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El vendaval envuelve a Oxnard creando un pequeño río entre calles como si no fuera suficiente con el que divide los barrios de la ciudad

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El vendaval envuelve a Oxnard creando un pequeño río entre calles como si no fuera suficiente con el que divide los barrios de la ciudad. La tormenta no cesa desde su comienzo en la madrugada, sin embargo, no culpo al tiempo de la última semana que he tenido. El tiempo transcurre con velocidad pero yo no soy capaz de centrarme en eso ahora, si no en su ausencia. Mi corazón está roto desde que he descubierto como murió Jack, como se ahogó con el humo en aquella habitación, y desde luego, como echaron tierra sobre el ataúd esta mañana. Eso ha sido lo más duro para mi, plantarme en el entierro mientras los ojos de los más interesados se ponían sobre mi cuando era el centro de atención por ser la hija del hombre que todo el vecindario amaba, seguramente por delante de Ray quien no se ha cortado ni un pelo en abrazar a mi madre como si ya hubiesen estrechado algún lazo amoroso. La gente nos miraba, me miraban sin entender, incluso Evan se atrevió a preguntar.

Llevo horas llorando la pérdida de Jack y abrazando su foto contra mi pecho, en esta aparece con una sonrisa de oreja a oreja, el cabello revuelto y con una camisa de traje. Pocas veces le había visto vestir de esa manera, pero cada vez que lo hacía me enamoraba cada vez más del hombre que me había cuidado, era atractivo y a día de hoy me pregunto si mi madre le fue alguna vez infiel. A continuación, me remuevo en el colchón sintiendo como algo se clava en mi costado, al darme la vuelta  descubro el diario recordando las palabras de Evan mientras me lo daba:

¿Willow? – se aproxima tocando mi hombro. Agacho la mirada y observo que sostiene una especie de libreta de tapa dura de color rojizo con un detallado de serpiente en la apertura entre sus manos.. – Tal vez no venga a cuento, pero me gustaría darte esto.

Que... – sollozo limpiándome las lágrimas y mirándole a los ojos.

Cuando murió mi padre escribir fue lo único que me ayudó. – comenta dejándome estupefacta. ¿Su padre está muerto?

Evan... – susurro derrumbándome cada vez más en el sufrimiento. Siento sus brazos rodearme y abrazarme con tanta fuerza que fue inevitable romper a llorar mientras agarraba con fuerza y estrujando su chaqueta.

Recuerdo que decidió dejarme un tiempo a solas mientras asimilaba el peor suceso de mi vida arrodillada sobre la tumba de mi padre, solitaria y mojada por la lluvia. Di un paseo largo por la ciudad con el rostro desfigurado sin ningún paraguas que me cubriera, tampoco me importaba demasiado, solo era agua, simplemente eso. Nada me importaba más que la ausencia de Jack, no podía creer como serían los siguientes años sin él puesto que me hubiera gustado verlo satisfecho tras terminar mi carrera.








He pasado la semana escondida en mi habitación en total oscuridad mientras escuchaba algo de música y me evadía del mundo real, pero aún así cualquier melodía no era necesaria para olvidar los últimos sucesos. La casa es más silenciosa ahora y no me puedo acostumbrar al hecho de que me he quedado sola con Emma, a veces me acerco a la puerta a la misma hora que solía llegar Jack sin ser consciente de que mi vida ha cambiado para siempre. Hoy es un día más. Son las tres y veinticinco minutos, justo cuando solía escuchar el motor de su vehículo aparcar a escasos metros de la puerta, próximamente escucharía sus pasos aproximándose con sus botas pesadas y arrastrando los pies por el agotamiento, y por último, las llaves que se sacaba del bolsillo y las introducía en la cerradura. Ahora, la puerta blanca no se abre. Nunca más se abrirá. Me seco las lágrimas retrocediéndo lentamente hacia la escalera con el fin de volver a esconderme nuevamente del mundo. De la cruda realidad.

WILLOW. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora