Con el peso de mi cuerpo sobre el suyo mis piernas se esfuerzan por mantenerme encima. Dándole uso a mi enojo ya no pensaba con claridad nada en mi mente me brindaba razones para no matarlo, arrancarle la cabeza del cuerpo como en este momento intentaba hacer. Golpeando su rostro mis nudillos reciben el impacto de sus huesos, un puño en la mandíbula el siguiente en la nariz y en ese momento obtuve mi vuelto.
Tumbado sobre el suelo la anotomía de Joe se abalanzo sobre mí, impulsó su pesada mano directo a mi cara pero tuve una reacción automática corriendo la cabeza. Un estruendo seco escuche en mi oído derecho, su puño golpeo el suelo. Usé ambas manos y lo empujé por el pecho.
A una distancia de apenas veinte metros estaba ella, golpeando su tacón marrón oscuro contra los cerámicos del suelo. Observando su semblante no volví a ver a Joe, él tampoco retomó la pelea. Levantándome del suelo sacudí mis manos contra le pantalón que traigo puesto, solo y exclusivamente para emparejar el cabello que cae por mi frente hacia atrás.
—Tienes trabajo con el medico en la enfermería, la próxima vez intenta responderme así te evitas los golpes —con un forzado tono de voz pacifico le anuncie. Apreté la mandíbula viendo como deambulaba escupiendo a mi lado saliva con sangre producto de morderse la lengua, yo no le golpee el labio si la quijada.
Amarrando la parte más oscura de mi persona lo dejé ir; en otra ocasión aclararemos las cuentas, lo juro.
De pie junto a la pared izquierda del pasillo me tomé el tiempo que él tardaba en desaparecer por el mismo para pensar cómo demonios haría con esta mujer de por medio.
Un dolor punzante me dio en la cabeza esa era mi inquietud, mi jodida duda en todo esto ¿Por qué? ¿Por qué juego con mi vida así? ¿Qué hizo ella por mí? Engañarme como niño de catorce años en plena pubertad. Mentirme mirándome a los ojos. Mintió y lo sigue haciendo... pero quedarme a ver como la destruyen no es algo que me permitiré, no cuando pase junto a ella momentos de paz de esos que extrañas cuando ya no se repiten.
—Tengo una propuesta para ti.
Desplazándome paso a paso hacia la mujer, esta se inclinó y acariciando mi hombro derecho sonrió con cinismo.
—Soy toda oídos, mi querido cachorro —respondió con todas las de ganar.
Ella podía ser una loca, desalmada y sínica en gran medida pero solo tutea cuando el tema es de a dos, jamás me hubiera dicho cachorro frente a Luna ni otra interna, eso no quita lo irritable que me pone ese sobrenombre.
—Cachorro es lo que necesitas a ver si tu mal humor se quita —contraataqué quitando su mano de mi hombro—, es es tu gran problema. ¿Cuánto me cobras por diez minutos con la interna que está en las duchas?
La expresión de ella se hizo seria, algo confundida pero no en desagrado. Sonrío recargándose de lado sobre la pared plasmando en su rostro la innegable expresión de estar pensando. Es una avance que aún no haya respondido, quizá no me duela tanto el bolsillo.
—Conoces mis tratos, Lobo —habló con un tono de voz más serio—. No me interesan los problemas que tengas, y sé que esa niña vale el doble de lo que pensaste.
Acariciando mi labio inferior con el pulgar sonreí. Había pensado una cifra, y la multipliqué. Es una perra codiciosa.
—Dame un monto, y es tuyo —le apunte al pasillo—. Luego tomas ese camino, y no regresas hasta que termine. Te advierto, demoro en correrme.
Cuando de sus labios salió el monto preciso: diez mil dólares en efectivo y lo antes posible. Le extendí la mano donde dejó la llave del baño, y sin demorarse más se fue. Esperaba alarmarla con mis últimas palabras aunque solo les causaron gracia.
Había oído rumores de esto, de pagarle para estar con las chicas pero nunca pudieron comprobar nada, ni aunque les preguntaran a ellas mismas, solo negaban temerosas. Aun después de presentar indicios de estas situaciones solo recibía respuestas despreocupadas de no ser mi asunto. Hoy en mi peor situación sé de lo que nunca podré quejarme sin que me rebanen en pedazos.
Solo en el pasillo alcé la vista a las cámaras, todas apuntando los pasillos haciendo un espacio en negro, ahí, la puerta del baño no es vista todo gracias a ese idiota que se encargaba de la vigilancia, y llamadas de rescate. Joe tenía acceso a todo lo que podría condenarlo, y se encargó de beneficiarse con ello.
Empujando la puerta la cerré detrás de mí, introduje la llave y al hacerla girar dos veces la solté. En el frio cuarto de baño solo se escucha su llanto opacado por el agua de la regadera. Analizando las probabilidades de enloquecer me mantuve apoyado en la mesada en silencio sosteniendo entre mis dedos una alargada caja rosada. Los sollozos se hacen más sonoros, ásperos y pesados, Stella se descargaba en la soledad mientras que mi presencia solo le serbia por una razón: darle la prueba que la sacarían de su ignorancia.
—Estoy aquí —le dije acariciando el puente de mi nariz—. Estamos solos, extiende tu mano. Tengo lo que prometí.
Detrás de la puerta oscura dónde provenía el sonido del agua caer la llave se cerró, esperé unos instantes pero al no recibir respuesta suspiré.
—Tenemos que hablar, no quiero estar mal contigo —abriendo la puerta poco a poco se dejaba ver su rostro pálido húmedo por el agua.
—Iremos despacio —extendiendo mi mano tomé una toalla la cual le pasé y ella tomó—. Entraré y quitaré el grillete de tu muñeca.
En silencio la castaña asintió, se llevó la toalla al pecho cubriendo parcialmente su desnudez aun cuando fui el primero el tenerla. Pasando saliva abrí con la llave correspondiente el grillete volteando unos instantes a verla. Sus ojos cafés estaban hinchados y rojizos de tanto llorar. Retrocediendo unos pasos la dejé salir.
Ahora vestida solo con la toalla se mantenía inmóvil mirando el suelo como si no estuviera ahí. Sujetando nuevamente la caja que dejé para liberarla no demoré en dársela.
No la tomó, me corrió la mano rodeando con sus brazos mi cuerpo, la toalla se aflojó y la sostuve en ella al corresponder su inesperada muestra de afecto. En mi tacto podía notar su silueta más pequeña ahora. Con sus lágrimas mojaba mi remera, y hacia mi alma deshacerse en trozos. El corazón adormecido y la confianza trizada. Nada de lo que podía expresarle lo merecía, no merece verme sufrirla en silencio.
—Duele... —habló después de tanto silencio— duele sentirte tan cerca y tan lejos a la vez. Duele sentir paz entre tus brazos cuando no puedes verme sin sentir desprecio. Me duele, Cedric.
No tenía respuesta a sus palabras que cargaran tanto como las suyas, sentía ternura junto amargura al oírla.
—Stella —la nombré— ¿Por qué lo hiciste? —no me contuve más a preguntarle.
—Por mi libertad. Lo hice por el derecho con el que nací y nadie, ni siquiera ustedes debieron quitarme nunca.
Se apartó débilmente de mis brazos mientras adoptaba una postura segura y firme frente a mí.
—¿Ah, sí? ¿Lo hiciste por eso? —la indignación se expandió en mi interior—Me ofreciste tu cuerpo como distracción para obtener algo que recuperarías de todas maneras ¿No te das cuenta? Dime ¿Qué más hiciste para eso? ¿También te revolcaste con él? —la obligué a tomar la prueba— Hazte la maldita prueba y trae el resultado. Cuando lo tengas vienes y me dices si estás mejor ahora que antes junto a mí. No vuelves a verme la cara de imbécil.
He aquí la ultima actualización(? De verdad que a estas alturas me encantaría saber sus opiniones como también si gustan un capítulo más. De ser así lo/las invito a comentarme y si gustan, votar. Ojo, si quieren una tercera actualización les tocará esperar a mañana.
Besos.
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LOBO (+18) [Noches oscuras 1#]
Roman pour AdolescentsDos puntos opuestos, un día en especial. Una deuda por saldar los hará encontrar de la forma más oscura e impensable. Stella sabrá desde el primer momento que Cedric es todo lo que tiene. El peligro sucumbe su vida ahogando cada referencia de esp...