Capítulo 11

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  Una vez acabó, salió de la ducha y se envolvió en una toalla. Pasó una mano por el espejo empañado y observó su reflejo. Suspiró pesadamente antes de secarse y comenzar a vestirse con la ropa que Chris le había dejado: unos calzoncillos, una camiseta gris y unos pantalones de chándal negros. Obviamente todo le quedaba algo grande y tuvo que apretar con bastante fuerza el nudo de los pantalones para que no se cayeran y, acto seguido, los calzoncillos.

Tras haberse secado algo el pelo, lo suficiente como para hacer desaparecer la humedad, soltó un pesado suspiro y esperó durante varios segundos de pie frente a la puerta, preguntándose cómo salir y cómo actuar.

Colocó su mano en el pomo y lo deslizó hacia abajo lentamente, empujando la puerta con delicadeza. Pasó por el dormitorio y ni siquiera se detuvo en observarlo todo, y mucho menos de tocar algo, sabía que todo debía costar un pastizal y no estaba dispuesta a que sus torpes manos rompieran algo que ella no pudiera pagar -al menos sin vender alguno de sus órganos.

Y allí estaba él, esperándola sentado en la mesa, donde ya había comida servida. "¿Tanto tiempo he estado en el baño?" pensó mientras se acercaba a la mesa y se sentaba frente a él.

—Ya pensaba que te había tragado el desagüe —bromeó, a lo que ella no pudo evitar sonrojarse de la vergüenza.

—Lo siento —se cubrió la cara con una mano—, es que se estaba tan agusto que se me ha pasado el tiempo volando.

—Tranquila —negó con la cabeza—. He pedido pizza, espero que no te importe.

—No, ¿cómo me iba a importar? —sonrió— Es genial, gracias.

Y mientras observaba la pizza familiar Prosciutto que había frente a ella, pensaba en qué momento se había evadido tanto en sus pensamientos como para quedarse bajo la ducha durante casi media hora.

Chris tomó una porción de pizza y se la ofreció, volviendo a sacarla del trance en el que estaba. Estudió cada uno de sus movimientos. Ella tomó la porción, rozando ligeramente sus dedos, con timidez, y se lo llevó descuidadamente a la boca. Era una chica educada, no le cabía duda, aunque la faltaba muchísima práctica, podía ver que a veces entreabría los labios mientras comía y, a pesar de tener los labios sellados, podía notar como ella pasaba su lengua por sus dientes.

No podía evitar observar lo delicada que parecía, aunque él intuía y sabía que esa chica no tenía nada de delicado; ella ya se lo había dejado bastante claro casi una hora antes.

—¿Cómo acabaste yéndote de casa tan pronto? —preguntó con curiosidad, lo que casi hizo que ella se atragantara.

—¿Cómo? —frunció el ceño.

—Lo siento, es una pregunta fuera de lugar —se disculpó, aunque ella le interrumpió y prosiguió a responder su pregunta.

—No me llevo necesariamente bien con mis padres —se encogió de brazos—. Bueno, con mi madre sí... a veces... cuando no... —se detenía continuamente y seguía, intentando hallar las palabras adecuadas— Es complicado.

—Lo entiendo —él le sonrió, dándole a entender que la comprendía.

—Empecé a trabajar a los dieciséis años en la ferretería del pueblo, era un amigo de la familia. Lo compaginaba con los estudios —cogió otra porción de pizza—. En cuanto cumplí los dieciocho, cogí los ahorros que conseguí tener durante esos dos años y alquilé la casa en la que estoy viviendo ahora. Tenía bastante ahorrado. Pude pagarlo todo el primer año y, más o menos, salía adelante cada mes sin problema. Estuve mucho tiempo sin trabajo y a ningún sitio le interesaba una universitaria que tenía que compaginar el trabajo con veinte horas semanales de clases presenciales. El único sitio era una pequeña tienda en mi barrio, en la que estuve trabajando sin contrato hasta que apareciste tú. Y en verano no hubo manera tampoco, por la falta de experiencia y de formación. Con ese trabajo no me llegaba a nada y de cada vez acumulaba más deudas. Y eso nos lleva a por qué me convertí en una sugar baby.

Chris le sirvió algo de agua en su vaso. Juraría que era la primera chica que conocía, sabía que seguramente había más como ella, que decidió ser una Sugar Baby porque no le quedaba más remedio. Las otras Sugar Babies que tuvo antes de conocer a Kristen solo querían tener un Sugar Daddy para llevar un ritmo de vida elevado, ¿acaso él las podía culpar? Era un mundo demasiado tentador.

—Eres un hombre joven, guapo, amable, agradable... Ahora en serio, ¿por qué necesitas una Sugar Baby? —repitió la misma pregunta que le hizo el primer día que se vieron.

—Nunca he sido un hombre al que le guste comprometerse —obvió lo sucedido con Kristen, no quería que pensara que era tan rastrero como para hacer algo así—. Siempre me he concentrado en mi carrera, en mi vida profesional —quizás eso fue lo que acabó con su anterior relación— y mis padres son... ¿anticuados? —frunció la nariz— Creen que estaría muchísimo mejor con una mujer —se encogió de hombros—, así que voy a los eventos con una chica durante un tiempo, hasta que ambos pensamos que el contrato ha durado demasiado, ella desaparece y yo me invento una ruptura.

—¿Y no es más fácil pasar de tus padres? Tienes treinta y siete años —se rio.

—Ojalá fuera tan fácil —dio un trago de agua y Diana entendió que era demasiado pronto como para intentar averiguar más.

**Anécdota: Casi os subo el capítulo que no tocaba porque el Word me iba como el culo hoy. Menos mal que me he dado cuenta.

Espero que os guste!!!

SD | CHRIS EVANSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora