Bienvenida

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-Dy... no cierres los ojos...

-No... no los cierro...

-Mira... mira quién está aquí...

Levanté la mirada. La verdad, es que los párpados se me hacían muy pesados. Pero no, no podía cerrarlos. No sin ver antes la cara de mi hijo. Vi a Ron, con una gran sonrisa y lágrimas en sus ojos. Sostenía con sus manos, a esa pequeña criatura que tanto amaba, incluso antes de conocerla. Extendí los brazos, y noté cómo mis ojos también se humedecían. Tan pequeño, tan frágil, tan delicado... como una rosa.

-Es una niña Dy... una pequeña princesa

-Oh... Ron...

No podía hablar. Comencé a llorar, y por primera vez, lloraba de felicidad. Arropé cuidadosamente a mi pequeña, en mis brazos. Estaba sin limpiar, cubierta por una toalla, lloraba, y aún así, de veía hermosa. Moví los brazos ligeramente hacia arriba y abajo, susurrando y arrullándola, intentando que dejase de llorar.

-Hey, pequeñita... soy tu mamá... Shhh... no llores, mi pequeñita...

Una enfermera, se acercó. La miré, con la frente iluminada.

-Nos la llevaremos, para limpiarla y ponerla bien guapa para sus papás... miraremos que no tenga nada y la llevaremos a la habitación

-¿Y yo? ¿También iré a la habitación?

-Aún no. El señor Weasley me acompañará, si desea

-No, me quedo con mi mujer...

-Ron, ve con la pequeñita... yo estoy bien

Se acercó a mí, cogió mi mano y la besó. Se acercó aun más, y me dio un beso en la frente, y finalmente, otro en los labios. Se fue, siguiendo a la enfermera. Ahora, sí que podía cerrar los ojos durante diez minutos, y sentirme aliviada. Aún tenía molestias, y según el doctor, tendría aún algunas molestias durante unos días. Estaba tumbada en la cama, con la imagen de mi hija congelada en mi mente. Era tan hermosa, tan chiquitina, tan sumamente frágil... me daba realmente miedo cogerla de nuevo, como si fuera de cristal fino y pudiera romperse. Sentí que la cama se movía, pero cerré los ojos. Según la enfermera, aún no podía ir a la habitación. Entonces a donde iba?

Cuando la cama se paró, una enfermera, me despertó.

-Señora Weasley, ahora le haremos unas pruebas para comprobar que está todo bien, ¿si?

-Si...

Respiré hondo, y dejé que el doctor y las enfermeras hicieran su trabajo. Me quedé dormida, un rato, aunque estaba ligeramente consciente. Había sido una larguísima noche, casi dos días allí, haciendo fuerza, sufriendo dolor, pero había valido la pena. Siempre me había imaginado cómo sería aquél momento. Pensé en si lo haría bien, en si sabría entender todo lo que mi hija necesitase. ¿Podría comprender si lloraba por hambre, por sueño, por dolor? Me aterraba la idea, de no ser capaz de hacerlo. Que llegase un día, en el que mi hija me abandonase por no haberla cuidado como debía. ¿Y mi trabajo? ¿Tendría mi hija que vivir como Jack, lejos de mi? No sabía qué hacer. ¿Volvería a la Unidad? No podía abandonarlos así, de primeras, pero ahora, todo era completamente diferente.

Pero respiré hondo, me relajé y decidí dejar esas preocupaciones para más adelante. Había nacido apenas una hora, ¿no? Y de algún modo, yo también acababa de nacer, porque una experiencia así, te renueva el alma, y ves todo de una manera completamente diferente. Esperé a que el doctor diese permiso, y que me llevasen a mi habitación. Quería ver a mi pequeña, a todos, a Ron... y de paso, elegir un nombre. Eso de Pequeñita, en cualquier caso, sería un apodo. Después de una media hora, me llevaron. Por fin, a la habitación tres-nueve-cuatro, donde ya veía desde el pasillo, a bastantes personas. La enfermera empujó la cama hacia dentro, donde vi a Ron sentado en una silla, con nuestra hija en sus manos, y rodeado por toda nuestra familia. Al verme entrar, todos se acercaron con una sonrisa a verme. No podía parar de sonreír. Era real y totalmente feliz. Me fijé, que la habitación estaba llena de flores, en concreto rosas blancas y rojas. James estaba sacándoles a los ramos las tarjetas de felicitación para que las leyese.

Criminal mindsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora