Los días y las semanas posteriores a aquella noche, la situación no cambió. Ambos seguían enamorados y celebrando continuamente el volver a estar juntos. Tal y como habían acordado, su relación no iba a interferir en el trabajo, ambos consiguieron ser completamente estrictos en cuanto a aquella situación, aunque en más de una ocasión les habían encontrado juntos, ya fuera paseando, agarrados de las manos, o comiendo juntos sin poder evitar devorarse la boca el uno al otro. Diana había sido la comidilla de la oficina y la causa de la envidia de muchas de sus compañeras. Siempre había sido capaz de hacer oídos sordos, menos una de las tardes en que Lillian la atacó con varias indirectas.
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—¿Tienes algún problema? —inquirió tras el décimo comentario fuera de lugar de aquel día.
—Nada en absoluto —negó Lillian, volviendo la mirada hacia su ordenador.
—Lo digo porque si te pasa algo, puedes decírmelo directamente —se encogió de hombros con simpleza—. Aunque claro, decir que estás desesperada por meterte en los pantalones de Chris y que estás jodida porque esté conmigo, al igual que todas, suena un poco mal, ¿me equivoco? —tanto Lillian como sus otras dos compañeras, y amigas, la miraron boquiabiertas.
—Yo...
—No necesito que me digas nada. Estoy trabajando en las mismas condiciones que tú y, si no te parece mal, me gustaría que dejarais de hablar mierda sobre mí o mi vida privada —pidió con tranquilidad—. Y necesito los papeles que te he pedido hace media hora.
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Aún la tensaba recordar aquella situación y cómo no había podido contener su lengua, pero no podía remediarlo. Había estado meses en aquella situación de miradas disimuladas, susurros y murmullos, y acusaciones. Bastante había aguantado.
Por suerte tenía a dos personas en su vida con las que podía desquitarse y hablar de lo que le hiciera falta. Para aquello, Lorena siempre estaba dispuesta, sobre todo porque le encantaba enterarse de los problemas y líos en la oficina. Muchas veces era ella la que le preguntaba solo para tener algo que comentar y de lo que reírse.
Lorena volvía a ser la misma cada vez más. Incluso podía decirse que había mejorado en comparación con su anterior versión. La veía más feliz, más luchadora, un poco más madura. Ese accidente le había cambiado la vida y la había hecho despertar, no solo se había encontrado con una cara de ella misma que no conocía -esa misma versión que había conseguido que dejara de lado la silla de ruedas para ser capaz de volver a andar, con ayuda de muletas-, sino que gracias a aquello también había encontrado el amor, eso que tanto le había costado durante años y de lo que tanto rehuía. Y por fin había dado un paso hacia delante y le había contado a su familia todo lo que había ocurrido los últimos meses. Ellos enseguida le recriminaron por no contarles nada, pero no podían evitar sentirse orgullosos del gran esfuerzo de su hija. Y no era para menos.
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Ante la cancelación de la cita doble que tenía preparada con Lorena y su novio, Chris y Diana decidieron hacer otros planes. Optaron por ir a cenar los dos solos y luego ir a jugar a los bolos, como hicieron en su primera cita. Tomaron los gofres que ella misma le había ofrecido y, tras la partida, decidieron volver a la casa de Chris.
—Tengo una sorpresa —le susurró al oído.
Ella no quería marcharse tan pronto, pero el hecho de que hubiera una sorpresa esperándola en algún lugar, le hacía tener ganas de estar en casa en aquel mismo instante. Se preguntaba qué debía tener preparado.
Una vez de vuelta en el apartamento, Chris se mostró incluso más misterioso que antes, sonriendo y jugando continuamente. La dejó sola en la sala de estar para dirigirse hacia su habitación, mientras tanto, ella tomó asiento en el sofá y se quedó observando el paisaje, completamente anonadada. No había algo que le gustara más de aquel apartamento que las vistas perfectas de Londres, especialmente por la noche con la ciudad iluminada por las luces.
—Cierra los ojos —pidió Chris cuando volvió a salir de la habitación.
Desconfiada, hizo lo que le pidió. Suspiró y dejó que sus ojos se cerraran mientras ella se echaba hacia atrás con pesadez. A su derecha, oyó los pasos acelerados de Chris, los cuales se detuvieron frente a ella. Sintió su mano acariciando su rodilla, subiendo un poco la tela de su vestido floral.
Sin poder esperar más, abrió los ojos, encontrándose a su novio de rodillas frente a ella con una pequeña caja de terciopelo negra. Titubeó varias veces, ¿acaso iba a pedirle que...?
—Ábrelo, cariño —le ofreció la caja.
Emocionada y nerviosa, abrió la caja con dedos temblorosos e indecisos. Cuando vio el interior, volvió a mirar a su novio sorprendida. Había una llave plateada sobre una esponjita roja.
—Vente a vivir conmigo —sonrió sin mostrarle los dientes tras hacerle aquella petición.
Diana le miró a los ojos, a aquellos ojos de un azul claro que en aquel momento la miraban con atención y en profundidad, intentando analizar sus gestos para hacerse una idea sobre lo que ella pensaba.
Prácticamente, ambos vivían juntos, ya fuera en su casa o en la de él, siempre dormían en la misma cama y pasaban juntos gran parte del día, cuando no estaban trabajando, en una casa u otra.
—Ya te he hecho espacio en mi vestidor y en el baño —comunicó sonriente—, y le podrás dar tu toque a la casa.
Sabía que iba a seguir hablando si no le callaba, intentando convencerla, pero no le hacía falta. Le amaba y aquella era la mejor sorpresa que podía haberle dado en aquel momento. Se inclinó, agarrando su rostro con ambas manos para plantar un beso sobre sus labios. Lo quería todo de él y él quería todo de ella. No necesitaba nada más.
—Creía que ibas a pedirme otra cosa —rió.
—¿Era lo que querías? —volvió a acariciar su pierna.
—Me gustaría en un futuro, pero creo que ahora es demasiado pronto.
Chris asintió y volvió a besarla.
—Voy a preparar un baño, ¿te apetece? —Diana asintió rápidamente.
Chris desapareció tras la puerta del baño mientras que Diana se decidió por incluir aquella llave en su llavero. Tenía muchos planes formándose en su cabeza, debía comenzar la mudanza, qué llevarse y qué no, y vender su casa, o alquilarla.
Estaba emocionada, con unas ganas inmensas de llevar a cabo aquel proyecto de vida juntos. Al fin, tras la tormenta, las nubes les dejaban ver los rayos de sol, pero la vida nunca es tan sencilla. Y mucho menos para ella.
Mientras estaba sumida en sus pensamientos, su teléfono comenzó a sonar. Miró la pantalla extrañada al ver un número tan largo que no reconocía. Quizás fuera publicidad o novedades sobre Lorena.
—¿Diana Davis? —preguntó una voz masculina desde el otro lado.
—Sí, soy yo.
—Soy el inspector Oldman —se presentó.
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SD | CHRIS EVANS
FanficSUGAR DADDY Él no pensaba permitir que a ella le faltara de nada y ella a cambio debía estar completamente disponible para él. Un contrato mutuamente beneficioso, lo llaman. NOVELA REGISTRADA Y CON TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS