La nochebuena llegó y con ella, la casa de los Lacunza hasta arriba de gente. Ese año con Elena por allí estaban mucho más contentos. Poco faltaba para sacar la cena del horno. Lo único bueno de aquella cena era que se sentía a salvo en la cocina, de donde no había salido desde que habían llegado los primeros primos a la casa.
- ¿Cómo vas, cielo? - Le preguntó su madre acercándose al marco de la puerta. - En la mesa solo faltas tú.
-En nada estoy allí con la cena. Id picando. - Dijo sin mirarle a la cara y fingiendo ver cómo iba la carne en el horno.
Cuando comprobó que se había quedado sola, soltó todo el aire de su cuerpo y se apoyó en la encimera buscando equilibrio para no caer redonda al suelo.
Como cada año, tenía pánico por salir de la cocina y encontrarse con la mirada sucia del desgraciado con el que tenía que compartir oxígeno cada nochebuena. Emplató la comida una vez estaba lista en dos bandejas para poner una en cada extremo de la mesa y cogiendo aire, una vez más. Salió de allí queriendo ocultar el temblor de sus piernas y sus manos cuando tuvo que adentrarse en el comedor y sintió sus ojos oscuros sobre ella.
Sintió una arcada que tuvo que contener y dejó las bandejas en la mesa. Buscó su silla libre al lado de Elena y su cuerpo se relajó un poco al ver que estaba en el otro extremo de la mesa. Lo suficientemente lejos como para poder comer un poco más relajada.
En la mesa solo se escuchaban buenos comentarios sobre la cena, el ruido de los cubiertos y la televisión que acompañaba al fondo con algún programa de música navideño como siempre había sido. Natalia charlaban con Santi y Elena, que era a quienes tenía más próximos y todo aquello se le estaba haciendo incluso ameno.
Pero lo bueno duraba poco y eso lo supo Natalia nada más ponerse en pie para recoger la mesa y volvió a sentir la mirada de su primo sobre ella. Carraspeó incómoda y tras coger dos platos huyó a la cocina. Dejó los platos en la encimera y cuando iba a salir hacia el salón, en aquel estrecho y mínimo pasillo que conectaba ambas estancias, se chocó con Jorge.
-Vamos primita, deja que te ayude. - Le dijo con voz ronca y relamiéndose los labios acercándose a ella.
Natalia dio un paso atrás, buscando un hueco por donde salir de allí. Pero su primo algo musculoso y un poco más alto que ella, ocupaba parte del espacio.
-Déjame pasar. - Le dijo con tono firme. - Jorge, por favor. - Volvió a insistir al no recibir respuesta.
-No quiero. - Dijo cruzándose de brazos sin dejarle pasar. - Ya sabes lo que tienes que hacer.
- ¿Vas a seguir con lo mismo? - Bufó Natalia algo alterada. - No puedo hoy, tengo la regla. - Mintió.
-Estás mintiendo. Si yo sé que tú también quieres. ¿Cómo voy a dejarte sin tu regalo de navidad este año también? Ya llevas unos cuantos que me comporto como un primo de mierda.
-Déjame pasar, tengo que seguir recogiendo la mesa.
Natalia se mantenía firme antes los ojos de Jorge. Y al contrario que en las veces anteriores que tenía que enfrentarse a esto, ahora se sentía con la fuerza suficiente para plantarle cara. Pero no iba a mentirse a sí misma diciendo que todo estaba bien, cuando sentía que le temblaban hasta las costillas.
-Te espero en la cocina, no tardes. - Le dijo antes de pasar a la cocina rozando su cintura.
Cuando lo vio desaparecer tras la puerta, se quedó allí un momento, buscando una calma que sabía que no iba a llegar y sacó el móvil de su bolsillo.
Natalia: En cinco minutos, por favor, llama a este número 600095888 y diles que vayan a la cocina, pero que no entren. Te quiero mucho Albi.
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Vulnerable
FanfictionLos comienzos siempre lo pone todo patas arriba y eso a veces, no es del todo malo.