Capítulo 13

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  Diana abrió los ojos lentamente y volvió a cerrarlos de nuevo, aunque al dejar a su cerebro procesar dónde estaba durante unos segundos, volvió a abrirlos de golpe y se sentó sobre la cama.

Presionó los labios entre sí y miró a su alrededor. Esa habitación era enorme, al igual que la cama. Abundaban los tonos grises, blancos y negros, al igual que en el resto de la casa. Encima de las mesillas de noche no había nada, solo un interruptor para encender las lamparitas en forma de tubo que colgaban del techo. Hizo la cama una vez se levantó y comenzó a inspeccionar mejor el lugar después. No tenía otros muebles, solo las mesillas y la cama. Al principio le extrañó, pero luego pensó que posiblemente tenía un vestidor inmenso y un despacho aparte.

Miró a través de los grandes ventanales, no parecía que fuese a llover. La tormenta debía haber escampado en algún momento a lo largo de la noche.

Presionó sus labios entre sí y se dignó a salir de la habitación, después de varios intentos, pero sin ningún logro porque había algo dentro de ella que la hacía retroceder... ¿Vergüenza?

Atravesó la sala de estar, buscándole, incluso llegó a entrar en la cocina para ver si se encontraba allí, pero nada. Antes de volver a salir, se fijó en que había una nota colgada en la nevera. Se acercó y la leyó:

He tenido que irme, tenía una reunión. Coge lo que quieras para desayunar, tu ropa está doblada encima de la lavadora. Hasta pronto.

Dejó la nota sobre la encimera y se dirigió hacia la galería para coger su ropa.

Tras buscar sus zapatos por todos los lados de la casa, los encontró frente a la cama. Se comenzó a vestir rápidamente. Cogió todas sus cosas e incluso se llegó a plantear si debía comer algo antes de salir. Negó rápidamente con la cabeza y salió del apartamento, cerrando la puerta tras ella.

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Volvió a casa tranquila, sin preocupación. Miró el calendario "20 de agosto", cada vez se acercaba más el momento de comenzar las clases. Se echó sobre el sofá y fijó su mirada en el techo, dejando su mente en blanco.

De la nada un vibrante sonido la sacó de esa paz. Se estiró para alcanzar el móvil y vio el mensaje que había recibido de su banco: "Nuevo ingreso en su cuenta. Abra el mensaje para más información". No tardó nada en abrirlo y cuando vio la cantidad, se sorprendió. Ochocientas libras solo por lo de la noche anterior. Debía sobrarle mucho el dinero a ese tipo. Dudó entre llamarle o no. Se decidió a hacerlo. Tardó en responder y por un segundo optó por colgar, pero escuchó su voz respondiendo a tiempo desde la otra línea.

—Evans, dígame —respondió con dureza y seriedad.

—Hola, soy Diana —se rascó la nuca—. Quería darte las gracias por el ingreso, aunque no hacía falta. Es más, debería pagarte yo a ti...

—No digas tonterías —su voz sonaba mucho más suave que al principio—. La clase era necesaria y que te quedaras en mi casa fue un placer —carraspeó—, quiero decir, que no fue una molestia en absoluto. Además, necesitas dinero para comprarte ropa —Diana frunció el ceño ante eso—, las veces que nos hemos visto ibas prácticamente con lo mismo, como mucho te cambiaste la camiseta.

—¿Y si lo llevara porque es mi estilo?

—No estoy discutiendo si es tu estilo o no, ni te estoy pidiendo que lo cambies, sino que compres más variedad. No se reduce a lo que lleves cuando salgas conmigo, sino a la universidad, cuando salgas con tus amigas... No quiero que te prives de nada mientras seas mi sugar baby.

Estuvo a punto de decir algo, pero él la cortó.

—Por cierto, ¿esta noche quieres ir a cenar a algún sitio?

—Emm —lo pensó durante unos segundos—. Sí, claro. ¿Tengo que ponerme algo formal?

—Sería lo más conveniente —respondió con tranquilidad—. Te pasaré a buscar a las ocho, entonces. Que tengas un buen día.

—Igualmente —y colgó, dejándola mirando el móvil como una tonta.

Por otro lado, Chris no tuvo una reacción muy diferente a la de Diana. Se quedó mirando el móvil, pensando que esa cena era del todo innecesaria. Se la había pedido por pedir, no por necesidad.

Dejó el móvil sobre su escritorio y se quedó pensando mirando al techo. Ni siquiera se llegó a sentir de esa manera con la extravagante y refinada de su ex novia. Suspiró y siguió con su trabajo. 

SD | CHRIS EVANSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora