«Amor»
Aparecimos dentro del castillo, en el ala principal y lejos de la pelea.
—¡Suéltame! —grité al sentir sus uñas aferradas a mis brazos.
—¿Para que vayas y hagas alguna tontería? —me reprendió.
—¡Deja de actuar como si fueras mi maldito padre! —escupí.
—Te guste o no, lo soy —respondió—. Y no voy a dejarte solo en esto.
El enojo me ayudó a potenciar y canalizar mi magia, la cual utilicé para quemarle las manos y obligarlo a soltarme. Sorprendido, Arus dio dos pasos hacia atrás y se limitó a mirarme.
—Atacaste a mi esposa y a mi hija —lo acusé.
—¿Es que no lo entiendes? —susurró Arus—. Hará falta mucho más que eso para vencerlas.
—¿Y quién habló sobre vencerlas? —le recriminé—. Lo que queremos es recuperarlas.
—¿Y si no logras recuperarlas? —me retó—. ¿Entonces qué harás? ¿Quedarte sentado de brazos cruzados?
—No te metas en esto.
—El bosque está en peligro, tengo que meterme o todos moriremos.
—Puedo recuperarla —insistí.
—¿Cómo?
—Aún no lo sé...
Arus suspiró, pasando del enojo a la resignación.
—Yo tampoco lo sé —me dijo con cautela—, pero lo que sí sé es como puedes vencerlas.
Lo miré con verdadero odio, sin poder creer que aquellas palabras habían salido de su boca.
—¿De qué hablas?
—Cuando naciste, hice un hechizo para reprimir tu magia de hada —confesó, dejándome helado—. Fue necesario para mantenerte a salvo y que no llamaras la atención, pero ahora que lo sabes, bueno, puedo deshacerlo...
—¿Para atacar a Amira? —pregunté, incrédulo.
—Al menos, para defenderte de Amira.
Un golpe sordo se escuchó muy cerca del castillo y Arus cerró los ojos, intentando concentrarse.
—Ha logrado infiltrar al ejército de Azael —me avisó alzando sus párpados y clavando sus plateadas pupilas en mí.
—¿Cómo lo sabes?
—Mis hadas me lo han comunicado.
Me giré, decidido a ignorarlo y buscar a Dandelion, pero él volvió a aparecer frente a mí y me cortó el paso.
ESTÁS LEYENDO
Sunforest 2. Joham Rey. [Disponible en físico]
Fantasy«Crucé mis brazos y observé algunos segundos el cielo. Hace poco que había anochecido y pinceladas de distintos colores pintaban la noche oscura. Nunca me cansaba de ese espectáculo. Ni de ese cielo. Ni de esa paz. Hacía ya seis años que Isis había...