2. Secreto de sumario

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El sonido de pájaros volando que había pensado que era buena idea elegir para el tono de alarma, la sacó del sueño que había logrado agarrar desde que miró la hora por última vez cerca de las seis de la mañana. Estaba intranquila cuando cayó de nuevo en su cama. Se abrazó a uno de los cojines como una niña pequeña y cerró con fuerza los ojos queriendo sumergirse de nuevo en los brazos de Morfeo.

Se giró buscando su móvil y encontrándolo en la mesilla de noche, apagó el sonido. A falta de pocos minutos para las nueve de la mañana, se quedó en la cama observando el techo, tratando de asumir para sí misma que ya era demasiado tarde para aprovechar aquella mañana de sábado antes de volver a su rutina de estudiante. Antes de dormirse, muy a su pesar había atrasado la alarma un par de horas y ya no sentía aquella sensación de levantarse a la par que amanecía en Madrid. Pero tendría que conformarse o no lograría sobrellevar aquel día ni con café por vena. Había dormido demasiado poco y eso que ella no era de mucho dormir. Pero tendría que valerle.

En la cocina, Alba se había quedado apoyada junto a la isla, mirando detenidamente el microondas vacío. No tenía comida en aquella casa y aún era temprano para despertar a María, y más, después de ver cómo había llegado la madrugada anterior. Se estaba muriendo de hambre, pero no sabía ni dónde encontrar un supermercado. Intentó buscar en Google maps, pero su internet no estaba poniendo de su parte para ayudarla y se estaba desquiciando. Escuchó una puerta abrirse y deseosa de que se tratase de su amiga, apretó los puños cuando vio aparecer a Natalia con cara de dormida y con una simple camiseta por encima, dejando ver sus kilométricas piernas que captaron toda su atención. Se movía lentamente, o así lo sentía Alba que no perdía detalle. Su media melena alborotada, se enredaba entre sus dedos y Natalia cuando enfocó la cocina se encontró con la rubia allí, sacándola de sus pensamientos sobre poner una lavadora más cerca de la hora del mediodía, para acaparar su atención al sonreírle con tanta ternura.

-Buenos días, Alba. – Dijo con tono somnoliento.

-Buenos días, Natalia. – Respondió ocultando el trago en seco que tuvo que hacer para lograr vocalizar.

Se había quedado sin palabras al ver a la morena de aquella forma tan natural. La desconcertaba y la alteraba por partes iguales. Que era guapísima era una verdad como una catedral, pero que su primera toma de contacto había sido, omitiendo el primer encuentro tan tenso, del todo agradable. Había hecho en tiempo récord, que quisiera acercarse poco a poco a aquella chica que recién acababa de conocer. Y debía mentalizarse, antes de nada, de que seguramente, alguien como Natalia tendría ya a su partner in crime, para compartir sus vidas. Así que debería conformarse con ser su compañera de piso y con mucha suerte, amiga.

- ¿Has desayunado? – Preguntó abriendo la nevera y sacando la botella de leche.

-No, tengo que ir a hacer la compra. No tengo nada. – Respondió jugando con el cordón de su pantalón de pijama amarillo con gatitos.

-Sírvete de lo mío, desayunamos y si quieres te acompaño luego. – Dijo Natalia señalándole el bote que sujetaba en su mano.

-Con un poco de café me bastará. – Respondió sintiendo un alivio en su estómago. – ¿No tienes nada qué hacer, de verdad?

-Marchando café para dos. – Dijo Natalia preparando todo. – Y no, no tengo nada que hacer, no te preocupes. – Mintió.

Terminó de preparar los cafés y miró a Alba que movía nerviosa una pierna sentada en una butaca alta junto a la isla de la cocina. Tenía la mirada perdida y a la vez, jugaba con su labio inferior, apretándolo entre sus dedos. Carraspeó para volver en sus sentidos y desviando la vista de la rubia, la fijó en una de las tazas con café.

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