Lorena siguió con los tratamientos y la rehabilitación, ya no solo se motivaba por el deseo de volver a caminar, sino por el hecho de volver a ver a Patrick, el doctor con el que había estado viéndose el último mes. Había veces que le costaba seguir y pedía parar, pero tanto Diana como su novio, la convencían de proseguir. Acabó recuperando algo de movilidad, lo cual le dio cierta esperanza en volver a su antigua vida, tal y como la conocía. Con ayuda de un andador, podía moverse por casa y por el hospital, aunque por la calle era preferible que siguiera usando la silla.
Diana había recibido unos cuantos mensajes por parte de su madre, preguntándole por cómo se encontraba. Nunca llegó a responder, siempre abría los mensajes, pero nunca los leía. Tras lo ocurrido la última vez que se vieron, era incapaz de actuar como si nada, como si su padre ya no existiera.
Compaginar los estudios con el nuevo trabajo no le había costado mucho, pero sí que le robaba demasiadas horas de sueño y socialización. Iba a la universidad por las mañanas, comía de malas maneras para poder irse directa al trabajo, donde Chris la esperaba con demasiadas tareas por hacer, y por la noche estudiaba en caso de tener algún examen. Mentalmente estaba agotada, tenía tantas cosas en la cabeza que no entendía cómo no le estallaba.
Las primeras semanas en la empresa fueron bastante difíciles, todos la conocían por ser la novia de Chris y no podían evitar mirarla de manera distinta que al resto. La veían como la protegida del jefe, aunque intentaran negarlo cada vez que ella introducía el tema. Él, sin embargo, la trataba de manera muy distinta. Era duro y estricto, quizás más que con el resto. Quería que las habladurías se detuvieran, pero solo consiguió empeorarlas.
—No entiendo para qué la contrata si no puede ni verla —oyó comentar a una mujer mientras estaba en el baño.
—Le puso los cuernos, se ve que la ha contratado para putearla —Diana rodeó los ojos ante tal comentario.
Cuando la vieron salir, ambas palidecieron. Aunque Diana había aprendido a ser lo suficientemente profesional como para no entrar al trapo. Tras lavarse las manos y despedirse de ellas, se marchó. Se encaminó a su escritorio, el cual estaba situado frente al despacho de Chris. Estaba deseando ocultarse tras la pantalla del ordenador y olvidar que todo el mundo a su alrededor no existía, pero parecía que él no estaba por la labor.
La llamó a su despacho con seriedad y seguridad, volviendo a entrar sin ni siquiera asegurarse de que ella le hubiera escuchado o que le siguiera. Sintió muchas miradas sobre ella cuando se puso en pie. "Otra bronquita para la princesita" oyó murmurar a una voz femenina. Estaba prácticamente segura de que todos aquellos comentarios y desdén eran debidos a la envidia. Envidia porque ella había conseguido algo con lo que la mayoría solo soñaba. Y lejos de conseguir que se sintiera mal, acababa sintiendo pena por ellas. Porque el desear a un hombre las llevaba a odiar a cualquiera, que no fueran ellas mismas, capaz de meterse en sus pantalones. Era triste.
Cerró la puerta tras ella y se giró hacia él. Estaba sentado en su escritorio, jugando con un bolígrafo mientras tenía la mirada clavada en el ordenador. Le hizo un gesto para que se acercara. En respuesta, Diana tomó asiento en una de las sillas de cuero, esperando su discurso.
—Siento haber llegado tarde hoy, es que el profesor se ha alargado con la explicación —comenzó, prácticamente segura de que aquel motivo era el por qué la había llamado—. Ni siquiera me ha dado tiempo a comer algo —se quejó para sí misma, aunque él lo oyó perfectamente.
Inquieta, levantó la mirada y se encontró de frente con sus ojos. Esa mirada tenaz y distante había pasado a ser tierna y dulce. Sus labios se curvaron ligeramente, casi formando una sonrisa.
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SD | CHRIS EVANS
FanfictionSUGAR DADDY Él no pensaba permitir que a ella le faltara de nada y ella a cambio debía estar completamente disponible para él. Un contrato mutuamente beneficioso, lo llaman. NOVELA REGISTRADA Y CON TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS