9. No es tu culpa

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Llegaban con tiempo de sobra para aburrirse a esperar, pero eso no hacía que Natalia disminuyera la velocidad de sus zancadas, dejando por detrás a Sabela que intentaba seguirla y María que le gritaba desde unos metros más atrás.

- ¡Te veo por aquí cuando salgas! - Gritaba asfixiada. - Maldita, que queda media hora.

-Vamos Mari, no la dejemos sola. - Le dijo Sabela que esperaba a la rubia perdiendo de vista a Natalia. - ¿A dónde ha ido?

-Seguro que ya está arriba, vamos. - Cogió aliento María y fueron lo más rápido que le deban sus piernas tras la morena.

Como bien habían adivinado, ya estaba en la salita de espera, sentada en el mismo sofá que el primer día mordiéndose las uñas y agujerando el suelo. Y rápidamente su soledad fue rota cuando María y Sabela se sentaron a su lado. Vicky desde su sitio, observaba la escena, llena de ternura y saludó con una sonrisa a las recién llegadas que la miraban desde allí.

- ¿Queréis un caramelo? - Les señaló la cestita que tenía sobre su mesa. - Mamen saldrá en nada.

Natalia se limitó a asentir y miró por la ventana de aquella habitación. Sabía que su vida no iba a cambiar de un segundo a otro. Pero empezaba a ver el agua más clara después de tanto nadar sin oxígeno en las aguas más oscuras del océano. Apretó la mano de Sabela que le respondió al segundo.

-Estaremos aquí, no tengas miedo. - Le susurró a su lado. - Te he comprado un par de chupachups para luego.

- ¿Vamos, Natalia? - Le dijo Mamen desde la puerta. - Hola chicas, poneos cómodas. Nos vemos en un ratito. - Dijo mirando a Sabela y María que le sonrieron.

Natalia, entró con la vista clavada en el suelo. Y Mamen, lo percibió. Se recogió las mangas del jersey verde agua de punto que llevaba y sin coger su cuaderno, se sentó donde siempre.

- ¿Hoy no apuntas nada? - Pronunció por primera vez Natalia. Le había extrañado y jugó nerviosa con su septum.

-Has adelantado la cita, me has preocupado un poquito. Hoy solo seremos tú y yo, sin notas. - Le dijo calmadamente. - Ya sabes. Hablaremos de lo que quieras, como quieras y hasta donde quieras.

Natalia asintió y se tocó nerviosa el pelo. Sentía que el corazón se le iba a salir del pecho cuando se repetía a sí misma la primera frase que quería decirle. Y por un momento se paró a escuchar al silencio sepulcral que se instauró allí. No le parecía incómodo, solo se escuchaban sus respiraciones.

-Alguien me jodió, bien jodida... - Rompió el silencio que se creó en la habitación. - Tenía diez años cuando.... cuando por primera vez se quedó allí, parado, mirándome mientras dormía. - Hizo una pausa y tras el leve asentimiento de Mamen, siguió tras coger aire. - Al principio, se quedaba allí, quieto detrás de la puerta de mi habitación y se reía solo. - La imagen volvió a sacudir su mente. - Y hasta ahí llegan mis pesadillas. Pero el cuarto día, se acercó más, hasta que yo no pude hacer nada y se lanzó sobre mi y... - Empezaba a costarle respirar, tenía los ojos rojos de aguantar las lágrimas y Mamen le acercó un vaso de agua. - Gracias... - Susurró con la voz engajada. Bebió un poco más de agua y prosiguió.

Le contó todo con lujo de detalles, dejándose romper, desgarrándose la garganta con el llanto que se le escapaba y una vez soltó todo se quedó en aquel sofá, con la respiración agitada como si hubiera corrido una maratón. Y Mamen, miraba sus propias manos que temblaron un poco al escuchar el testimonio de aquella joven que tenía delante.

-Eres muy fuerte. - Dijo por primera vez desde que Natalia había terminado. - ¿Cómo te sientes ahora?

-Cansada, pero siento como un peso menos aquí. - Se señaló los hombros y Mamen asintió satisfecha. - ¿Lo he hecho bien?

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