8. Yo me encargo

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En aquella fiesta, se encontraban las tres diablas más guapas de todo Madrid. Los cubatas bajaban por sus gargantas como si fueran zumitos de frutas y Alba, lo estaba empezando a notar, sobre todo cuando en un perreo intenso con María casi cae al suelo redonda. La noche seguía avanzando entre canción y canción, cubata y cubata.

Por su parte, Natalia, bebía más despacio intentando evitar la catástrofe. Bailaba junto a sus compañeras de piso, intentando no mirar mucho a Alba, que en ocasiones se lo ponía difícil, principalmente cuando se puso a dar pequeños saltitos delante de ella para ir a por más bebida. Y se alejaron de María, que se había quedando charlando con su amigo, para acercarse a la zona de las bebidas y servirse lo que querían.

-Te queda muy bien el rojo, Nat. - Le dijo Alba cerca del oído mientras repartía el alcohol en los tres vasos. - Deberías usarlo más a menudo.

- ¿Tú crees? - Asintió levemente y le sonrió. - Debería pillarme unas sudaderas entonces.

-No, me refiero al rojo en tus labios. - Acarició muy levemente el labio inferior de la morena, haciendo que se tensara de los pies a la cabeza. - Te queda jodidamente bien.

-Muchas gracias, Alba. - Respondio atropelladamente al darse cuenta que la mirada de Alba estaba puesta en sus labios y cogió aire.

Ayudó a terminar de poner los cubatas para volver cuanto antes junto con María. Le dio un largo sorbo a su copa, para intentar calmarse, pero lo que empeoró fue la borrachera que estaba sintiendo.

Según avanzaba la noche, las luces de aquella sala que parecían cambiar al ritmo de la música, comenzaron a moverse más de lo normal. Natalia miró a su alrededor buscando un sitio donde sentarse por un momento e intentar poner en orden su cabeza. Se sentó en un hueco libre que encontró en un sofá y apoyada sobre sus codos, esperó que todo se calmase.

A pocos metros de ella, María y Alba, eran testigos de lo que le pasaba a Natalia, pero le dejaron su espacio por un momento.

-Mari, disfruta tú. Yo me encargo de ella. - Le dijo Alba con una sonrisa tranquilizadora.

-Cualquier cosa me llamas, avisadme cuando estéis en casa. - Le dio un beso en la mejilla y se alejó de allí. Sabía que su amiga iba a estar en buenas manos.

Alba, se acercó despacio a donde estaba la morena, con los ojos cerrados y el flequillo todo despeinado.

-Anda, vámonos a casa, diablesa. - Le dijo tendiéndole su mano para que se levantara e irse de allí.

Natalia abrió los ojos, lo suficiente para ver de quien se trataba y cogio su mano, poniéndose en pie lentamente.

-Perdona por este espectáculo, nunca me había pasado.... - Dijo con la voz cansada siguiendo los lentos pasos que estaba dando Alba.

-Tranquila, apóyate en mi. ¿Te parece? - Se situó a su lado y estirando un brazo por detrás de la espalda de la morena y ver como Natalia asentía y rodeaba su hombro con su brazo para seguir andando, rodeo su cintura con fuerza y la atrajo hacia su cuerpo para tener mejor agarre y evitar que llegara a besar al suelo. Si iba a besar algo esa noche, prefería ser ella misma.

Antes de salir de allí, pidió un cabify y a los pocos minutos, ya lo tenían en la puerta. Las dos plantas sin ascensor se le hicieron un infierno a Alba. Controlar un semi peso muerto que es más alto que ella, no pensaba que iba a ser tan difícil. Pero lo consiguió. Entraron en el coche y muy poco después, ya habían llegado a su ascensor. Su estrecho, oscuro y tenebroso ascensor que con ruidos extraños y movimientos demasiado lentos, las llevaba a su planta.

Abrió la puerta y sin soltar por un minuto el cuerpo de la morena, por miedo de que cayera al suelo, la llevó hasta su habitación. Aquello le estaba costando muchísimo y ya se estaba viendo venir las agujetas al día siguiente.

VulnerableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora