Capítulo 8: Y lo amarás

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Este es el momento donde mi cerebro libera endorfina, mi cuerpo disparó adrenalina y mi polla palpitaba por la maldita espera. Esperaba por darle placer, por satisfacer el deseo que nacía desde entre sus piernas, se alojaba en su vientre y se expandía al resto de su cuerpo. Stella estaba expresando su necesidad de una peculiar manera: desesperada y pasiva a la espera.

Abalanzándome sobre su cuerpo apretaba su cuello apresando la zona, ella gimió por respirar libremente. En su lugar sonreí reparando sus piernas, la quería a mi disposición y ahora.

Aflojando el agarre en ella se dejó caer sobre las mantas. Un color rojizo adornaba su piel tal cual ese brasier azul desteñido con otra prenda; estorbaba, maldita sea que lo hacía.

—Déjame verte, Stella.

Después de convivir por más de un mes podía nombrarla con gusto, con la satisfacción de obtener todo de ella. Sin perder el tiempo ni la delicadeza dispuso de su comodidad, sus piernas separadas quedaron a los lados de mi cadera complementando mi postura, ella sentada en mis piernas. Deslizo ambos brazos por su espalda y jalo del broche, la prenda se aflojó mientras la hacía ascender por su torso. Si había algo que me gustaba de ella era su mirada, no la apartó al contrario comenzó a morderse los labios. Oh niña, eso no.

Con sus bragas dentro de la boca la hacían ver tan caliente, la mantenía mordida como si fuera una mordaza apretada como estaba tomando su cadera. Alzándola un poco quedó completamente tendida en la cama, sus brazos a los lados me indicaban que era de las que no hacía mucho.

Sus piernas me acercaron por la cadera y tuve que sostenerme con los ante brazos para no aplastarla.

—Me encanta cuando sonríes es como predecir que harás de mí un desastre...

Delinee mis labios con la punta de la lengua, el calor estaba invadiendo mis pensamientos. Estaba por explotarme la polla si no la empotraba en este momento. Jalé del botón, y en el mismo gesto la cremallera ya no era problema. Bajándome los pantalones hasta los muslos expuse mi erección: rojiza, venosa y ancha en sus proporciones.

—Haré de ti un maldito desastre, y lo amarás —de rodillas en la cama sujeté la parte de mí que haría a Stella desearme cada maldito día aquí, lo alinee en su entrada en un clima abrumado de fuertes respiraciones y gemidos mudos.

Miré su rostro y me deslice en una embestida brusca y cargada de lujuria, no medí su alcance solo la empotre. Dentro de su interior ella se contrajo con la misma rapidez en la que toque su cintura para volver a empujarme más profundo. Gimió ahogada rodeándome con las piernas. Apreté su piel y me sostenía con la otra mano en un puño mantenía la estabilidad.

Reposo su mano derecha en mi hombro lo atrapó enterrando sus uñas, gruñí observando su rostro mientras mi pelvis impactaba una y otra vez su monte de venus. En su expresión veía la necesidad de gemir y lo intentaba pero las bragas no la dejaban hacerse oír.

Stella cerró los ojos y mordisqueo su boca con fuerza, gritando entre cada embestida profunda y constante. En la habitación solo se escuchaban nuestros gemidos y nuestras caderas encajar con fluidez, torpeza y lujuria. Estaba sediento de placer, desconozco la razón de tanta necesidad pero hace años no follo sin consumir alcohol o cocaína. Ella es la primera después de tanto y no quiero ni voy a detenerme.

Comencé a sudar, y por los lados de mis sienes caían las gotas. Nuestros cuerpos brillan de la transpiración tornando este polvo descontrolado. Marqué su piel con mi tacto, ella no dejaba de gritar, gruñir y maldecir. Se quitó la tela de la boca, la arrojó al suelo mientras dejaba caer la cabeza hacia atrás. Jodida mierda esta mujer.

Sus senos endurecidos de la excitación fueron víctimas de mi boca; mi lengua se desplazó por su pezón izquierdo, mordí, succione y jalé de este, sujetó mi nuca afirmándome contra sus senos que no dejé de morder y succionar.

LOBO (+18)  [Noches oscuras 1#]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora