Capítulo 5

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  Lorena la miraba impactada, no esperaba que Diana le tomara la palabra y se apuntara en la página de verdad. Diana se mordía las uñas mientras esperaba que su amiga se dignara a decir algo.

—¿Y cómo es? —quiso saber.

—Es guapísimo, la verdad —reconoció, encogiéndose de hombros—. Y no parece el típico capullo, así que no sé qué decirte.

—¿Cuántos años tiene? —Lorena la estaba avasallando a preguntas, algo que también la estaba poniendo un poco de los nervios.

—Pues... —Diana se quedó en blanco, él no se lo dijo, pero recordó que en su perfil lo ponía— Treinta y siete.

—Bueno, te has encontrado con uno joven. No está mal para la primera vez —sonrió—. El más joven con el que he estado tenía cincuenta y dos años.

El resto de la tarde la pasaron bastante tranquilas. No hicieron mucho más que comentar un poco más sobre el tema y hablar de cualquier cosa que se les ocurría, eso era lo que solían hacer cada vez que quedaban. Aunque el sonido del telefonillo hizo que eso cambiara.

—¿Diga?

—Estoy abajo, ¿me abres? —frunció el ceño confundida— Soy Chris —aclaró.

—Sí, espera un segundo —colgó.

Mantuvo el botón presionado unos tres segundos antes de colgar. No tardó mucho en intentar echar a su amiga de casa, lo cual no consiguió.

Poco después sonó el timbre, lo que hizo que Lorena se alborotara aún más y estuviera a punto de ser la que le abriera la puerta.

—Hola —dijo con tono seductor.

—Hola, ¿está Diana?

—¡Sí! —respondió desde detrás de la puerta hasta que se abrió paso dándole un leve empujón a Lorena— Hola.

—Hola —le sonrió de lado.

—Ella es una amiga que ya se iba —señaló a Lorena—. Nos vemos mañana, ¿vale? Anda.

Lorena recogió sus cosas y salió, no sin antes darle un repaso con la mirada de arriba a abajo, haciéndole un gesto de aprobación en cuanto se encontró fuera del campo visual de Chris.

Diana le hizo un gesto con la mano para que pasara. Él miraba su pequeño piso. Obviamente no era como su casa, ese piso era más bien como el salón de su apartamento, aunque si vivía ella sola no necesitaba mucho más.

—¿Quieres algo de beber o de comer? —preguntó con amabilidad, a lo que Chris negó con la cabeza— Pues nada, siéntete como si fuera tu casa.

—Gracias —respondió mientras avanzaba por la casa.

Mientras ella iba a la cocina a por dos vasos de agua, él aprovechó para sentarse en el pequeño y viejo sofá que había cerca de la televisión. Seguía observando con atención cada pequeño rincón de la casa. Parecía bastante vieja, todo el edificio lo parecía a decir verdad. En comparación con su casa, aquel lugar era lo más cercano a una ratonera.

—¿De verdad no quieres nada? —se aseguró antes de tomar asiento a su lado, a lo que él negó.

—Supongo que querrás saber cómo va a funcionar todo esto, ¿me equivoco?

—Sí, la verdad es que pensé que habíamos quedado en la cafetería exactamente para eso —le dio un sorbo a su vaso de agua.

Chris se quedó en silencio, pensando las palabras exactas con las que explicarle a Diana de qué trataba todo esto.

—No estamos obligados a hacer nada que no queramos —comenzó—. Es como una relación, pero más laboral que sentimental. Tú me acompañas donde yo necesite que vayas y yo seré como tu tutor —frunció el ceño ante esa forma de explicarlo—. Yo pagaré lo que necesites que pague y te compraré casi todo lo que me pidas.

Diana asintió con la cabeza, aunque eso ya se lo dejó bastante claro Lorena, había otra cosa que la atormentaba aún más que eso.

—¿El sexo? —Chris sonrió tras esa pregunta, estaba seguro de que la acabaría haciendo.

—No entra en el acuerdo —aclaró—. Es algo secundario, sucede si ambos queremos que suceda. Aunque yo prefiero que no suceda —Diana frunció el ceño tras oírle decir eso—. No por ti. Se trata de ser profesionales. No sabemos qué consecuencias puede tener, y prefiero no arriesgarme.

Diana suspiró de alivio y no pudo evitar fijarse que eso había hecho que Chris soltara una pequeña risa.

—Por cierto, debes estar estrictamente soltera. Supongo que la página ya te habrá avisado de eso —asintió—. No te estoy diciendo que debas estar solo conmigo, pero prefiero que no salgas con nadie, de forma seria. No tengo ganas de que me partan la cara por celos.

Diana sabía que ese no iba a ser problema. Llevaba cinco meses soltera y desde que rompió con su novio no había vuelto a tener ningún tipo de relación con nadie más.

—Supongo que necesitarás que te paguen el apartamento —Diana asintió—, ¿algo más?

—La universidad y todos los gastos de la luz, el agua... Aunque yo trabajo, no hará falta que lo pagues absolutamente todo, pero sí una gran parte.

—Deja el trabajo —ella le miró confundida—. Necesito que puedas estar disponible para mí cada vez que yo lo requiera, además a partir de ahora el trabajo es innecesario. Necesitaré tu número de cuenta para poder hacerte las transferencias. De ahí, tú ya irás pagando lo que te dé la gana.

Chris le dedicó una sonrisa antes de sacar de su portafolios una hoja. Diana por un segundo creyó que le iba a hacer firmar algún contrato, a lo Christian Grey; pero no. Solo había una serie de números de teléfono, direcciones y correos electrónicos.

—La página ya te fuerza a ser confidencial en cuanto a todo el asunto —Diana le miró mientras sostenía la hoja de papel—. No voy a hacerte firmar nada. Es una relación beneficiosa, no un contrato a largo plazo con una compañía telefónica. En el momento que alguno de los dos se canse, o simplemente quiera romper, ya está. Se dice y punto —señaló hacia el folio—. Si algún día tienes una emergencia, ahí te he dejado mis contactos. Y, por emergencia, me refiero a emergencia —reiteró.

Dada por finiquitada la puesta en común de ideas y la información extra que necesitaba, Chris se relajó en el sofá. Ya era bastante tarde, por lo que Diana no pudo evitar preguntarle si se quedaría a cenar, a lo que Chris negó amablemente. Cuando hablaba de no mezclar sentimientos, se refería en general, no solo no teniendo sexo, era lo mejor para que todo saliera bien.

—Casi se me olvida —se levantó y rebuscó en su cartera—. Toma —le dio unos cuantos billetes—. Es de lo que me has dado esta mañana —explicó al ver la confundida mirada de Chris—. Son las vueltas.

—Es tuyo —se encogió de hombros—. Te lo di para que te lo gastaras. Si no te lo has gastado todo, pues para la próxima vez —finalizó con una encantadora sonrisa.

Se levantó y tras colocarse la camisa, caminó hacia la puerta, seguido de Diana. Ella no sabía cómo despedirse de él: con un abrazo, dos besos... Por suerte, él se adelantó a ella y le extendió la mano, la cual Diana estrechó. Sin duda, le resultaría difícil acostumbrarse a todo eso rápidamente, pero tenía tiempo.

SD | CHRIS EVANSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora