Mis amados niños (Yakusoku no neverland)

Capítulo 3: La pesadilla de Ray

Escuchar el sonido de los gritos y los pasos en la mañana no es una buena manera de despertar pero sabe que no hay de otra.

También sabe que realmente esas voces no le molestan ya que se había acostumbrado a eso.

—¡Ray!—grito Gilda mientras entraba a la habitación del joven de tan solo 20 años sin tocar la puerta.

—¿Qué ocurre?—le pregunto Ray mientras se sentaba en la cama y observaba a la muchacha.

—Tienes que levantarte ahora mismo Ray.—dice ella con algo de seriedad en su voz para después salir de la habitación.

El muchacho suelta un suspiro, se recuesta en la cama y suelta un quejido de molestia.

Había vuelto a tener ese sueño... ese horrible sueño.

—¿Por que tuve que soñar con eso otra vez?—se pregunta con molestia mientras se sienta en la cama.

Ray no quiere recordar esa noche, la última noche en que vio a Emma con vida, la última noche antes de que se convirtiera en alimento de demonios.

"Ya pasaron 8 años..." Pensó Ray mientras cerraba sus ojos por unos segundos.

Solo para recordar esa noche.

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—¡No quiero que Emma se vaya!—lloraba Sherry mientras veía a la niña de 11 años parada a lado de mamá.

Ya era de noche, todos los niños del orfanato estaban viendo a Emma quien se iba a ir.

—Emma.—dijo Phil llorando mientras abrazaba a su hermana mayor.

Todos los niños pequeños se acercaron llorando a Emma y la abrazaron fuertemente mientras le pedían que se quedaran.

Gilda y Don también estaban llorando aunque trataban de ocultarlo, Carol se encontraba en brazos de Gilda mientras estiraba sus brazos hacia Emma.

—¡Hasta Carol quieres que te quedes!—le dijo Eugene mientras lloraba y señalaba a la bebé.

Emma le acomodó un poco el flequillo que ocultaba los ojos del pequeño y le sonrió.

—Niños.—los llamó Isabella con una voz dulce y calmada.—Emma ha sido adoptada, va a tener unos padres maravillosos.

—Cierto.—dijo Emma mientras veía a los pequeños.

—Pero Emma...—dijo Anna con voz temblorosa.

—¡Tranquilos!—dijo ella sonriendo mientras jugaba con su sombrero.—¡Todo va a estar bien!