel cuarto lleno de silenciados.

—Ganaras tiempo con eso —comentó siguiendo mi mirada—, si es que ella contiene la verdad. ¿Qué estás mirando?

—¿Te encargaste de deshacerte de los restos? —la expresión de él fue como la esperaba.

—Solo la mitad —con un gesto de sus facciones se puso de pie—, aun había trozos grandes —me extendió su mano y ambos nos sosteníamos de nuestros pies—. Removí un poco mientras Stella dormía, no quería que viera el caldo de carne que hicimos —mientras me detallaba el proceso se acercó al cerrojo de la puerta echándole seguro.

—Es un alivio —admití aproximándome a su escritorio donde tome dos pares de guantes de látex—. No es una buena imagen, quizá y la perturbaba más —con la protección adecuada mojé mis labios esperando que él abriera la puerta donde aún teníamos trabajo.

—Sin contar que no soy la persona con más paciencia en este mundo. Si pasaba hasta este momento que la tenemos colapsando.

No había duda alguna de eso, ella es una delicada rosa en un campo de espinas, y no hablo de las propias; si las de su alrededor oscuro, perverso y codicioso donde la trajimos en contra de su voluntad. Bella flor nacida en maceta de oro y desafortunada suerte.

Adentrándolos en la habitación el hedor a cadáver invade mis fosas nasales. No es un hedor de podredumbre pero es asqueroso sin llegar a dar nauseas. Conjunto con Patrick nos pusimos de cuclillas para quitar la tapa que cubre el desagüe.

—Ve detrás del contenedor, yo te ayudo a moverlo hasta el pozo.

Guiñándole un ojo me trasladé a ese extremo sujetando con firmeza el contenedor de plástico moviéndolo juntos hasta el pozo del desagüe depositando hasta la última gota de los químicos que licuaron todo el cuerpo de Joe. Ese hedor se hizo más potente al terminar de voltear el recipiente.

—Enciendo la regadera y quito el residuo —le dije utilizando el trozo de manguera que él tenía disponible para la higiene de sus herramientas.

Me preocupaba muchísimo lo que estaba pasando en este momento, pero pensar en lo que le podrían estar haciendo incitaba a la locura, debo tomar las cosas con calma y pensar cómo sacarla de aquí a más tardar mañana.

LOBO (+18)  [Noches oscuras 1#]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora