Capítulo 18 La misión de Snape Con la colaboración de Nahuel y Mailén Melis

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Con cuatro horas de sueño, mucho en su cabeza para meditar y deseos de triunfar, Harry bajó a desayunar acompañado por Ron que no cesaba de abrir la boca cada vez que Harry agregaba detalles al relato de su paseo nocturno.
- Sólo espero que con tantas cosas puedas hacer un buen trabajo esta tarde en el partido.- Comentó Ron.
- Lo haré, si pude enfrentar a los mortífagos, creo que puedo con un poco de cansancio, además no soy de los que duermen mucho.- Repuso Harry sonriendo.
Antes de almorzar, la profesora McGonaggal reunió al equipo para darle las últimas recomendaciones, pero más que nada para infundirles coraje al enfrentar el partido, luego despidió a todos y le pidió a Harry que se quedara un momento. 
Como adivinando las preocupaciones que ocupaban la mente de Harry, la profesora McGonaggal dijo: - Quería pedirte que pongas tu cabeza en lo que vas a hacer en unas horas, deja las demás cosas en manos del profesor Mbawe y en Francine, ellos son muy capaces, además llevan la ventaja de la guardiana. Por una vez sé solo un alumno defendiendo un premio para sus compañeros y su colegio. 
Harry sonrió al sentirse descubierto. – Lucharé con todas mis ganas.- Le aseguró convencido. Luego se puso serio y preguntó: - Si algo sale mal, usted me dirá enseguida ¿no es cierto?
- Claro.- Respondió la profesora McGonaggal en un tono poco firme.- Pero nada malo pasará, no te preocupes.- Le aseguró.
Luego de la conversación, Harry y la profesora McGonaggal salieron del carruaje a almorzar. Ron no lo dejó en paz colmándolo de preguntas hasta que Harry le contó con lujo de detalles toda la conversación con la profesora McGonaggal y con la guardiana, hablando de forma rara por su boca colmada de comida, además de decir todo en clave para evitar que los demás supieran de qué estaban hablando.
La placidez posterior a una buena comilona tuvo un efecto fatal sobre Harry pues comenzó a adormecerse, le preocupaba mucho que sus reflejos estuvieran igualmente adormecidos y aletargados ya que el buscador del equipo contrario, era bastante veloz y requeriría de él toda la adrenalina posible.
Así luchó hasta las cuatro de la tarde en que se dirigieron a los vestidores para comenzar el partido. Todo el nerviosismo del grupo, las conversaciones aceleradas y los movimientos electrizados lograron el milagro: la modorra que no quiso abandonarlo durante toda la tarde ahora salió volando por la puerta que daba al estadio. 
Pocos minutos después una potente y sensual voz anunció la entrada al estadio, del equipo del colegio Hogwarts, nadie gritó ni dijo nada a pesar de que las gradas estaban colmadas al tope de sus posibilidades con los trajes azules oscuros. Las banderas celestes con la frase en rúnico y el escudo de Hogwarts se agitaron con el viento como único saludo. Ese vacío llenó de desolación el estómago de Harry y del resto del equipo, extrañaron los aplausos de sus simpatizantes, aunque si ganaban seguramente esto sucedería de nuevo en Francia, así que respiraron hondo, recordaron las palabras alentadoras de la profesora McGonaggal y se enfrentaron al otro equipo. El referí, un hombre regordete y con gruesos anteojos, hizo que los capitanes se saludaran, luego ordenó que se alzaran las escobas y dio inicio al partido.


La mañana se inició mientras caminaban por unas suaves colinas. El sol salió por detrás de las montañas coronadas de robles y comenzó a colarse por su follaje. Pero nada de esto era importante. La guardiana encabezaba la marcha con un paso tan rápido y veloz que quitaba el aliento, aún a dos experimentados exploradores como Sirius y Francine. 
Caminaron detrás de la mujer y observaron que ella parecía olfatear algo en el aire, de tanto en tanto se lamía su mano y la alzaba como acariciando un ser invisible, susurraba palabras que Francine no podía comprender, en un momento Sirius se acercó a ella y le dijo al oído: - Está hablando en rúnico, recuerdo algo de este idioma.
- No es aquí. – Concluyó la guardiana.
Observó el horizonte, entrecerró sus ojos y se interesó por un curioso bailotear de las hojas secas de roble y por una singular forma de volar de las moscas.
- Allí, allí, ésa debe ser.- Dijo la guardiana subiendo una loma de forma intrépida.- Esas hojas no responden a la dirección del viento, deben estar atrapadas en el conjuro. Un error muy común en magos no muy entrenados.- Comentó con la voz entrecortada por la carrera.
La guardiana demostró poseer la agilidad de una jovencita saltando por encima de unos megalitos que tenían en su corazón grabadas figuras espiraladas, serpientes con dos cabezas que se enfrentaban o reptiles que se cerraban sobre sí mismos encerrando largos textos con runas gastadas por las centurias bajo la lluvia. Francine y Sirius corrieron detrás de ella trastabillando y resbalando en la pendiente.
Ya en la parte más alta de la colina, la mujer alzó sus manos y acarició nuevamente el aire , de modo que semejaba estar tocando una superficie invisible. Repitió las largas frases en rúnico y, ante la mirada fascinada de Sirius y Francine una delgadísima línea negra apareció en el aire como si se tratara de un hilo suspendido. Esta línea formó un arco y luego se cerró rectamente en la base.
- “Tiempo sin tiempo, espacio sin realidad, mundo sin puente, castillo sin rey. Runa mágica de los antiguos magos, haz que el vacío se pueda observar”- La guardiana dibujó en el aire con su dedo índice una runa mientras hablaba, luego colocó la mano a la altura de su cabeza y empujó hacia adentro abriéndose un espacio, con forma de ventana, completamente negro en medio del paisaje, como si alguien hubiese recortado la pintura de un cuadro dejando ver un terciopelo negro colgado al fondo.- Deberán guiarse por todos los sentidos cuando estemos adentro, allí no hay manera de saber dónde es arriba o abajo, eso es la nada, allí debe estar vuestro amigo.- Explicó la guardiana.
Los tres se metieron en el espacio negro. Tal como lo predijera la guardiana allí, mirara donde se mirara sólo se veía oscuridad, una vez que la puerta se perdió , no podía saberse hacia adónde estaban avanzando.
- No se dejen invadir por la desesperación, esta prisión es ante todo una prisión para la mente.- Aconsejó la guardiana con una voz que a pesar de sonar cerca, no podía hallarse la dirección de dónde provenía.
Anduvieron un buen rato en ese mar de nada , no podía decirse cuánto tiempo pues allí todo era inmensurable, Francine sentía que le faltaba el aire y Sirius se escuchaba jadeante y muy cerca, pero no podía percibirse el calor de su cuerpo ni el aire de su aliento.
- Esto no es suficiente, deberé usar un conjuro para hallarlo.- Dijo la guardiana con voz tensa. Sus palabras dejaron de temblar, se había detenido.- “Runa mágica de los antiguos hechiceros druidas, muéstranos el camino”. – Dijo la guardiana con una voz profunda y lenta.- “Lumos”- Una tenue luz le iluminó la cara pero ninguna otra cosa a su alrededor.- ¡Muchacho!- Llamó la guardiana.- ¡Joven Black! Deberás ayudarme. Enciende tu varita y luego repite conmigo el conjuro que voy a pronunciar.- Ordenó la guardiana, y sin esperar respuesta agregó: - Francine deberás estar atenta a cualquier cosa que veas, no importa lo que sea, un animal pequeño, una piedra, un árbol, incluso heces, pues son imágenes del prisionero, lánzate sobre ello y no lo dejes escapar.
Francine se preparó mirando a su alrededor.
La guardiana acercó la varita a su rostro y lo mismo hizo Sirius. Se veían muy extrañas sus facciones así iluminadas haciendo parecer que sus cabezas flotaban en un espacio nocturno y vacío de estrellas.
- “Runa mágica, runa Thurisaz muestra el camino. Muéstranos al prisionero.”- La guardiana movió sus brazos y la luz de su varita volvió a su rostro de arcilla blanda modelándoselo al capricho de sus movimientos.- Imagina al joven Snape, dibuja en tu mente un camino, olvídate que estás aquí y repite conmigo el conjuro.- Le indicó la guardiana a Sirius. – “Runa de los viejos y poderosos druidas ,dinos dónde ir. Thurisaz, muestra el camino, señala al prisionero.”
Sirius repitió el conjuro, luego lo hizo junto a la guardiana tres veces más, pero nada sucedía. Francine podía sentir una bola de terror bajando por su garganta hasta el estómago. No solamente no encontraban a Snape sino que ellos mismos habían perdido la entrada.
La guardiana bajó su varita e hizo unos movimientos allí, como si escribiera algo y luego le dijo a Sirius:
- Necesito de todo tu poder, eras buen mago de niño así que podrás ayudarme, pero no te dejes doblegar, cuando sientas que algo te quema en tus miembros sosténte, por que significa que está funcionando.
- Lo haré.- Aseguró con su voz salida de los labios deformados por las luces tenues de las varitas.
- “Convoco ahora los poderes de los antiguos druidas, convoco el poder de los dioses por ellos invocados. Signa el camino, marca al mago ¡Oh runa blanca! Signa la huella y déjanos partir. ¡Oh runa blanca, runa de Odín!" 
Una energía invisible fluyó por todo el cuerpo de ambos magos, cada cual sintió que estaba llegando al límite de sus fuerzas, la energía estaba haciéndose insoportablemente ardiente, pronto desfallecerían.
- ¡SEVERUS DIME DÓNDE ESTÁS! ¡DÉJAME SALVARTE TAL COMO LO HAS HECHO TÚ CONMIGO!- Gritó Francine inesperadamente rompiendo con la solemnidad del ritual mágico. Y perdiendo toda cautela, salió corriendo y desapareció en la nada.
- ¡NO!- Gritó Sirius abandonando el conjuro e intentando ir tras ella, pero la guardiana lo retuvo.
- Déjala, la encontraremos.- Lo tranquilizó.
Levemente, hacia un costado, comenzó a aparecer un resplandor azulado en cuyo centro se iba dibujando la silueta de una persona arrodillada en el suelo.
- ¡Allí está!- Señaló aliviado Sirius, luego corrió hacia ella. A medida que se acercaba la escuchó llorar. Eso lo llenó de desazón.
- ¡Está muriendo! – Lloró Francine al verlos acercarse.
El resplandor era ahora una luz celeste que también se perdía en el vacío. Todo se volvió celeste dejando ver a los presentes pero nada más allá. Sirius y la guardiana apagaron sus varitas y se acercaron a la mujer.
Francine sostenía sobre su falda el torso de un mortífago desvanecido.
- Ya casi no le quedan fuerzas.- Lloró Francine acariciándole el cabello hacia atrás.- Le he dado mi poción revitalizadora pero ni siquiera mejoró su respiración.
- Su debilidad no es física hija mía, es su espíritu el que ha caído. Sostener el conjuro para conectarse con el niño Potter y soportar este lugar tanto tiempo, quebraron su espíritu. Intentaré revivirlo. Tú lo conoces ¿No es cierto?.- Francine asintió con un sacudimiento de su cabeza.- Bien háblale, pero no le digas cosas hermosas, enójalo, eso suele ser mejor en estos casos.- La guardiana le sonrió dulcemente y mostró sus dientes manchados.
- Haré lo que me digas ya que lo que sé hacer no ha funcionado.- Francine arrastró al hombre sobre sus piernas y luego colocó la boca junto a su oreja, así comenzó a susurrarle.
- Sowelu, devuélvele la fuerza vital, Teiwaz dale a Severus la entereza que necesita para regresar el camino que ha iniciado hacia su propio fin.- Recitó la guardiana mientras dibujaba algo sobre el cuerpo de Snape con la punta de su varita.
Francine le susurraba al oído constantemente, mientras su madre hacía los conjuros sanadores. Había una intimidad entre esas dos figuras, una cercanía tal que Sirius no pudo evitar sentirse incómodo, por momentos parecía un extraño que estaba espiando algo íntimo de un desconocido. Esa sensación le abrochó el estómago. Deseaba que viviera, deseaba que muriera, pero sobre todo que eso terminara de una vez. Para él, el vacío no había sido tortura tan siniestra como aquella visión.
De pronto Snape comenzó a reaccionar, se movía levemente levantó su barbilla y observó el rostro de Francine, le sonrió desde este rostro de mortífago y luego dijo con una voz apenas audible:
- Sácame de aquí.
- Eso intentamos.- Le respondió Francine.
- No entiendes, sácame de este cuerpo, no quiero que me veas así.
Comprendiendo, Francine metió su mano extrayendo de un bolsillo la poción. Dejó caer unas gotas en los labios de su amigo que recuperó su aspecto adusto y flaco de siempre. Las ropas le quedaron grandes pero la sonrisa dejó saber que estaba satisfecho. Intentó incorporarse y movió su cuerpo temblorosamente.
- Finalmente viniste por mí.- Le dijo Snape al oído a Francine haciendo que ésta se ruborizara.
La madre de Francine percibió cómo Snape estaba mirando a su hija y no pudo reprimir echarle una mirada a Sirius, que pasó de un rostro rojo de furia a uno blanco y temeroso.
- Será mejor que intentemos salir pues en unos pocos minutos podrás caminar.- Dijo la guardiana intentando quebrar la escena.
- ¿No necesitará hospitalización?- Preguntó Francine preocupada.
- Su cuerpo no necesita tratamiento, y su espíritu ya lo ha recibido.- Afirmó.
Recién en ese momento Snape cayó en la cuenta de quiénes estaban además de Francine. Su rostro se frunció de desagrado al ver a Sirius allí de pie. Lentamente, y manteniendo toda la actitud magnánima de la que era capaz, se puso de pie.
- ¡Guardiana! ¿Sabe que se supone que debía encontrarla y matarla? No sin antes extraerle de cualquier modo sus secretos.
- Te agradezco que no lo hayas hecho.
- ¿Es cierto que usted es la madre de Francine?
- Sí, lo es. Pero dejemos las presentaciones para más tarde, ahora partamos. ¿Tienes lo que fuiste a rescatar?
- Sí.- Respondió Snape devolviéndole el libro mágico tan codiciado.
Como durante todo el viaje, la guardiana encabezó la marcha, los demás la siguieron. Snape aún estaba tembloroso y débil pero se negó rotundamente a que lo ayudaran.
A los pocos minutos de caminata la anciana se detuvo.
- Aquí lo haremos. – Afirmó, luego se colocó de espaldas a todos y comenzó sus conjuros. - Fuerzas de las sombras, maleficios de la oscuridad entregarán sus poderes a Thurisaz, la runa del camino, y me darán la llave de esta celda mágica. Fuerzas de la oscuridad ¡Obedezcan a Thurisaz y entréguenme la llave de esta celda o llamaré a la runa blanca y sucumbirán a los poderes de Odín!- Amenazó la guardiana con una voz temible, teatral y una expresión tan feroz que ni un enorme dragón arrojando fuego se le podía comparar.
Poco a poco, como si se levantara un telón, el paisaje frío de las montañas escocesas reemplazó al asfixiante celeste infinito.

Una muggle en HogwartsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora