Capítulo 29

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  Se despertó en mitad de la noche, sintió un leve peso sobre su pecho y su abdomen. Bajó la mirada hacia ella y la encontró dormida plácidamente. Su respiración era tranquila y monótona. Acarició su cabello y la apretó suavemente contra él, sintiendo su suave piel contra la suya.

La noche anterior solo se dedicaron a hablar de ellos, saltando de un tema a otro continuamente; él le había contado que hacía años que no pisaba un parque de atracciones y que, de hecho, no era algo que le hiciera mucha gracia tampoco -recordó que una de sus peores experiencias fue en una montaña rusa que se detuvo y en la que él quedó atrapado durante una hora en el punto más alto. Por otro lado, ella le había dicho que le encantaban los parques de atracciones, pero que, por causas obvias, no había pisado ninguno en mucho tiempo. Entonces se le ocurrió. No había sido la mejor idea que había tenido, pero llevarla de viaje a algún sitio que a ella le pudiera gustar. Quería verla feliz después de todo lo que había sucedido.

Sentía que todas sus acciones se concentraban en solo intentar conseguir que ella sonriera genuinamente en cualquier momento, aquella sonrisa le daba la vida. Se preguntaba a sí mismo si aquello podía significar más de lo que él creía, y probablemente sí fuera de aquella manera.

Verla mal, destruida y a punto de romper en llanto, sin que él pudiera hacer nada para solucionarlo, era algo que a Chris le machacaba por dentro. Quería que fuera feliz, sola y que avanzara hacia el frente dejando todo el pasado atrás; pero también quería formar parte de aquel futuro, quería que fuera feliz junto a él. La quería, no sabía si estaba perdida y completamente enamorado, pero sentía algo hacia ella más fuerte que el cariño.

—Joder —masculló, al pensar si debía decírselo o no.

Diana se removió entre sus brazos, aún dormida, alertándolo.

—Ojalá fuera tan fácil como decirte que te quiero y ya está —suspiró—, y saber que tú te sientes igual que yo sin ninguna duda ni miedo a que puedas salir corriendo, porque esto no era lo que buscabas.

Tras varios minutos, e incapaz de poderse dormir, se movió cuidadosamente sobre el colchón para no despertar a Diana. Salió de la habitación, intentando no hacer ruido, y se dirigió al salón. Se sentó en el sofá y observó las vistas que tanto halagaba Diana cada vez que estaba allí.

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Dos horas después, Diana también se despertó. Se sentó sobre la cama, observando la habitación y cayendo en la cuenta de que Chris no estaba en la cama junto a ella. También se quedó pensando en lo que había soñado aquella noche. Había pasado de tener pesadillas a tener sueños en los que Chris confesaba sentirse de la misma manera que ella. Quizás lo más sensato era que confesara cómo se sentía y que él decidiera si quería seguir con todo aquello o no. Si la iba a rechazar, prefería que lo hiciera antes de que se enganchara más a todo aquello.

Le buscó por toda la casa y, por último, miró en el despacho. Ahí estaba él, despeinado, con el pijama y frente al ordenador, concentrado. Caminó hacia él, inevitablemente Chris alzó la mirada y la encontró dirigiéndose hacia él, vestida con la camisa blanca que había llevado él el día anterior.

—¿Trabajando de buena mañana? —se sentó en sus piernas.

—No podía dormir más —le sonrió—. Creo que me he levantado a las cinco.

—Bueno, al menos habrás aprovechado el tiempo —se inclinó para ver lo que había escrito.

—Tienes clase, ¿no?

—A las diez —bufó—. Ahora me iré a casa y me prepararé. ¿Te vas de viaje? —inquirió al ver la página de viajes abierta.

—Nos vamos —corrigió, Diana le miró extrañada—. Te vendrá bien desconectar de todo.

—Así que, Barcelona —se giró hacia él.

—Sí, nos iremos el veintitrés de diciembre —dio un beso en su cuello—, así pasamos las navidades los dos solitos y tranquilos.

Diana le agarró del cuello y le besó. Chris no quería que se marchara, pero también sabía que no podía estar perdiendo días de clase y él tampoco podía estar faltando al trabajo cada vez que a él le diera la gana. Al fin y al cabo, no era suya todavía.

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Tras aquel fin de semana de tensión y estrés, sintió volver a su "vida normal".

Se encontraba sentada en uno de los muchos asientos de la clase, junto a Lewis y otra compañera, Lisa. El profesor se dedicaba a explicar mientras ellos tomaban apuntes, o al menos lo intentaban. A veces resultaba imposible poder seguir el ritmo. Lo positivo era que ese tema lo había explicado el viernes de la semana anterior De pronto, el profesor Johnson detuvo su explicación y se dirigió a su escritorio.

—Tras esta breve explicación aclaratoria, espero que seáis capaces de realizar un ejercicio sin complicaciones. A quien llame que se dirija aquí —señaló el lugar donde se encontraba él dando la explicación, minutos atrás—. Haréis el ejercicio y os examinaré. Contará un veinte por ciento de la nota final.

—Hijo de puta —murmuró Diana.

—¿Puede hacer eso? —inquirió Lisa.

—Ni idea —puso los ojos en blanco.

Ambas se giraron hacia Lewis, quien se encontraba sudando y moviendo sus manos nerviosamente. Ambas sabían que las exposiciones orales le ponían nervioso, pero no sabían que tanto; había palidecido.

Media hora, y veinte alumnos después, la situación no había mejorado. Parecía que los nervios de Lewis eran contagiosos, porque tras ver el desastre de sus otros compañeros, Diana y Lisa parecían estar en las mismas condiciones que Lewis.

—Diana Davis —la llamó.

—Sí —respondió con un hilo de voz y alzando la mano desganada.

Lisa y Lewis le desearon suerte mientras ella se levantaba. A medida que avanzaba por el pasillo camino al "estrado", sintió como sus piernas temblaban y perdían fuerza. Sentía que iba a caerse de morros en cualquier momento.

—A partir de esta estructura de costes, deberás determinar: uno, la alternativa más económica para una producción anual de doscientas cincuenta mil unidades y, dos, para qué volúmenes de producción elegirás cada alternativa —cuando se giró hacia el proyector, vio el ejercicio completo, junto a una tabla—. Cuando quieras.

Giró sobre sus pies y, con manos temblorosas, cogió uno de los rotuladores y comenzó a pensar. Se había quedado en blanco y en consecuencia había entrado en pánico por dentro. Sentía las miradas clavándose en su nuca. No era capaz de avanzar con tal presión.

Sabía que sus compañeros no se iban a reír de ella si se equivocaba -no lo habían hecho con los demás-, pero sí le aterrorizaba que pensaran que era una estúpida y, todavía peor, suspender la prueba y que desde aquel momento el profesor le hiciera la cruz.

Respiró hondo e intentó tranquilizarse a sí misma. Recordó que una semana o dos atrás, Chris le había explicado algo similar. Procesó la información y recordó lo explicado antes de comenzar a escribir.

Se separó de la pizarra y dirigió su mirada al profesor. Se rascó la barbilla, jugando con su barba mientras leía la respuesta con atención.

—Excelente —dijo impresionado—. Brillante —asintió—. Puede sentarse, Davis.

Diana asintió, agradeciéndole sus palabras antes de dirigirse a su sitio de nuevo. Tenía el estómago en la garganta y tenía la sensación de que en cualquier momento iba a vomitar, pero había aprobado -o al menos eso era lo que parecía. 

SD | CHRIS EVANSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora