Yeosang se despedía de su madre con un pequeño puchero sobre sus rosados labios mientras cargaba sus cosas al auto, dónde su padre lo esperaba.
Con un último abrazo despidió a su madre, quién repetía una y otra vez un; "llámame" y "ven a visitarnos, cariño". Yeosang se colocó el cinturón de seguridad para luego ver por el cristal a la señora kang, se despidió agitando freneticamente su mano mientras el auto partía rumbo en dirección a la residencia en dónde Yeosang viviría. No podía dejar pasar en alto el detalle de que compartiría el lugar y habitación con más universitarios, eso aterraba un poco a Yeosang. El chico de cabellos castaños oscuros se encogió en el asiento de copiloto.
Fue una hora de viaje en los que Yeosang no podía mantenerse tranquilo. Recordaba que siempre tuvo a Jongho a su lado, podría llegar a creer que nunca tuvo la necesidad de socializar con nadie más que Jongho, pero ahora ambos chicos habían tomado caminos distintos, y a pesar que estaban en el mismo campus Jongho ya no podía estar al pendiente todo el tiempo de él.
— ¿Estas seguro?, si quieres podemos volver a casa — dijo el señor Kang, viendo a su hijo con cariño, Yeosang negó tímidamente.
— Estaré bien — dijo el chico tomando la caja que estaba sobre sus piernas con cuidado, le brindó una adorable sonrisa a su padre quién la correspondío.
— Estarás bien — dijo su padre acariciando los cabellos de su hijo — Bien, vamos a bajar tus cosas — el Señor kang sonaba rendido, y es que aún tenía la pequeña esperanza de que su hijo volviera con él a casa.
Ambos bajaron las últimas cosas del auto, dejandolas en la puerta de la residencia. Yeosang le dio un apretado abrazo a su progenitor, prometiéndole que si algo llegaba a ocurrir llamaría de inmediato. Yeosang espero a que su padre arrancará para entrar al lugar. Tomó sus cosas con dificultad para luego entrar al lugar, todo era bastante simple y acogedor.
La casera lo recibió con una amplia sonrisa, era una anciana agradable y encantadora, ella le abrió la puerta a la sala en dónde viviría, también le indicó cual sería su habitación, mencionándole que tendría que compartirla, Yeosang asintió sin problema alguno, la señora Park también le dijo que no se encontraba nadie en la residencia y que volverían más tarde. Yeosang estaba agradecido por la hospitalidad.
Al estar solo, hecho un vistazo al lugar, no estaba mal. A un lado de la sala se encontraba un mueble, repleto de zapatos, miró hacía abajo, habían pantuflas por todos lados, una pequeña sonrisa apareció en los labios de Yeosang. El chico de suéter violeta buscó las suyas dentro de su mochila, para luego quitarse los zapatos y ponerse las propias de snoopy. Dio saltitos hasta la habitación que le había indicado la anciana. Abrió curioso asomándose, divisó dos camas, dos mesas de noche y dos escritorios. Miró el lado de su compañero de habitación en dónde habían libros y una taza de café a medio tomar, las paredes blancas eran cubiertas de pósters por algún artista que desconocía, también había una guitarra, se le hacía linda.
Miró su lado de la habitación, todo estaba impecable y limpio. Su mirada viajo por el reducido espacio el cual sería su habitación, miró sus pertenecías detrás de él y frunció el ceño, tomaría más tiempo de lo esperado acomodar todas sus cosas.
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Yeosang acomodó sus últimos acrílicos, acuarelas, pinceles y lápices de colores sobre el poco espacio que sobraba en su parte de la habitación. Ya satisfecho miro la hora en su teléfono, eran casi las siete.
Decidió que saldría por algo de comer, ya se le hacía tarde y se encontraba agotado. Tomando su billetera salió de la habitación, cerrando tras de él para luego salir de la residencia hundiéndose en su suéter, el clima cada vez se volvía más fresco.
Al momento de comprar, pensó en sus futuros compañeros, ¿Debería comprar para ellos?, no, negó rápidamente ante eso, aún no los conocía, y aunque eso hubiera sido un lindo gesto, Yeosang no se lo permitió. Entonces, Yeosang formó pequeños pucheritos viendo los helados a través del cristal. Compró de varios sabores, pensando en que tal vez no a todos le gustaría del mismo. Sonrió ampliamente viendo la bolsa, dirigió su vista al cielo pintado de un hermoso naranja. Debía esforzarse en agradarles, tal vez.