30. Chopo saltarín

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|Un mes después|

Había llegado con tiempo de sobra al aeropuerto para perderse buscando la zona de llegadas de aquel inmenso sitio en el que se encontraban. Sí, todo muy señalizado, pero aquella nave aeropuerto parecía más grande que la propia ciudad en si misma.

Quizás influía que había aparcado en la otra punta del parking. La ley del mínimo esfuerzo no estaba de su parte aquella tarde de abril cuando sus padres habían decidido pasarse por la capital para visitarlas por primera vez desde que habían empezado a vivir solas.

A cada paso que daba, miraba el móvil comprobando no llegar tarde. Su hermano le había avisado que ya estaban allí, esperando para recoger las maletas y delante de aquellas puertas mecánicas estaba la morena mordiéndose las uñas de la emoción de tenerlos allí por unos días.

- ¡Natilla! – Gritó Santi nada más se abrieron las puertas y salieron los tres acercándose a la morena que les esperaba con los brazos abiertos y fue abrazando uno a uno.

-Mami... - Respiró hondo cuando se fundió en su abrazo. La sensación de calidez que sintió le hizo recargar las pilas al igual que le pasó en los brazos de su padre. - ¿Qué tal el vuelo?

-Muy bien, ha sido muy rápido y tranquilo. – Respondió su padre sin soltar su abrazo y comenzar a andar por la terminar rodeándola por los hombros. - ¿Tú qué tal?

-Ahora super feliz. – Dijo con una sonrisa que mostraba todos sus dientes al mirar a los tres que la acompañaban. – Ay, que ganicas tenía de teneros por aquí. – Comentó antes de volver a apretar el abrazo de su padre.

- ¿Alba no ha venido? -Preguntó María cuando ya estaban llegando al coche un rato después.

-Se ha quedado terminando unos documentos para las prácticas de la próxima semana para así tener el fin de semana libre. Está en casa. – Respondió mientras ayudaba a guardar las cosas en el maletero. - ¿Qué queréis hacer estos días? El sábado por la noche la tenéis libre de hijos, que tenemos el concierto de la Dua Lipa.

-Nosotros con estar contigo, pues ya tenemos. – Dijo Mikel acomodándose en el asiento de detrás junto a Santi.

-Yo quiero ir al Fnac a por un videojuego y un par de discos. – Añadió Santi con voz de niño bueno y sus padres empezaron a reír. – Bueno, quizás solo con el videojuego me conformo.

-Iremos, que Albi quiere comprar algunos lienzos y no sé ni necesitará algo más. – Dijo despreocupada poniendo el coche en marcha y saliendo del parking. - ¿Cómo está la yaya?

-Bien cariño, se ha quedado con tu tía. – Dijo María con cierta ternura en el tono de voz. – Te manda muchos besos y abrazos y un par de cosas que tenemos en la maleta.

Recorrieron la M-30 y cada calle del centro mientras se ponían al día entre risas y María mientras emocionada recordaba anécdotas de cuando sus hijos eran más pequeños, sintió un nudo en el pecho de orgullo al ver a sus dos hijos a su lado creciendo tanto, pero sin olvidarse de Elena, por supuesto.

Agradeciendo que su familia no llegara a última hora y así poder evitar las colas para entrar en el centro, llegaron antes de lo previsto a donde iban a pasar los próximos días. Las chicas habían preparado las sus antiguas habitaciones para esto, a pesar de que una sea el estudio de Alba donde tiene la mayoría de los cuadros que había ido terminando.

Natalia les preparó su antigua habitación a sus padres y le enseñó la de Alba a Santi. A pesar de que el pequeño insistió que el podía dormir en el sofá, así ya lo habían hablado y no había argumento que lo cambiara. Pocos minutos después de llegar, cuando los cuatro ya habían salido a la terraza para disfrutar de aquellas vistas que tantas veces Natalia les había compartido vía WhatsApp o por videollamada, Alba se acercó a ellos con una sonrisa enorme.

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