Capítulo 46

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  Los días siguientes no cambiaron mucho. Diana había estado todo el tiempo en el hospital y, mientras hacía compañía a su amiga, enviaba su currículum y llamaba a distintas empresas con la esperanza de que, al menos, le cedieran una entrevista. En ningún caso sucedió. Todos decían que ya habían encontrado a alguien, y eso si le respondían -que en la mayoría de casos era lo que pasaba, la ignoraban por completo. Lorena seguía bastante deprimida al verse atada a una silla de ruedas desde aquel día. Intentaba que se le notara lo menos posible y bromeaba varias veces con la idea de comenzar a manejar su silla, pero Diana veía en sus ojos que no estaba bien.

Tras darle el alta, Diana se ofreció a vivir con ella una temporada. Lorena había insistido varias veces que no era necesario, no quería ver a su amiga atada a ella también. Pero la terquedad de Diana no iba a consentir que se alejara de su mejor amiga, era algo imposible. Lorena siempre había sido independiente, pero estaba claro que en aquel momento necesitaba ayuda, al menos de manera temporal hasta que supiera manejarse bien con todo.

Se instaló en su apartamento casi el mismo día que le dieron en alta. Solo la dejó sola media hora, que fue lo que tardó en recoger la ropa y los libros que necesitara. Todo estaba bien planeado, dentro de lo que cabía, para lo espontáneo que había sido. Creyó que sería buena idea que se mudara ella y no su amiga, ya que debería familiarizarse con el hecho de ir en silla de ruedas por su propio edificio y su casa, también debía añadir que el hecho de que el ascensor de su viejo edificio se rompiera continuamente no iba a ser fácil para Lorena -otro punto a favor para que fuera Diana quien se mudara.

Dormía en el sofá-cama de la sala de estar mientras Lorena lo hacía en su habitación de siempre y decidió recolocar la sala de estar de manera que fuera más fácil para ella poder moverse por allí sin problema. La suerte con la que se había encontrado también era que su baño era lo suficientemente grande como para que se pudieran mover con facilidad, y la ducha permitía que ambas cupieran, además de un pequeño taburete. Aunque aquello solo fue algo temporal, con el paso de las semanas Lorena dejó de necesitar la ayuda de su amiga.

La acompañaba a todos lados, algo que Lorena agradecía continuamente, y era un apoyo constante en rehabilitación. Estaba empeñada en conseguir recuperar la movilidad de alguna manera, y Diana desde luego apoyaba el esfuerzo de su amiga.

Lorena parecía acostumbrarse a aquello, aunque le doliera, y estaba dispuesta a luchar por superarlo. Aunque tanto positivismo, comenzó a desaparecer cuando su sugar daddy se enteró de lo que le ocurría. Josh no tuvo otra respuesta que romper el contrato, ya que ella no le servía para nada. Hizo que se volviera a sentir inútil e innecesaria, aunque las preocupaciones de Diana eran otras. Aparte de ver a su amiga ir marcha atrás cuando había avanzado considerablemente, se había quedado sin "trabajo". Su amiga se había quedado sin la única fuente de ingresos que tenía y dudaba que sobreviviera mucho con los ahorros que tenía. y que ella misma le había aconsejado que guardara.

Aquel día, Diana se pasó la noche en vela buscando alguna solución. Ella también se había quedado sin ingresos, y por mucho que sus ahorros fueran superiores a los de su amiga, no iban a durar eternamente. Seguramente habían ayudas para las personas discapacitadas, y Diana quería zanjar el tema monetario lo antes posible. Debía hacer varias visitas el día siguiente.

Lorena comenzó a mostrarse más serena los días posteriores y parecía que la versión luchadora de su amiga había vuelto a la carga. Aquello la tranquilizaba, porque no creía poder con todo: si ya la cuestión del dinero era un quebradero de cabeza, el ver a su amiga deprimida no ayudaba en absoluto. El problema de Lorena era que no sabían si su minusvalía era permanente o si con las sesiones de rehabilitación, se podría acabar recuperando. Eso sumaba otro dolor de cabeza más, ya que para obtener las ayudas se necesitaba que la duración de la minusvalía fuera superior a x meses.

Por primera vez en su vida, el hecho de que Lorena se hubiera acostado con un chico, les había sido sumamente beneficioso. Ya que esto ayudó a que todo aquel proceso se agilizara. El funcionario pasó por alto algunos de los controles en cuanto a la situación de su amiga, lo que permitió que se le abonara mensualmente una pequeña cantidad de dinero que le permitía poder seguir pagando su casa. Sabía que si alguien se enteraba, estarían metidas en un buen lío, pero era necesario.

Y, aunque durante aquellas dos semanas su vida había girado alrededor de la de su amiga, seguía teniendo la preocupación de no encontrar trabajo, por lo cual en unos meses no tendría con qué pagar su piso. Tenía dinero suficiente como para vivir bien durante al menos cuatro meses, pero aún así, eso no conseguía que conciliara el sueño.

Se sorprendió al encontrar la tarjeta de visita de uno de los socios de Chris. Recordó que se la dio durante una de las cenas a las que ella había asistido. No estaba segura de que fuera buena idea llamar, pero acabó haciéndolo. Iba a necesitar el dinero tarde o temprano.

No esperaba en absoluto que Jeff aceptara su solicitud tan rápido y casi sin preguntarle nada, no vio ningún inconveniente a que ella lo compaginara con sus estudios y que solo pudiera aparecer en la empresa por las tardes. Le parecía extraño, pero no iba a negar que también se sintió aliviada cuando le pidió que fuera el día siguiente para firmar el contrato. No entendía por qué Chris le había tratado de aquella manera tan extraña. Y no entendía por qué se recordaba a sí misma todo lo que había vivido junto a él. Durante aquellas dos semanas, apenas había pensado en él por todos los problemas a los que se había tenido que enfrentar, pero una vez con su cabeza despejada, fue incapaz de evadir aquel dolor de su pecho sin acabar llorando.

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Volviendo a Chris, su vida no había cambiado mucho desde aquella noche. Se pasaba casi todo el día encerrado en su despacho, malhumorado y con su cabeza enterrada entre los papeles y el ordenador. Se levantaba por las mañanas, se encerraba entre esas cuatro paredes, salía a las diez, pasaba por delante de la casa de Diana -con la esperanza de verla, algo que no sucedió-, y volvía a casa igual de malhumorado.

Todo el mundo a su alrededor lo había notado. Había pasado de ser agradable y amistoso, una persona con la que se podía hablar de todo, a ser una persona cerrada y que ante cualquier problemática, se volvía más severo. Los trabajadores pasaron de saludarle con una sonrisa amistosa a agachar la mirada y saludar con tímidos e inseguros "Buenos días" o "Buenas tardes".

La relación con sus padres no había variado. Iba a comer a su casa de vez en cuando, aunque solo se limitaban a hablar de trabajo. Evitaron el tema de Diana siempre, para su padre no fue nada difícil, era un estorbo y, sin él hacer nada, había desaparecido. Pero su madre le veía decaído y triste tras aquella fachada que Chris había creado desde la gala. Aunque bien sabía que el nombre de aquella chica se había vuelto impronunciable, le bastó con una fulminante mirada de su hijo tras preguntar por ella.

Solo, en su casa, era completamente distinto. No podía evitar preguntarse a sí mismo si había algo que todavía pudiera hacer o si ella también se sentía de la misma manera. Solo habían pasado dos semanas, y estaba sumido en una oscuridad continua y opaca.   

SD | CHRIS EVANSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora