18. ¿Quién no querría?

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-Me tengo que ir a Elche. – Se apresuró a decir saltando de la cama una vez colgó la llamada de su hermana. - ¿Puedes mirarme un billete en Ave mientras hago la maleta?

Natalia no entendía que había pasado y solo vio preocupación en la mirada de Alba durante los pocos segundos que había parado quieta.

- ¿Está todo bien? – Encendió el ordenador de la rubia y esperó que se cargara la página de inicio. - ¿Contraseña? – Le giró el portátil para ella, pero la rubia se estaba peleando con unas perchas.

-Queen1712.

-Que complicada. – Murmuró haciendo reír a Alba y entró lo más rápido que pudo en la página buscando hueco para aquel día. – Pues tenemos un pequeño problema, no hay.

- ¿Cómo qué no? ¿Pero qué tanta gente se va un puto domingo a Elche? – Bufó Alba acercándose a la morena y cogiendo el portátil para mirarlo bien. – Me cago en la puta.

- ¿Y si te llevo yo? – Dijo sin pensárselo mucho Natalia. – Vamos a Elche y me vuelvo esta misma tarde. No es ningún problema.

-Em... ¿cómo vas a pegarte tantas horas de carretera? Gracias pero no.

-Anda Albi, que no es nada. Me gusta conducir y así tú puedes estar con tu familia en algo más de cuatro horas. ¿Qué me dices? Anda, déjame ayudarte.

Paró en seco todo lo que estaba haciendo, su cuerpo estaba alterado, demasiado. Y la llamada no había sido nada. Solo se había asustado al escuchar a su hermana que nunca se quejaba de nada y estaba al otro lado del teléfono sin poder parar de llorar.

Marina le había hecho un pequeño resumen de los acontecimientos. La carrera la estaba ahogando, le gustaba, pero iba a acabar con ella y Alba era la única que la entendía realmente y sabía lo que su hermana pequeña necesitaba. Quería estar allí para ella aunque fueran dos horas, irse a dar una vuelta a la playa y respirar un poco entre el agobio.

-Solo si te quedas. – Murmuró en voz baja no del todo segura. – Me vendré contigo esta misma tarde-noche, solo quiero asegurarme que Marina está bien.

- ¿Quedarme? – Preguntó algo asustada. – Podría esperarte en el coche, sí. – Sonrió algo más satisfecha con su idea.

-Si hombre y te llevas la comida en un tupper. – Protestó Alba. – Vamos ahora, llegamos y te presento a mi familia muy rápido sin intensidades de la Rafi que ya te contaré, detallitos sin importancia. Y nos vamos con mi hermana. ¿Me compras la idea? – Le hizo un puchero al que Natalia no se pudo negar y asintió. – Pues coge un poquito de abrigo que nos vamos, cariño. – Dijo ahora más emocionada.

La morena salió de la habitación para que Alba se cambiara y entró en la suya para hacer lo mismo. No iba a presentarse en Alicante con aquellas pintas de domingo infernal. Sabela seguía en su cama, mirando su móvil y sonrió tímidamente antes de cerrar la puerta a sus espaldas.

-Sab, Alba y yo nos vamos a Elche. Te dejamos en tu casa de camino, ¿te parece? – Dijo perdiéndose en el armario buscando algo que ponerse. - ¿Qué me pongo?

- ¿Cómo que te vas a Elche? ¿Ahora? – Reaccionó sin entender nada. – Yo es que flipo contigo amiga. – Dijo soltando una carcajada. – Te vas de la nada a la casa de tus futuros suegros, quien nos lo iba a decir.

- ¿Qué suegros, Sab? No delires. – Protestó Natalia mientras se vestía con unos pitillos negros y sus botas militares favoritas. – Solo vamos a ver a su hermana que Alba quiere estar allí para animarla.

-A tu cuñadita que da la casualidad de que vive con sus padres. – La picó Sabela. – Pero no te enfades, Natiliuca que yo me alegro mil de ver el Pokémon en el que estás convirtiendo. – Le dijo acercándose a darle un abrazo una vez se había puesto un jersey amarillo. – Seguro que Alba te agradece un montón lo de hoy.

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