Una neblina borrosa ocupa mi visión sin permitirme ver con claridad mi alrededor, solo percibo un foco potente de luz frente a mi cara, sintiendo el calor que de esta emana mientras que alguien aproxima un aparato a mis labios. Agarro por la muñeca a la enfermera antes de que lo deposite sobre mi boca y esta pega un pequeño salto que logra estremecerme, me siento confuso y furioso por no recordar claramente lo que me ha pasado. No obstante, la enfermera que me observa me dedica una amplia sonrisa y me explica todo lo que necesito saber. Al parecer, un señor de mediana edad avanzaba por el callejón cuando me encontró totalmente inconsciente, tirado en el frío suelo mientras sangraba sin detenimiento por la nariz. Separo mis labios ligeramente para abrirle paso al termómetro que me introduce antes de rodear la camilla y ajustar las bolsitas que se unen al interior de mi piel mediante unas agujas. Oh, joder. Agujas. Las detesto. Aprieto los ojos debido a la potente luz y pido para que me la quite del medio, ella obedece disculpándose y se excusa con que tenía que observar mi estado.
- ¿Quieres que me quede ciego? - esas palabras salen disparadas entre el poco espacio de mis labios y el termómetro, sin educación. La mujer rubia con lentes sobre la nariz ignora totalmente mi enfado, se dispone a quitarme del medio el foco y a apuntar algo en su libreta médica.
Unos pitidos suenan en mi boca emitiendo una ligera vibración, la mujer acerca su mano enguantada y observa mi temperatura. Poco después de apuntarlo en su libreta, se larga de la apestosa habitación con olor a medicamentos y a enfermedad. Tengo la boca seca, el aroma a hospital se introduce por mis fosas nasales aturdiéndome a la vez que la aguja en mi antebrazo me pincha al realizar el mínimo movimiento, con solo respirar me tortura tener esta pegada a mi piel. La cabeza me da vueltas cuando descubro la mediana habitación, hay una camilla vacía a dos metros de donde estoy, una televisión colgada en la pared y todo lo restante no deja de ser otra cosa que vasos para muestras de orina, sobres de toallitas y botellas de agua en las mesas contiguas. Nada me da más grima que estar en un hospital. Y todo, por ese cabrón. Al recordar mi logrado objetivo de la noche anterior busco con la mirada mi ropa sin localizar ningún rastro de esta. Me miro a mí mismo, tumbado en la cama con la asquerosa bata blanca con puntitos que envuelve mi cuerpo.
ESTÁS LEYENDO
WILLOW. ©
RomanceDespués de una noche larga y oscura surge la incertidumbre de tus actos. Lo único que recuerdas es una pluma negra y unos ojos cuyos no sabías que en ellos se encontraba el mismísimo infierno. Con todo lo ocurrido no puedes confiar de la misma maner...