«Manifestum est»
Arus y yo aparecimos en el bosque, lejos del castillo y las colinas. La ansiedad intentó dominarme de nuevo al haberme separado de Jared de esa manera. Esto no podía ser el final, Amira y yo necesitábamos más tiempo. Con él. Con nosotros. Con nuestro bosque. Acabábamos de prometer —hace tan solo algunas horas— que nos amaríamos hasta la muerte y jamás me imaginé que aquello estaría tan cerca. Acechándonos. Pensé que tendríamos mucho más tiempo.
Sacudí mi cabeza, intentando alejar esos pensamientos que me estaban dominando.
Arus comenzó a dibujar un pentágono en la tierra, utilizando su magia. En cuanto la última línea unió los cinco picos, todos se pintaron de plateado y comenzaron a brillar intensamente.
—Es para mantenerlo en su lugar —explicó—, pero si el demonio resulta ser más fuerte esto no servirá de nada.
—¿Y cómo lo sabremos?
—Si se abalanza sobre ti será una mala señal.
—No me digas —ironicé.
Arus sonrió y me di cuenta de que aquello había sido una broma, pero mis nervios estaban de punta y mi actitud hacia las bromas era intolerable en esos momentos.
—Apártate —me ordenó. Di algunos pasos hacia atrás, alejándome un poco del pentágono. Arus se paró frente al pico principal y extendió sus manos—. Diabolus utitur ad hoc manifestum est —dijo con voz clara y potente.
La estrella comenzó a brillar con más intensidad y Arus la miró con un rostro lleno de concentración.
—¡Manifestum est! —repitió.
El pentágono destacó como un sello en la tierra y una figura alta apareció justo en el centro de la estrella, de frente a mí. Sus ojos rojos cayeron sobre los míos y un fuerte rugido escapó de su garganta, retumbando fuertemente en el bosque. Su piel era negra como carbón, recordándome a los demonios que Enzo trajo a Sunforest.
Con dos largos pasos intentó acercarse a mí, pero el pentágono funcionó y lo mantuvo encerrado en una cárcel plateada, impidiéndole ir más allá de los picos de la estrella.
—¿Por qué has osado invocarme? —me preguntó con una voz ronca y tan rasposa que producía escalofríos.
Yo alcé mi barbilla, dejando salir toda la rabia y desesperación que me estaba quemando.
—Han secuestrado a mi esposa y la han llevado al infierno —anuncié—. Necesito que me digas en dónde está.
El demonio había adoptado una posición de ataque al darse cuenta de que estaba encerrado, pero al escucharme se enderezó y me miró con un brillo que no alcancé a comprender.
—Sé quién es tu esposa —anunció—. Es la humana de la profecía.
—Su nombre es Amira Rey —respondí— harías bien en recordarlo.
—Y tú harías bien en olvidarte de ella.
Apreté mis labios al escucharlo, verdaderamente molesto con sus palabras.
—¿Eso qué quiere decir? —escupí.
—Averígualo tú mismo.
—Necesitaré ir al infierno para eso —lo tenté, esperando que cayera.
—¿En serio crees que soy tan estúpido?
Miré a Arus, quien continuaba atrás del demonio. Él asintió con una cabeceada apenas perceptible y su cuerpo se desintegró para convertirse en humo gris, entonces comprendí lo que iba a hacer.
El humo flotó en el aire y traspaso el pentágono, sin que el demonio se percatara de su presencia. Comenzó a rodear su cuerpo para inmovilizarlo y entró por los dos orificios de la nariz.
El demonio abrió sus ojos con sorpresa y comenzó a asfixiarse por la intromisión. Movió su cuerpo, intentando alcanzar a algún ser invisible con sus garras, pero Arus logró entrar sin ningún problema y el humo gris desapareció por completo cuando lo hizo. Se quedó muy quieto durante algunos segundos, parpadeando y moviendo su cabeza de lado a lado.
—¿Arus? —pregunté sin estar seguro de si algo había salido mal.
—Es raro estar dentro de una energía tan malévola.
—¿Puedes controlarla?
—Creo que sí.
—¿Crees? —insistí.
—Hazte a un lado —dijo alzando los brazos del demonio.
Me aparté mucho más del pentágono para darle espacio en caso de que algo saliera mal. Arus gruñó y los brazos comenzaron a temblarle.
—Es fuerte —explicó ante mi mirada—. Está intentando recuperar el control.
—Tú puedes, Arus. Recuerda que Ami está en peligro.
Él asintió con determinación y, tras algunos minutos de concentración, chispas rojas comenzaron a aparecer en el aire.
—¡Eso! —grité aliviado.
El demonio sonrió, controlado por Arus, cuando las chispas se incrementaron y un óvalo comenzó a crecer entre ellas, formando un largo espejo.
—¡Crúzalo! —me ordenó—. Yo te seguiré.
No perdí más tiempo y con un salto atravesé el portal recién creado. Flexioné mis piernas y caí de cuclillas al otro lado, mirando a mí alrededor con el ceño fruncido. El demonio apareció a mi derecha y se giró para desvanecer el portal con un rápido movimiento.
—¿Lo logramos? —pregunté confundido. Seguíamos en el bosque y por un momento imaginé que algo había salido mal.
—Si —respondió Arus con la voz gutural del demonio.
Entonces esto era. Oficialmente estábamos en el infierno.
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Sunforest 2. Joham Rey. [Disponible en físico]
Fantasy«Crucé mis brazos y observé algunos segundos el cielo. Hace poco que había anochecido y pinceladas de distintos colores pintaban la noche oscura. Nunca me cansaba de ese espectáculo. Ni de ese cielo. Ni de esa paz. Hacía ya seis años que Isis había...