15. Para rato

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Boqueaba como un pez fuera del agua sin saber que decir. Sentía que su propio razonamiento había dejado de trabajar y solo tenía ganas de llorar de impotencia. Todo lo que ha tenido que pasar Natalia le parecía tan injusto, inhumano y una putísima mierda hablando mal y pronto. No había asimilado nada, solo tenía en su mente la imagen de la pequeña Natalia que había visto en algunas fotos. ¿Cómo alguien podía hacerle algo malo a un ser tan puro?

Tenía a Natalia delante, que se había dado cuenta de que Alba estaba ausente. Las caricias en su mano no habían cesado, pero la rubia solo tenía allí el cuerpo. Le dio su tiempo, sabía que asimilar aquello era complicado y esperó paciente a que reaccionara de alguna manera. Por lo menos no había salido corriendo de primeras. Se consoló a sí misma.

Alba volvió, sacudiendo su cabeza como queriendo borrar ideas. Miró a Natalia y la morena, con aquella mirada de ojitos aguados y mirada brillante, se sintió a salvo por primera vez. Solo le hizo falta eso para entender que Alba era diferente al resto. Que eso ya lo venía sabiendo, pero que en algo tan importante para ella se lo demostrara, le hizo dar pequeñitos saltos de alegría en su interior. Y no pudo evitar sonreírle de vuelta. No había pena en la forma de mirarla, no había ni rastro de ella en aquellos ojos miel que no paraban de mirarle hasta el alma.

- ¿Te apetecen unas fajitas? - Preguntó Alba de la nada sorprendiendo a la morena.

-Siempre tengo hambre.

Sin borrar la sonrisa, Alba tiró de la morena hacia dentro y con cuidado de no hacer mucho ruido, empezaron a preparar un bol de ensalada para las fajitas.

- ¿Te quieres apuntar al gimnasio conmigo? - Carraspeó algo nerviosa. - Seguro que viene de perlas desestresarte dando patadas y golpe a cosas.

-Podría estar bien. - Comentó no del todo convencida, pero le sonaba bien la idea.

Se quedaron en silencio un poco más terminando de aliñar la ensalada y se sentaron a comer.

-Oye Nat, ¿enserio has dicho que me querías? - Preguntó nerviosa. - Perdona, es que estoy asimilando muy poco a poco.

-Tranquila, Albi. - Esbozó una sonrisa y cabeceó dudosa. - Creo que hablé en presente, pero sí. El mensaje está ahí.

-Parece que te he dejado en leído en la vida real. - Comentó avergonzada y devorando aquella fajita que le supo a gloria bendita y se sonrojó más aún cuando Natalia soltó una carcajada. - Jo, no te rías. Que esto es serio.

- ¿El qué es serio? - Preguntó con tono chulesco, aunque se arrepintió al momento de dejarlo salir de su boca.

-Que yo también te quiero, ya te lo dije, pero no sé en qué sentido lo dices tú. - Soltó de carrerilla. - No me pienso ir siempre que quieras que esté.

-Dejémoslo ser. - Dijo encogiéndose de hombros. - No quiero que te vayas y si vuelvo a ponerme gilipollas, puedes darme una bofetada.

Aquella noche, después de abrirse con Alba y ver que seguía allí a pesar de que seguía un poco en trance, se sentía tan bien que creía que podría romper cualquier barrera siempre que ella estuviera a su lado y ese pensamiento que se paseó por su cabeza, al contrario que darle miedo por abrirse tanto, le dio una sensación de bienestar que le calentó el alma.

-Dejémoslo ser. - Repitió Alba casi en un susurro.


******


El fin de semana llegó a su fin y el lunes por la mañana, Alba había madrugado un poco más de lo normal. Se preparó para ir a clase lo más rápido que pudo y se metió en la cocina para preparar café y unas tostadas para dos, que se esforzó vida y media en no quemarlas. En el silencio de la mañana, escuchó el despertador de la morena y se apresuró en terminar de prepararlo todo.

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