Me tumbo en el sofá a medida que inhalo el humo del cigarro de marihuana y lo exhalo formando círculos en el aire. Una sonrisa boba se extiende en mi rostro cuando escucho la risa de Jake, provocada por la cocaína que se ha metido con ganas y le ha llegado hasta el cerebro. La relajante música de tipo Chill Out que se reproduce en un altavoz portátil intensifica los efectos de la droga en mi cuerpo. Al cerrar mis ojos rojos y achinados siento la necesidad de dejarme llevar, perderme y olvidar todas las preocupaciones que ocupan mi cabeza. Jake me da un manotazo consiguiendo sobresaltarme y producirme un vuelco al corazón, me tiende una raya blanca recién fabricada por él en un trozo de papel y un billete enrrollado. Sin demora, vuelvo a intoxicarme una vez más. Llevamos desde las cuatro de la tarde bebiendo alcohol y desaprovechando el tiempo. Pero no me importa. Esto se siente realmente bien.
Al llegar las ocho, Jake se ve obligado a levantarse del sillón para abrir la puerta, pues yo estoy más que muerto y ni si quiera puedo atreverme a coger el vaso de agua que hay en la mesa a unos centímetros. Por suerte, mis padres se han ido de viaje este fin de semana, tengo la casa para mi solito y eso es un gran problema. Pero tampoco me importa una mierda. Así que he decidido olvidarme de todo y, para ello, la fiesta, el alcohol y el sexo, es más que suficiente. Dos chicas rubias de pelo largo y cuerpo atlético con vestidos cortos y llamativos se acercan a mi para saludarme. No tengo ni puta idea de quienes son, pero ellas parecen saber mi nombre.
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WILLOW. ©
RomanceDespués de una noche larga y oscura surge la incertidumbre de tus actos. Lo único que recuerdas es una pluma negra y unos ojos cuyos no sabías que en ellos se encontraba el mismísimo infierno. Con todo lo ocurrido no puedes confiar de la misma maner...