Chris miraba con atención a Diana mientras ella hablaba sobre el asunto de Lorena. Caminaba de un lado a otro enfadada, murmurando y suspirando de vez en cuando. Se rascaba la frente y echaba la mirada al cielo, se detenía, pero al poco tiempo volvía a moverse en círculos. No solo estaba enfadada, se sentía frustrada por no poder hacer nada. Su amiga estaba metida en una mala situación de la que ella no podía sacarla. Chris se levantó de la cama y se acercó a ella, rodeándola con sus brazos y pegándola a él.
—Me estás mareando con tantas vueltas —susurró de manera divertida en su oído.
Diana sonrió débilmente y se decidió por rodear su cintura para completar el abrazo. Sintió su incipiente barba raspando sobre su frente y poco después sus labios, depositando un beso en la misma zona. Diana no pudo evitar sentir un calor recorrerla de los pies a la cabeza.
—Seguro que se acaba solucionando todo pronto —le acarició el cabello castaño—. Que haga lo que le dijiste. En cuanto tenga el dinero, que le pegue una patada en el culo. Que salga con él todo lo posible, que le pida dinero para comprarse ropa... Así tardará menos en conseguir el dinero suficiente para sobrevivir durante un tiempo.
Se separó de él, introduciendo sus manos en sus bolsillos. Sabía que eso era lo único que podía hacer, pero no estaba segura de que fuera la mejor decisión. ¿Iba a estar bien con un tipo que le prohibía ser ella misma y que la hacía sentir menospreciada? Sabía cómo acababan ese tipo de historias y no quería que su mejor amiga pasara por eso.
—Lorena sabe cuidarse sola —la intentó tranquilizar Chris a sus espaldas—. Ya verás como todo sale bien.
Giró sobre sus pies, encontrándose con sus preciosos ojos azules intentando darle algo de confianza. Sonrió débilmente y se acercó a él para darle un pequeño beso. Profundizaron más el beso cuando lo agarró del cuello y el entrelazó sus dedos tras su espalda para tenerla más cerca. Sentían que una vez empezaban, no podían acabar.
—Tendríamos que empezar a ir hacia el aeropuerto, ¿no crees? —rió.
—Sí —suspiró Chris—, aunque se está tan bien aquí y ahora.
Diana rió, separándose finalmente de él.
—¿Lo tienes todo? —alzó una de sus finas cejas.
—Sí —pensó durante unos minutos, rascando su barbilla—. Dos maletas, los pasaportes, los billetes... No hay manera de que se joda el viaje.
Chris lo tenía todo preparado y esperaba que todo sucediera tal y como lo había imaginado. Quería que ella desconectara de su vida, que se divirtiera, junto a él. Pero sobre todo quería confesarle de una vez lo que sentía, cómo le hacía sentir. De alguna manera, estaba seguro de que ella se sentía igual hacia él, solo necesitaba escucharlo de Diana.
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Tras un corto viaje en coche, llegaron al aeropuerto de Heathrow. Aparcó su coche en el aparcamiento y se aseguró de no dejar nada de valor allí. Nunca había sufrido ningún incidente y su coche tenía una alarma bastante potente y sensible, aunque prefería no arriesgarse. Ser precavido no le costaba nada. A su izquierda estaba Diana, mirándole con atención mientras él casi desmontaba el coche.
—Cualquiera diría que viajas continuamente por negocios —rió.
—Nunca se sabe qué puede pasar. Además, nunca me había ido tanto tiempo. Prefiero no dejar nada aquí —sacó un estuche de la guantera y una cartera—. Es por alguna emergencia —se encogió de hombros—, siempre la llevo en el coche. Si me dejo la cartera que siempre llevo, al menos tengo algo de dinero en esta.
—Un hombre con recursos —asintió Diana—. Pero, ¿si la sacas no corres el riesgo de olvidártela cuando volvamos? Métela otra vez en la guantera, y las gafas igual. El coche está en un parking, no en medio de mi barrio. No va a pasar nada.
Chris suspiró resignado. En cierto modo tenía razón. No sabía qué le pasaba, estaba nervioso y ansioso. Seguramente ella estaba pensando que era un estúpido. No sabía ni lo que decía ni lo que hacía, y nunca se había sentido de esa forma.
Estaba seguro de saber lo que hacía, siempre que había estado con alguna mujer, había sabido controlar la situación, pero con Diana sentía que hacía el ridículo o decía tonterías continuamente, o al menos cada vez que se lo permitía a sí mismo al desconectar su cerebro. Era definitivamente un imbécil.
Diana bajó del coche antes que él y sacó las maletas mientras él se dedicaba a colocar todo de vuelta en su sitio. Cuando finalmente se bajó, la vio esperándole con una mirada divertida.
—Te noto algo nervioso —arrastró su maleta hacia sus manos, rozando sus finos dedos con los suyos—. Creo que ya sé lo que te pasa.
A Chris se le detuvo el corazón de golpe. Había sido demasiado obvio y se había boicoteado a sí mismo. Todo lo que había planeado no iba a servir de nada. Podía sentir su corazón bombeando sangre, los sonidos acelerados de sus latidos llegaron hasta sus oídos.
—Tienes miedo a volar —sentenció.
Por dentro suspiró de alivio y su corazón volvió al ritmo normal. Sonrió con nerviosismo y asintió.
—En efecto —agarró el mango de su maleta con una mano—. No importa cuánto viajes. Si le tienes pánico a los aviones...
Diana sonrió comprensiva. Ese hombre iba a acabar con ella en cualquier momento. Esa mirada tierna y su perfecta sonrisa le derretían el corazón. Se había estado preguntando a qué se debían esos nervios desde que se vieron aquella mañana. Por un instante creyó que era por ella. Aunque se abofeteó mentalmente a sí misma por ingenua. Estaba claro que se traían sexualmente, pero no había nada más allá de eso. Aunque deseara que fuera así, era improbable.
Algo que odiaban ambos, y seguramente la mayoría de los presentes en el aeropuerto también, era la espera previa a montarse en el avión. Una hora y media, en concreto. Tras
haber empacado las maletas y pasar por los diferentes controles, solo les quedaba dar vueltas por las tiendas, tomar algo -que te saliera por un ojo de la cara- en cualquier bar o cafetería, o simplemente sentarse en la puerta correspondiente hasta que les avisaran de que podían ir haciendo fila para pasar.
Optaron por la primera opción. Ambos se veían incapaces de quedarse sentados en una silla tan incómoda por tanto tiempo y no es que tuvieran demasiado apetito en aquel instante como para pedir algo en una cafetería.
Estuvieron mucho tiempo hablando y señalando objetos curiosos o que simplemente les hacía gracia. Estar allí tanto tiempo era bastante incómodo. Chris había agradecido el hecho de ir con unos vaqueros y una camiseta blanca, casi igual que ella. Los mocasines y el traje no eran extremadamente incómodos, pero no estaban hechos para ser puestos en una situación como esa, y él lo sabía perfectamente.
—¿Y por qué no vas así vestido cuando viajas por negocios? —inquirió con curiosidad mientras le echaba un vistazo a la tienda.
—Muchas veces salgo del aeropuerto y tengo que ir directo a una reunión —respondió, deteniéndose en los estantes que tenía enfrente—. Imagínate que me presento en una reunión como voy vestido ahora, o en chándal. Las apariencias son fundamentales.
Diana lo miró con comprensión. Sabía que él había aprendido aquello por sí mismo, con experiencia, aunque también tenía bastante claro que era algo inculcado por sus padres.
—Así que, si vas en chándal, pero tienes una idea o una oferta increíbles, ¿hacen oídos sordos?
—Más o menos —se encogió de hombros—. No te toman en serio.
Miró su reloj. Lo mejor era que se dirigieran a la puerta de embarque, no quedaba mucho para que su vuelo saliera.
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SD | CHRIS EVANS
FanfictionSUGAR DADDY Él no pensaba permitir que a ella le faltara de nada y ella a cambio debía estar completamente disponible para él. Un contrato mutuamente beneficioso, lo llaman. NOVELA REGISTRADA Y CON TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS