Capítulo 37

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  Planificaron un poco mejor el viaje. Dividieron los días para hacer diferentes actividades. Un día se dedicarían a ir a museos, otros dos a ver monumentos y edificios importantes, dedicarían un día al zoo y otro al acuario, el penúltimo día pasearían por Las Ramblas -y lo que les quedara por ver por el centro- celebrarían año nuevo y el último día volverían al aeropuerto porque no les daba tiempo a nada más. No celebraron el día de Navidad como tal, no lo vieron extremadamente importante. Con el viaje era más que suficiente, y ambos creían haber obtenido el mejor de los regalos dos noches atrás.

El día en los museos resultó ser más agotador de lo que esperaban, iban de un lado a otro continuamente. Y se hacía bastante pesado. Fueron a dos museos de arte y a un museo de historia. Echaron la mañana y casi media tarde en aquellos lugares.

—¿Debería hacerte un retrato a ti? —dijo divertido, al leer que el pintor había dibujado a su enamorada desnuda.

—Arte abstracto —dijo, burlándose de lo mal que dibujaba él—, no es lo mío.

Aquel día no hicieron mucho más, tras dar vueltas por los museos, volvieron al hotel. Volvieron a acabar de la misma forma que dos días atrás y, con sinceridad, no les molestaba que el resto del viaje fuera de aquella forma. Más allá de lo que era hacerlo y el placer, era más por la intimidad que compartían y la unión que aquello significaba.

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Los dos próximos días, apenas cogieron el coche, fueron a pie a todos los lados. Era la mejor manera de verlo todo a la perfección. Vieron la Casa Batlló, La Pedrera y la Sagrada Familia, pasearon por el Park Güell y por Montjuic. Acabaron el recorrido en un campo de fútbol. Diana le miró con una ceja alzada sin poder creerse que la hubiera llevado allí.

El interior era algo oscuro, quizás fuera para que las copas y los trofeos brillaran más bajo las luces de los focos. Había bastante gente dando vueltas, sobre todo niños, y la gran mayoría llevaban puesta la camiseta del equipo.

Cogió su móvil y le hizo una foto a Chris mientras miraba hacia los asientos de su derecha, aunque se aseguró de que también salieran todos los asientos del fondo y las grandes letras blancas, que no tenía ni idea de qué significaban. Vio cómo había quedado, perfecta. No podía ser que ese hombre fuera tan perfecto, incluso su perfil era bonito.

No se cercioró de la decoración navideña de la ciudad hasta que no cayó la noche. Las luces eran resplandecientes, con diferentes formas. Era precioso. Recordó lo mucho que le gustaba aquella época, especialmente por eso.

También pensó que por aquella época en Londres estaría en el Winter Wonderland o paseando por los diferentes mercadillos, aunque no cambiaba aquel momento por nada.

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Los dos siguientes días fueron al zoo y al acuario. Fueron sobre las once de la mañana a cada lugar, aunque en el zoo parecía que los animales seguían dormidos. Comieron allí también, les habría convenido más comer en cualquier otro sitio. Por dos hamburguesas, una cerveza y una gaseosa, casi les pedían un riñón.

Diana disfrutó más estando en el acuario y Chris pudo verlo. Se tomaba su tiempo en cada pecera, leyendo la información, intentando encontrar a todos y cada uno de los animales que supuestamente estaban allí. Se tomaron varias fotos juntos, al igual que habían hecho los días anteriores.

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Desgraciadamente, acabó llegando el penúltimo día. Se vistieron con lo más sencillo que encontraron y volvieron a salir para dar una vuelta por las Ramblas. Diana vio a lo lejos a un pintor haciendo caricaturas, tiempo le faltó para tirar de Chris hasta el lugar. Tuvieron que estar bastante rato completamente quietos, ella sentada sobre su regazo. Les dolían las mejillas de sonreír.

Diana sacó su cartera y le dio lo que debía, adelantándose a Chris con rapidez. Se rieron al ver el resultado, era horrible, aunque era lo que querían.

