Cuando entré a la habitación de Jared, tres personas alzaron sus ojos al mismo tiempo y me miraron. Sonreí para intentar no preocupar más a mi hijo, ya que la mirada de él fue la más inquieta.
—Hola —le dije a mi pequeño y me senté en su cama para darle un fuerte abrazo y besarlo en la coronilla.
—Hola —respondió él, cabizbajo.
Raúl y Samara me miraron en silencio, los dos se veían preocupados pero en ese momento yo no tenía energía para tranquilizarlos.
—Samara, ¿podrías llevar a Raúl a su habitación?
—¿Mi habitación? —respondió el inmune, sorprendido.
—Dandelion y yo creemos que no es buena idea que regreses a la Tierra... por ahora. Arus ha levantado un hechizo en tu cuarto para que estés a salvo.
—Pero —dudó— no puedo simplemente desaparecer de mi vida. Ana va a preocuparse.
Yo lo miré, bastante serio.
—No te obligaré a quedarte —expliqué con paciencia— pero piénsalo. Aquí estarás a salvo. Y si vuelves a casa podrías poner a Ana en peligro.
Él bajó la mirada, pensativo, pero pareció estar de acuerdo conmigo ya que no volvió a negarse.
—Gracias —murmuró.
—No tienes nada que agradecer —aclaré—. Ahora, ¿podrían darme un momento con Jared?
Samara asintió y se puso de pie con un salto, haciéndole una seña a Raúl para que la acompañara. Ambos salieron, dejándome a solas con mi hijo.
Ya había anochecido, por lo que él traía puesta su pijama. El resto del día se me había ido entre pláticas con Dandelion, en las que no habíamos logrado resolver nada ni llegado a ninguna conclusión. Prácticamente había sido tiempo perdido, salvo por el hechizo que colocamos en la habitación de Raúl y Jared para que estuvieran protegidos en caso de que Amira decidiera aparecer.
Me senté en el centro de la cama y cargué a mi hijo para sentarlo sobre mis piernas. Él alzó su rostro y me miró, con unos ojos verdes bastante intensos.
—Estoy triste —me informó.
Yo pasé una mano por su cabello, intentando consolarlo con la caricia.
—¿Por qué estás triste? —pregunté, intentando comprender cuanto sabía.
—Mamá no está. —Mordí el interior de mi mejilla, pero asentí. No iba a mentirle a Jared.
—Mamá no está —confirmé— pero aquí estoy yo.
—La quiero a ella —dijo haciendo un puchero y el borde de sus ojos se llenó de lágrimas. Dejé salir un suspiro.
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Sunforest 2. Joham Rey. [Disponible en físico]
Fantasy«Crucé mis brazos y observé algunos segundos el cielo. Hace poco que había anochecido y pinceladas de distintos colores pintaban la noche oscura. Nunca me cansaba de ese espectáculo. Ni de ese cielo. Ni de esa paz. Hacía ya seis años que Isis había...