Capítulo 22

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  Diana comenzó a vestirse. Optó por hacerse un semi recogido, uniendo la mitad de su cabello en una coleta. Esperó para ponerse los tacones a que Chris llegara. Y no mucho después, le llegó un mensaje de que la estaba esperando abajo.

Y de hecho, allí se encontraba cuando estaba saliendo del portal. Como siempre, esperándola recostado en su coche. Vestido con un traje negro y una camisa blanca, estaba aún más guapo que de costumbre. Como si aquello fuera posible.

Chris la vio sonreír a medida que se iba acercando y, como de costumbre desde que la conoció, su mirada se perdía en ella. Ese vestido negro le quedaba perfecto. Pudo ver algo diferente: el maquillaje. Le resaltaba todas las facciones, aunque tampoco le hacía falta maquillarse para resaltar su belleza. Esa chica era guapa sin una pizca de maquillaje en su rostro.

—Hola —sonrió tímidamente.

—¿Qué tal? —respondió él, abriéndole la puerta del coche.

—Nerviosa —admitió mientras pasaba por su lado—, ¿tú?

—Bien —respondió, esperando a que ella se sentara para cerrar la puerta.

Rodeó el capó del coche y se sentó en el lugar del conductor. Volvió a arrancar el coche y se puso en marcha hacia el restaurante en el que había quedado. De soslayo vio como Diana jugaba con sus dedos y se movía nerviosa sobre su sitio.

—No te tienes que preocupar —le aseguró—. Solo pon en práctica lo que te enseñé y sé tú misma —se encogió de hombros—. Aunque te aconsejo que no hables mucho con Sarah y Deborah, son dos arpías —reconoció—. Por lo demás, actúa como siempre.

Le miró con una pequeña sonrisa, debía reconocer que no había servido para tranquilizarla, pero sí para sentirse un poco mejor. Y también para confiar más en Lorena, hasta Chris le acababa de dar el mismo consejo que su amiga.

En todo el camino no hablaron de lo que había sucedido la noche anterior, ¿sería porque ella estaba en lo cierto y quizás no le había gustado, o se había arrepentido?

En pocos minutos llegaron al restaurante. Se adelantó a Chris y abrió la puerta para bajar del coche. Chris le entregó las llaves al aparcacoches y la tomó de la mano. Debía reconocer que ese gesto la había tomado por sorpresa. Entrelazó sus dedos y se adentraron en el lugar.

El maitre les guió hasta la mesa en la que se encontraban todos los clientes y socios con los que habían quedado.

—Hola, buenas noches —saludó Chris al llegar.

—Hombre, ya era hora —se levantó un hombre que aparentaba unos cincuenta y tantos, calvo y con gafas.

—Ni caso. Si nosotros hemos llegado hace solo cinco minutos —le respondió otro con el pelo canoso.

—¿Con quién vienes? —preguntó una mujer rubia con la melena hasta los hombros.

—Ella es Diana —soltó el agarre de sus manos para colocar su mano en su espalda—, mi novia.

Casi todos los de la mesa asintieron o se quedaron callados. Diana intuyó perfectamente que era por la diferencia de edad. Comparada con todos ellos, ella era una niña. Aunque bueno, Chris también parecía ser el más joven entre esa gente.

Uno de ellos parecía estar a punto de decir algo, pero un gesto de Chris hizo que se aclarara la garganta y volviera a mirar a Diana.

—Pues encantado, yo soy Jeff —se presentó el hombre de pelo canoso—. Él es Tom —señaló al hombre con alopecia—, él es Liam —señaló al hombre moreno que estaba sentado al lado de la mujer rubia—, su mujer, Deborah —le dirigió una mirada de superioridad—; Sarah, la mujer de Peter —señaló a una mujer morena, sentada al lado de Deborah—, y Peter y Francis —estos dos últimos le dedicaron una sonrisa amistosa.

—Nosotros somos los clientes —bromeó el hombre castaño con barba. Ese debía ser Peter, por el orden en que los había presentado.

Chris le acarició la espalda y la empujó levemente para que tomara asiento en cualquiera de los dos sitios libres. Optó por sentarse al lado de Tom, mientras que Chris se sentó al lado de Francis. Era mejor que se sentaran de aquella forma, habían ido a tratar asuntos de trabajo.

La cena transcurrió con tranquilidad. Ella supo manejar la situación, poniendo en práctica todo lo que Chris le había enseñado. Es más, acabó ayudando a Tom a manejarse con todos los cubiertos y las copas, algo que a Chris le sorprendió. Su ex novia ni loca le habría ayudado, probablemente se habría reído de él y lo habría humillado -más o menos como hicieron Deborah y Sarah.

Mientras Chris hablaba de negocios con los demás, Diana se entretuvo hablando con Tom, quien le contó que era un hombre divorciado y que estaba viviendo en un piso de mala muerte en el centro, también le contó que le encantaba Londres, que chocaba un poco con el lugar de donde provenía, California. Más de una vez, le dedicaba una o dos miradas, viendo lo entretenida que estaba, mientras que Deborah y Sarah intentaban hablar más alto que ellos para que escucharan los asuntos que estaban tratando, entre ellos Kristen. Por suerte Diana estaba tan concentrada en sus asuntos que no les prestó atención.

—Diana acaba de tener una idea espectacular con el problema que teníamos —interrumpió Tom.

—No, en realidad no —rió.

—Es brillante. Cuéntalo.

—Bueno... —se aclaró la garganta— Me ha contado el problema que tenéis con uno de vuestros productos y justamente es una cosa que yo solía comprar mucho antes. Pienso que el problema que tenéis es que lo habéis dejado anticuado. Os habéis estancado en la versión que se vendió más creyendo que eso era lo que quería el cliente.

—¿No es eso? Antes se quejaban continuamente de las actualizaciones y ese es el que mejor reseñas ha tenido —Jeff frunció el ceño.

—Si eso de verdad funcionara, todavía el IPhone 6 sería el móvil estrella de Apple —respondió—. Tenéis que hacerle pequeñas actualizaciones al producto, cosas que apenas cambien pero que hagan que la gente vea algo diferente.

—Pero eso es una tontería, el producto apenas cambia.

—Pero la gente se creerá que sí, y con eso basta.

Chris sonrió de lado. Esa chica era una caja de sorpresas. Y no dejó de sorprenderle a lo largo de la velada. Se pusieron en pie para marcharse, vio a Jeff caminar hacia Diana, aunque cuando iba a acompañarla, una mano sobre su brazo le paró el paso. Era Liam.

—¿Qué ha pasado con Kristen?

—Muchas cosas —intentó zafarse.

—¿Esa chica es una de ellas?

—No, a ella la conocí después —finalmente se soltó—. En lugar de estar tan pendiente de mí, procura estarlo más de tu mujer y de las perlas que suelta por la boca indirectamente para hacer daño —dijo, recordando los numerosos comentarios que había hecho hacia la edad de Diana y el por qué estaba con él.

Por otro lado, Diana se había visto acorralada por Jeff, quien se colocó delante de ella. Sacó una tarjeta de su cartera y se la ofreció.

—Por si en algún momento necesitas trabajo —sonrió—. Mentes como la tuya pueden hacer una empresa muy grande.

Diana la tomó tímidamente y se la guardó en el pequeño bolso que traía. Volvió a sentir una mano sobre su espalda. Cuando se giró y vio a Chris, se sintió extrañamente aliviada.

—No necesita trabajo —aseguró el castaño—, ya tiene uno.

—Bueno, nunca se sabe. Quizás la chiquilla opta a más —Diana sintió como se desafiaban con la mirada.

Era un momento sumamente tenso. Cualquiera diría que eran socios y se llevaban bien, aunque en un sector en el que todo son apariencias, cualquier podría fiarse. 

SD | CHRIS EVANSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora