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La tarde comenzó a morir mientras se ocultaban.
Sus cuerpos permanecieron juntos a la vez que las manos de Taehyung acunaron con delicadeza las de un silencioso Jungkook, sus dedos dibujando patrones irregulares sobre la pálida piel del menor que estaba cubierta de tierra seca y sangre, al igual que la suya. Lo había arrastrado lejos del sitio en el que, con esfuerzo, cavaron un hoyo lo suficientemente profundo como para enterrar el cuerpo de Akane.
Jungkook se había aferrado a sus brazos largos minutos después de haber cubierto el leve montículo de tierra con hojas secas y piedras, en un intento de que su improvisada tumba no fuese profanada de ninguna forma en un futuro. El menor incluso había insistido en no dejar una huella visible de que ese lugar guardaba para siempre los restos de la niña, Taehyung se sintió incapaz de preguntar el por qué.
Tan sólo dejó que Jungkook acomodara su cuerpo delgado junto al suyo, el calor de sus cuerpos evitando que temblasen por el frío que provenía de las entrañas del bosque. Taehyung no tenía claro en qué lugar estaban ni qué tan lejos podrían estar los sobrevivientes del ataque que se había perpetuado esa mañana, pero sí tenía claro que no podían moverse en esas condiciones: no con la oscuridad tragándose todo ante su vista y con el cuerpo de Jungkook herido y maltrecho.
Nunca podría exponerlo, no otra vez. Así que Taehyung prefería que se quedasen ahí acurrucados, uno junto al otro mientras la noche pasaba para ponerse en búsqueda de algún otro superviviente o de otro campamento de la Resistencia, que ponerle en peligro y no poder protegerle como debía. No podría cargar con algo así de nuevo, no cuando los recuerdos de aquella noche tanto tiempo atrás le atormentaban: Jungkook y Jimin sobre la tierra, siendo violentados de formas horrorosas sin importar que estaba heridos.
No, Taehyung nunca podría olvidar esas imágenes de nuevo y tampoco dejaría que se repitiesen.
.- Debemos... ir por su hermana – el coreano de Jungkook sonó pastoso, su rompiendo con el imponente silencio que los rodeaba mientras dejaba caer su cabeza contra el hombro de Taehyung, incapaz de resistirse al contacto con el mayor – Le prometiste... diste tu palabra.
Taehyung asintió en silencio, sus manos todavía jugando suavemente con las de Jungkook; su piel suave y pálida contrataba con la suya, sus manos encajando a la perfección cuando el mayor se animó a enlazar sus dedos en un agarre fuerte. Quería, más que nada en el mundo, decirle a Jungkook que confiara en él, que iba a cuidarlo y, de ser posible, ofrecerle un mundo mejor, un mundo sin sangre y dolor.
Pondría todo a sus pies, de poder hacerlo.
Sin embargo, no encontró palabras para decirle todo aquello que se acumulaba en su garganta y parecía revolotear por su cabeza con fuerza, diciéndole que no debía callar, que no debía perder ninguna oportunidad con Jungkook, incluso aunque el miedo fuese demasiado porque sabía muy bien todo el daño que el menor había sufrido, todo aquello de lo que había sido víctima por tantos años y de una forma tan humillante, cruel e inhumana.