Después de una noche larga y oscura surge la incertidumbre de tus actos. Lo único que recuerdas es una pluma negra y unos ojos cuyos no sabías que en ellos se encontraba el mismísimo infierno. Con todo lo ocurrido no puedes confiar de la misma maner...
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No sirve de nada decirle a una persona que detenga todo el dolor que ha sido infundado durante años. No sirve de nada decirle a esas personas que detengan sus golpes cuando más quieren pagarlo con alguien ajeno a su problema. No sirve de nada decírselo a Emma, que durante meses, ha hecho conmigo lo que le ha dado la gana. Lo peor de todo, es que yo no tengo el valor de hacer nada. Me da miedo. Siento pánico cuando veo sus ojos. Mucho más pánico que cuando conocí al responsable del bullying que hoy en día sigo soportando. Su ex-novia sigue molestándome. Me persigue, me golpea mientras sus amigas me graban y después, como cada vídeo, se sube a la red con el famoso hashtag: "quedarásencenizas". Todos los comentarios habían sido hasta el momento dolorosos e insoportables, hasta que un usuario desconocido me defendía sin importar cuantas veces le cerraran la cuenta. Siempre estaba ahí. Sin embargo, nunca ha respondido a mis mensajes. Pese a que Neida me conocía bien, no podía ser ella. Aquella noche, cuando surgió el maldito juego de la pluma negra, tuvo que estar esta persona puesto que aseguraba cada suceso que ocurría en la fiesta.
Por otro lado, me costaba realizar las tareas del instituto pero veía cierta esperanza tras los comentarios que este usuario dejaba así que me animé a retomar con fuerza los estudios. Recuperé mi nota gracias a la oportunidad de los profesores, ellos no suelen hacer estas cosas pero yo era un caso especial ya que había sufrido la muerte de Jack. Agradeceré siempre su empatía. Si sigo así obtendré mi graduado y en un futuro podré dedicarme a la enfermería.
Al comenzar febrero, la presencia de Ray se hacía más notable en casa. Emma me advertía de que si salía de mi habitación pagaría nuevamente su dolor conmigo, y por si dudaba de ello, sostenía una especie de látigo entre sus manos mientras me miraba furiosa. Si ya desechaba la comida cada vez que me producía el vómito, ahora era imposible respirar la fragancia de esta cocinándose. De todos modos, quedarme en mi habitación ya no era una petición. Si me atrevo a desafiarla, tal vez acabe muerta antes de poder correr hasta la puerta.
