12. Creo que...

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Últimamente, ni ella misma se reconocía, pero tampoco era algo que no le estuviera gustando. No sabía que le estaba pasando, como de golpe empezaba a sentirse capaz de llegar más lejos, de acortar distancias, cuando antes todo aquello le habría supuesto un mundo. Pero ella se limitaba a hacer lo que su cuerpo le pedía en cada momento. Tampoco quería traspasar sus propios límites, porque ahora estaba descubriendo que eran otros siempre que se trataba de Alba Reche.

-Pero cariños, ¿cómo nos vamos a ir a casa? No somos abuelos. - Dijo África cuando el karaoke iba a cerrar.

-Son casi las cinco de la mañana. ¿A dónde quieres ir? - Dijo Miki mientras entregaba los abrigos a cada una.

-A mi casa a dormir. - Dijo Natalia con un puchero.

-Tú lo que quieres es estar a solas con la rubia. - La chinchó María, al igual que había hecho durante toda la noche.

-Mari, ya está. Yo también me quiero ir a casa. - Se interpuso Alba también cansada. - Anda, vámonos Nat. - Le tendió la mano a la morena que poco tardó en entrelazar sus dedos. Se despidieron de todos y se fueron andando a casa.

La noche había sido una absoluta fantasía. Juntar en el mismo espacio tiempo a aquellas personas había resultado mejor de lo esperado. Entre los cubatas de más, todos se fueron liberando un poco y se dejaron la voz en el karaoke en cada canción que cantaban todos juntos. Natalia, se sentía tan cómoda entre aquella gente que ni ella se lo creía. María, no pudo evitar emocionarse al ver a sus compañeras de piso llevarse tan bien con África. Sabela, no podía habérselo pasado mejor junto con Miki y Julia, mientras que Alba se sentía como en casa que a su lado durante toda la noche había tenido a Natalia, que muy pocas veces habían soltado sus manos.

Eran pocas las calles que las separaban de su casa y caminaban tranquilas, metidas en un silencio que para nada era incómodo y con sus manos entrelazadas. Una vez llegaron al portal, subieron en el ascensor, no eran horas de andar por las escaleras.

El pequeño espacio, volvió a obligarlas a tener un poco más de contacto que la morena recibió con los brazos abiertos, invitando a la rubia a apoyarse en su pecho.

- ¿Estás segura? - Quiso asegurarse Alba antes de acercarse más.

-Sí, anda ven. - Dijo tirando de ella hacia su pecho.

Alba se acomodó allí, dejándose impregnar por el olor de la morena que no quería romper aquel abrazo. Se sentía tan en paz allí mismo que no quería llegar a su planta. No quería tener que separarse de aquella pequeña rubia que no estaba ni rodeando su cuerpo con sus brazos, porque tenía miedo de agobiarla. Simplemente había dejado apoyar su cuerpo en el torso de la más alta que la abrazaba. Pero el ascensor abrió sus puertas y tuvieron que separarse para salir.

- ¿Sabes que puedes abrazarme? - Dijo con un hilo de voz cuando ya habían entrado en casa y dejaban sus abrigos en el sofá.

-No sé, Nat. - Empezó a hablar preocupada. - No quiero hacer nada que te pueda hacer sentir mal o.... ir más rápido que tus tiempos.

-Si algo me hace sentir mal o lo que sea, te lo voy a decir, Albi. - Tiró de ella para que se sentara junto a ella en el sofá y suspiró. - Me está pasando algo extraño.

Alba no dijo nada, su semblante cambió a preocupación de golpe y eso, a la morena la sobrecogió tanto que casi empieza a llorar allí mismo. Qué bonita eres. Pensó al acercar su mano a la mejilla de la rubia que tenía sentada en frente.

-No sé dónde están mis límites ahora mismo. - Le confesó algo nerviosa. - Puedo estar cerca, rozarte, abrazarte, ir de la mano, pero no sé hasta qué punto y no quiero jugar contigo.

VulnerableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora