De vuelta al principio... y hacia el final

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Tirada en el suelo, intentando respirar. Ya me había golpeado varias veces, aunque no tan fuerte como en nuestro encuentro en el hotel. Ahora, parecía que dudaba más, no parecía tan seguro como antes. Pero aún así, intentaba que respondiese a su pregunta, a la que no podía ni dar una pista. Me preguntaba, una y otra vez, que por qué me hacía pasar por su hija. Después de pensarlo bien, decidí descomponerlo y darle motivos para que creyese en mi.

-¿Te dolió...?

-¿Cómo dices...?

-El golpe... el golpe que llevaste...

-¿Qué golpe?

-¿No sufriste ningún golpe en la cabeza?

Se llevó la mano, frotando en la base del cuello. Me miró, dudando. Ahora empezaría a dudar... ¿o no?

-¿Cómo sabes eso?

-Lo sé... como sé muchas otras cosas...

-¿¡Cómo lo sabes!?

Cada vez que evadía una respuesta, o no respondía como él quería, repetía sus preguntas y elevaba el tono de voz. Y si no funcionaba, me golpeaba hasta dejarme medio tiesa en el suelo.

-Es... es por eso, que no ves lo que pasa... es... un síndrome, causado por un fuerte golpe en la cabeza... ¿fue en la cárcel?

-¿Un síndrome?

-Sí... el síndrome de Capgras...

-Cuéntame qué es eso, y te diré en donde fue...

-Es... un síndrome... que te hace creer que todos tus amigos y tus familiares... han sido sustituidos por impostores...

-Claro... y eso, apoyaría tu teoría de que eres mi hija...

-¡Es la verdad!

-¡No te creo!

Uno más. Otro golpe seco. Ya ni me dolían, solo me impulsaban al suelo, pero ya casi no sentía todos esos golpes recibidos, y seguramente, los que estaba por recibir.

-Es... la verdad... te has dado un golpe en la cárcel... y al verme en la tele, creíste que era una impostora, en vez de pensar que no había muerto...

Me cogió por el pelo, quedándose muy cerca de mí.

-No sé cuantas veces tendré que repetírtelo... pero mi hija.... murió... hace meses... y tú, te estás haciendo pasar por ella...

-¿Ah sí? ¿Y cómo explicas que sepa tantas cosas, y que esté trabajando en el FBI igual que ella?

-¡Mentira! ¡Mi hija nunca habría entrado al FBI! ¡Ni siquiera sería policía!

-¡Claro que sí! ¡Lo hizo para detener a gente como tú! ¡Y entender como alguien que creía ser un padre ejemplar, en realidad era un asqueroso asesino!

Esa respuesta lo dejó en blanco. No reaccionó de ninguna manera. Me soltó, dejándome en el suelo. Empezó a dar vueltas en la sala. Aproveché que no miraba, para apretar el botón rojo de la pulsera. Llevaba allí ya quince minutos, y ellos tardarían otros veinte en llegar. Asi que necesitaría tiempo para entretenerlo y hacerle dudar para que se rindiera. Le mire, cómo se volvía loco en su propia mente. Me puse de pie, y mis sentimientos fueron superiores. Me acerqué a él, intentando ayudarle. Caminé lentamente. Se giró, mirándome a los ojos. Me paré, y retrocedí hasta chocar con la pared. Él vino, amenazadoramente. Apretó mi cuello, contra la pared, con una mano. Con la otra, dio un fuerte puñetazo a la pared. Me sentí desfallecer. Me empezaba a faltar el aire, y notaba cómo intentaba subirme, y dejarme colgando. Ahora, el dolor podía sentirlo fuerte en el cuello, como si mi cabeza se desprendiese de mi cuerpo. Quería toser, y notaba cómo mis pies ya no estaban en el aire, y me agarraba con las dos manos. Notaba cómo la sangre se acumulaba en mi cara, y ya no quería imaginarme cómo me vería en aquellos instantes, como un semáforo tal vez.

Criminal mindsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora