Capítulo 24: Despertando del sueño

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Mientras subía las escaleras de las montañas rascacielos, no podía evitar pensar en lo peor...

A pesar de haber aumentado mi poder seguía sintiendo inseguridad, luego del último combate que tuve con Aníbal y Bill en el que perdí junto a Dante, me daba miedo toparme con alguien más fuerte a ellos. Sin embargo, ya no podía detenerme, veía la entrada a tan solo metros de mí, y rendirse significaba tirar todo mi esfuerzo a la borda.

+ ¡Finalmente llegué! - No había nadie custodiando la entrada, lo que significaba que los combates fueron en el pueblo o cerca de él.
- Modo velocidad desactivado... - Nuevamente mi pechera habló, el poder que sentía anteriormente desapareció.

Para llegar cuanto antes debía volar, pero el ambiente estaba pesado, no se podía ver bien por la tierra levantada por el viento y a su vez, el sol se escondía.

Una extraña fragancia se sentía cada vez que me acercaba más al pueblo, era relajante y dulce, no tenía buena pinta lo que estaba ocurriendo allí...

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El cielo morado, no corre viento, no hay nubes, una casa al borde de las montañas rascacielos, allí dormía Gabriel en un colchón. Lentamente abre sus ojos y ve a su padre, el antiguo líder de los soldados de élite.

+ Hijo, veo que despertaste. - Cabello gris, ojos achinados, una gran sonrisa...
- ¡Papá! - Abrió los ojos y salto hacia él dándole un abrazo. - ¡Que bueno que estés vivo! - Gritó mientras sus lágrimas empezaban a caer.
- ¡Claro que estoy vivo Gabriel! - Lo abrazaba y con su mano derecha le acariciaba la cabeza. - Estás muy grande, un hombre hecho y derecho...
+ ¡Además soy el nuevo líder de soldados de élite!
- Apuesto a que Lía y tu madre estarían felices de verte así... - Seguía sonriendo y cerró los ojos.
+ Espera, - Dejo de abrazar a su padre y se levantó. - ¿Donde están ellas?
- ¿No recuerdas? - Cambio de expresión a una triste. - Ellas murieron para salvarnos...
+ ¡Imposible! - Hizo un gesto con la cara por qué no aceptaba lo que oía - ¡Ya lo recuerdo! - Rápidamente corrió y abrió las puertas de casa. - ¡El cielo es...!
- ¿Qué tiene de raro? - Se levantó y camino hacia Gabriel sonriendo - Siempre fue así, ¿Acaso no querías que yo viviera?
+ No es eso, - Se dio la vuelta para mirarlo - tu fuiste asesinado por un sujeto llamado Jordan, yo pelee contra él pero perdí...
- Estas muerto hijo... - Volvió a quitar su sonrisa. - Puedes descansar en paz junto a mí...
+ ¡No! - Cerro los ojos y grito fuertemente mientras lloraba. - ¡Le prometí que volvería a Lía!

Aún así después de todo el daño recibido y la fragancia del deseo, el joven pudo liberarse y despertar de ese sueño en el cual también se encontraba Lía.

+ Así que todo fue un sueño... - Susurró e intento levantarse, pero sus piernas estaban quebradas, vio a su hermana tirada boca abajo a metros de él. - ¡Lía!

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El mismo escenario con cielo morado, sin viento, pero está vez, al frente del templo de Dultro el sacerdote.

+ ¿Dónde estoy? - Susurró Lía mientras se levantaba de unas rocas y miraba todo a su alrededor.

Muchas rocas de diferentes tamaños la rodeaban y obstaculizaban el paso y la vista de ella.

+ ¿Hay alguien allí? - Ponía ambas manos alrededoe de su boca para gritar, pero nadie respondía.

Seguía caminando sin idea alguna de a dónde se dirigía, todo eso, hasta que vio a su maestro.

- ¡Sacerdote! - Corrió en dirección a él.
+ ¡Hola Lía! - Se dio la vuelta y levantó su mano para saludar.
- ¿¿Maestro, que pasó con la invasión??
+ Ah sí, todo está en orden, los pueblerinos no murieron y pudieron ser salvados.
- ¿¿Enserio?? - Salto de alegría. - Eso es genial maestro.
+ Bien nueva líder de soldados de élite, asegúrese de que nadie entre sin autorización previa a nuestro pueblo... - Dijo Dultro.
- ¿Dijo líder de élite? - Lía no podía comprender lo que había pasado, el sueño de ella que era superar a su hermano se había cumplido.
+ Si, gracias al sacrificio de tu hermano, y al valor tuyo de acabar con los invasores, eres la nueva líder Lía. - Le dio la espalda y camino en dirección al templo.
- Gabriel está... - Se tiro al suelo de rodillas, abriendo la boca sorprendida por lo que había escuchado... - ¡Él no puede estar muerto! - Gritó y por un momento el cielo se aclaró. - ¡Prometió que volvería con vida!

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