—Expectativa —dijo Diana, señalándole la cara—, realidad —alzó la caricatura, colocándola al lado de su rostro.

—Me quedo con la caricatura, definitivamente —bromeó—. Mucho más guapa —Diana golpeó su pecho.

El resto del día fue bastante tranquilo. Comenzaron a ducharse y vestirse para bajar al comedor, donde iban a celebrar año nuevo. Mientras él hablaba por teléfono, tras haberse duchado, le tocó a ella.

Salió del baño ya peinada y con el vestido que Chris le compró el primer día. Él seguía concentrado en la conversación. No podía creerse que no le hubieran molestado durante todo el viaje y que justo el día de año nuevo le tuvieran más de una hora al teléfono, cuando su padre estaba allí y Steffan estaba al cargo mientras él estaba fuera.

Giró sobre sus pies, estaba estresado. Pero la vió. Toda esa frustración y estrés desaparecieron casi al instante cuando ella le sonrió. Colgó la llamada tras decirle que ya lo hablarían mejor al día siguiente, sin quitar la mirada de Diana.

La noche transcurrió bastante tranquila. El comedor no había cambiado mucho la decoración, como mucho las mesas -eran grandes y redondas, seguramente para seis u ocho personas-, compartieron mesa con una familia y una pareja. Entablaron cortas conversaciones con ellos, no les conocían de nada.

Diana se mordió el labio al ver a los niños de cinco y siete años, y cómo Chris jugaba y bromeaba con ellos. Se giró hacia ella al sentir su mirada sobre él, le dedicó una sonrisa ladeada antes de inclinarse para darle un pequeño beso sobre los labios.

Tras la cena, los camareros se dedicaron a repartir las bolsas del cotillón, copas, una botella de cava y unas bolsitas con uvas dentro. Diana las miró extrañada, ¿y aquello para qué era?

La señora frente a ella les explicó que se tomaban una uva por cada campanada, que había doce y que no tomárselas daba mala suerte durante todo el año.

—La buena suerte será que me pueda comer las doce en doce segundos sin ahogarme.

Chris soltó una pequeña risa al oírla. Aunque no iba mal desencaminada. Cuando se las tomaron, además de sentir varias arcadas, casi no podían ni respirar.

—Y encima eran enormes. Hijos de puta —murmuró Chris tras tragárselas, ayudándose de un trago de cava.

Hicieron una pequeña fiesta con música de todos los tipos, aunque al principio iba más dirigida a los niños. A medida que iba avanzando la noche, la música iba cambiando. Era más música electrónica y pop, fácil de bailar. Y ella no desperdició la oportunidad de sacar a Chris a bailar. Ambos iban con un par de copas de más, por lo que, aparte de no saberse las canciones, no había nada que les impidiera bailar haciendo el ridículo.

Bailaron un par de canciones lentas antes de decidirse por volver a la habitación. Al día siguiente debían tomar un avión de vuelta a la realidad. Diana seguía a Chris con dificultad, iba haciendo eses constantemente, ella había bebido un poco más que él. Al menos podría decirse que él seguía bastante consciente de todo. Se tropezó con la moqueta, cayendo casi de cara contra el suelo. Chris se giró al escuchar el ruido y la encontró en el suelo, riéndose.

—Vamos, borracha —la tomó en brazos.

La ayudó a quitarse los zapatos, el vestido y las medias, y le puso el pijama. Chris también se puso el pijama y se tumbó junto a ella. Diana le miraba con los ojos entrecerrados, estaba intentando verle con claridad, pero seguía viéndole borroso e incluso doble. Iba a decir algo, pero Chris la interrumpió con un pequeño beso en la frente.

—Duérmete. Mañana va a ser un largo día.

No había bebido tanto, pero ahí estaba, como una cuba, dándole la espalda y seguramente ya dormida. Sonrió para sí mismo y dio media vuelta para dormir él también. 

SD | CHRIS EVANSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora