Caminando por las calles parisinas, de la mano y señalando a todos lados, impresionados por las vistas. Sí. Éramos Ron y yo dando espectáculo a los franceses que adivinaban al instante que éramos extranjeros. Ciertamente, nunca había visto un lugar tan bonito: las calles con ese aire romántico, las terrazas llenas de hermosas flores, la gente que saludaba alegremente, los enamorados que caminaban por las calles igual que nosotros, las luces colgadas en las casas y entre las farolas... era simplemente precioso.
Con la ayuda del adorado diccionario, conseguimos llegar a nuestro nuevo piso. Estaba en la calle Saint Dominique, al lado de la Universidad Americana de Paris. Era una pequeña casita, como un chalet. Era realmente bonita, y al entrar, vimos que además de bonita, era acogedora. Completamente amueblada, con colores relajantes como el malva o el naranja suave, era un sitio muy confortante. Miré el reloj y eran las diez de la noche.
-Ron... es precioso
-Si... es fantástica...
-¡Dios mío, me encanta!
-Dy... ¿qué te parece... si nos vamos a cenar? A un verdadero restaurante francés
-Me parece un idea genial
Dejamos las maletas para más tarde, y salimos de nuevo, para buscar algún restaurante en donde cenar. Caminamos lentamente, recorriendo las calles alumbradas por las farolas y los farolillos. Miraba enamorada todas las calles, que invitaban al romanticismo tópico de aquella capital soñadora. Miré a mi alrededor, y vi una pirámide de cristal, con la que siempre había soñado visitar.
-¡Ron! ¡Mira! ¡Es el museo del Louvre!
-¿El museo de qué?
-¡Oh, vamos! ¡Es uno de los museos más famosos de todo el mundo!
-No sé... yo de arte no sé mucho...
-Parece mentira... ¡venga, vamos!
Agarré a Ron, y fuimos corriendo. Él me seguía, enganchado a la fuerza. Al cabo de unos diez minutos fui parando. Yo estaba acostumbrada a correr todos los días, pero Ron estaba sin aire. Me di cuenta que el museo quedaba aún un poco más lejos, asi que continuamos caminando. Ron recuperó el aire, después de gritarme que le avisara cada vez que fuese a hacer eso. Pero al ver el brillante museo, se le pasó el enfado.
-Dios... es...
-Increíble, ¿cierto?
-Si... impresionante...
Saqué la cámara de fotos que llevaba en el bolso.
-¡Venga, Ron! Ponte delante del museo...
Empezó a poner caras divertidas, y le saqué unas diez fotos diferentes. Yo no paraba de reírme, y él vino junto a mí. Me abrazó por la espalda, apoyando su cara en mi hombro. Miramos en la cámara las fotos que había sacado y no podíamos parar de reírnos.
-Mira esta... con la boca y los brazos abiertos...
-Es para comerte mejor...
Me dio un beso en la mejilla y sus tripas empezaron a sonar.
-Pues creo que me tendrás que comer pronto, o te morirás de hambre...
-Propongo comerte más tarde... y ahora ir a algún restaurante...
-Me parece bien
Me di la vuelta y quedé frente a él. Le di un beso, muy romántico, que se tornó apasionado. Pero ahora mis tripas fueron las que interrumpieron el momento. Nos reímos sin separar nuestras bocas durante un breve instante, luego empezamos a caminar. Miramos en una plaza al lado del museo, que había varios restaurantes. Había uno, que era de dos pisos, y en la planta superior, había una bonita terraza, con varios postes que se conectaban con cables llenos de pequeñas lucecitas.
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Criminal minds
Fiksi PenggemarDylan Rose James es una famosa psicóloga, reconocida en Estados Unidos, que trabaja en el FBI, en la Unidad de Análisis de Conducta (UAC). Con su equipo, investiga crímenes y secuestros, ayudando a la gente a resolver sus asuntos. Lo que ella no s...