Capítulo 38

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  Diana estaba resacosa, le molestaba cualquier rastro de luz y cualquier tipo de sonido, por muy pequeño que fuera, le dolía todo el cuerpo -en especial, las rodillas y el torso. Frunció el ceño y se destapó, encontrándose un pequeño moretón en la rodilla derecha. Chris salió del baño, con una toalla atada a su cadera mientras con otra más pequeña se secaba el pelo. La encontró con el ceño ligeramente fruncido.

—Te caíste antes de llegar a la habitación —comentó mientras se ponía los boxers—. Ibas bastante... —chistó, pensando la palabra adecuada— contenta.

—Me duele todo —se quejó, volviendo a echar su cuerpo atrás y cubriendo su rostro con la almohada.

Chris acabó de ponerse los vaqueros para posicionarse a su lado. Solo la había visto de mal humor un par de veces, y siempre era debido a la universidad y los profesores. Le resultaba divertido verla con resaca.

—Nos tenemos que ir. Tenemos que dejar la habitación, tengo que devolver el coche y nuestro vuelo sale a la una.

—¿Por qué coño escogiste esos horarios? —inquirió malhumorada, su voz sonaba amortiguada debido a la almohada.

—Costumbre —se encogió de hombros—. Comeremos antes de volar, o en el avión, si lo prefieres.

—Ese no es el problema —al fin le miró—. Como huela la comida, acabaré vomitando por todo. Y lo último que quiero es verme en Youtube como el "aspersor humano" a no sé cuántos pies de altura.

—No haber bebido —se volvió a levantar para ponerse una camiseta blanca de manga larga.

—No bebí tanto —alzó la voz, arrepintiéndose enseguida al sentir una punzada en su sien.

—Vete a dar una ducha. Quizás te siente bien —la tomó de la mano, consiguiendo que se sentara—. Tenemos que bajar a desayunar.

Diana avanzó arrastrando los pies por el suelo. Sentía que su cuerpo pesaba más de lo normal, no tenía ganas de nada más que de dormir.

Chris la esperó fuera, ya estaba completamente vestido y listo, solo le faltaba ella. Comprobó varias veces que no se dejaran nada. Se había despertado algo antes para colocarlo todo y, una vez hubieran desayunado, hacer el check-out e irse. Le sorprendió que ella no se enterara de nada, había hecho algo de ruido. Como respuesta, solo había conseguido algún gruñido o bufido por parte de ella, lo cual le alivió bastante.

Cuando entraron en el comedor, Diana creyó que iba a vomitar. El olor inundó sus fosas nasales y ella en lo único en lo que pensaba era en taponar los agujeros de su nariz con servilletas para evitar que aquello pudiera tener una reacción nada agradable para los presentes, y mucho menos para ella. De todas formas, Chris la convenció de que se tomara un café, por lo menos. No quería que estuviera todo el día con el estómago vacío.

El recepcionista se despidió de ellos, acompañándose de la típica frase "Espero que hayan disfrutado la estancia y poder verles por aquí pronto, de nuevo".

El camino hacia el aeropuerto fue en silencio. Diana estaba recostada en la ventana con los ojos cerrados. Agradeció que aquel día fuera nublado, no creía poder aguantar la luz del sol directamente sobre su piel. Acabaría demasiado irritada.

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Diana odió profundamente las dos horas y media que estuvieron en el aeropuerto. La gente a su alrededor no dejaba de hablar, o más bien de gritar. Chris la miraba de reojo, fulminaba con la mirada todo el mundo mientras se acariciaba la sien. Se había tomado un ibuprofeno, aunque sabía que aquello no se iba a pasar con solo tomarse un antiinflamatorio. Ella solo podía pensar en las ganas que tenía de que todas aquellas personas se quedaran sin voz, aunque ella tuviera que arrancarle las cuerdas vocales por sí misma. Solo quería silencio y tranquilidad.

—¿Vas a matar a alguien? —susurró Chris divertido.

—A todos y cada uno de ellos —respondió, sin apartar la mirada—. Me voy a ir de aquí a lo grande.

Él le dio un pequeño beso en la frente que pareció sacarla de aquel trance psicótico en el que había entrado. Ladeó el rostro hacia su novio, intentando sonreír. Chris comenzó a acariciar su cuello y su cabello, en especial detrás de su oreja. Como respuesta, ella pareció relajarse tras apoyar la cabeza sobre su hombro.

Por un tiempo dejó de oír a la gente de su alrededor, solo podía concentrarse en las caricias de Chris sobre su cabeza, acomapañadas de los tranquilizantes latidos de su corazón y su respiración.

—No te duermas, ya en nada tenemos que embarcar —le recordó, obteniendo un gemido en forma de queja—. Duerme en el avión.

Diana volvió a incorporarse, pellizcándose el puente de la nariz.

Intentó dormir durante todo el vuelo, aunque le fue imposible. Aquella posición era incómoda, por muy confortable que fuera el pecho o el hombro de Chris. A su lado, él simplemente se limitaba a mirar por la ventanilla. Estaba concentrado.

—Ahora que estamos juntos, supongo que no hace falta que me sigas pagando las cosas —murmuró, sacándolo de sus pensamientos.

—¿Cómo? —se giró para mirarla.

—No me siento bien con eso —confesó—. No es lo mismo a que sea un contrato —esta última palabra la dijo en un tono de voz sumamente bajo por las personas que pudieran escucharles— a esto. Eres mi novio, no mi cajero automático.

—Novio —repitió, saboreando las palabras—. Qué bien suena —Diana le dio un pequeño golpe en el brazo—. A mí no me molesta hacerlo.

—Pero a mí sí —replicó—. Siento que me estoy aprovechando de ti.

—¿Y no te sentías así hace unas semanas? —alzó una ceja.

—Sí, desde el principio. Aunque no había lazos, solo quedábamos y luego nos acostábamos, pero sin ataduras, sin compromiso. Antes era como un trabajo, y cuando nos acostábamos era como estar acostándome con mi jefe.

—Bonita comparación.

—Ahora parezco la típica aprovechada y mantenida que le saca hasta las higadillas a su novio —bufó.

—Has puesto el ejemplo del jefe, ¿no? —se giró hacia ella, a lo cual asintió— Si empezaras a tener una relación amorosa con tu jefe, ¿dejarías el trabajo? —ella lo meditó durante unos segundos— Dejarías tu puesto de trabajo solo porque eres su novia.

—Es complicado —respondió con hastío—. Mi relación con mi jefe no tendría nada que ver con mi rendimiento en la empresa. Seguiría haciendo mi trabajo como siempre, mi relación no tendría que interferir en eso.

—Ahí lo tienes —golpeó juguetonamente su muslo—. Vas a seguir haciéndome compañía en las cenas y acompañándome a eventos, seguirás haciendo tu trabajo.

—Chris, no me jodas —clavó sus ojos en él, a lo que Chris suspiró.

—Mira, un acuerdo para que los dos salgamos ganando: yo me encargo de todas las facturas los meses que tú estudies y los meses de verano, te encargas tú, si tienes trabajo. ¿Trato? —extendió su mano para que ella la estrechara.

—Supongo —se encogió de hombros—. Trato —estrechó su mano.

SD | CHRIS EVANSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora