Cap. 7: Dame aliento

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Cap. 7: Dame aliento

(*) Siéntate a mi lado y quédate un rato

Deja que nuestros corazones hagan su parte

Para Camus los días iniciaban a las 6:00 de la mañana, cuando el cambio de turno de las enfermeras las obligaba a presentarse con un bostezo entre sonrisas y tomaban sus signos vitales.

Casi parecía un visitante entre tanto enfermo, él no tenía hasta el momento ninguna limitación para desplazarse así que temprano tomaba un baño y cambiaba su bata por una nueva, incluso había pasado ya el hecho de andar sin ropa interior porque, aunque no tenía ninguna restricción para usar un pijama común, sus amigos no se presentaban para decir nada o llevarle algo de ropa.

Habían dicho que el especialista para su cirugía acudiría en dos días y más por empatía que por obligación, una de las enfermeras les había explicado su situación. Tener un especialista ocular era muy caro así que simplemente rentaban el consultorio para la operación y llamaban al cirujano, él le hacía un hueco en la agenda y todo estaría resuelto.

No quería aceptarlo, pero de la ansiedad empezaba a pasar la depresión.

Intentaba distraerse con cualquier cosa..., absolutamente con cualquier cosa.

Así que después del mediodía, Camus tomaba asiento en una de las bancas de espera, afuera de las habitaciones, se trenzaba su cabello largo, aún húmedo y lo observaba todo.

Extrañamente, en una de las habitaciones que se habían vuelto su mayor distracción, las risas y los gritos animosos estaban ausente, en cambio, el movimiento anunciaba que había gente con el paciente, pero la energía en el lugar era diferente. Hacía cinco minutos que los gritos y las maldiciones no paraban de escucharse y él de forma inicial se había sentido obligado a estar ahí, pero después su personalidad introvertida le había hecho permanecer en una posición encogida sobre su propio cuerpo.

En algún momento levantó la mirada para observar como un hombre alto y moreno salía furioso del lugar, detrás de él, uno de los chicos escandalosos; DM, si mal no recordaba. En cuanto ambos salieron del lugar, el silencio reinó nuevamente, aunque sólo por unos segundos, ya que al instante se escuchó un quejido de inconformidad y tras un murmullo por fin Milo salió de la habitación.

— Milo. — Camus le miró expectante. — ¿Les han dado buenas noticias? — Aunque al observar como su "nuevo amigo" había desviado la mirada, supo que había preguntado una estupidez.

— Todo está igual, el tutor de Saga y Kanon vino a decirle que no hay rastro de él y no sólo eso. Ha sacado una fuerte cantidad de dinero de su cuenta de ahorro, han puesto ya una denuncia, si en estos días no reciben una llamada telefónica o algo darán por descartado cualquier tipo de secuestro. – Milo era como un costal que se descocía con sólo jalar un hilo, dio toda la información de la situación a Camus y él chico parecía acongojado con toda aquella situación, tal vez era porque vivía una situación contraria, sus amigos parecían haberle abandonado y de no ser porque la cuenta del hospital había sido pagada, pensaría que se los había tragado la tierra. – Pero en fin..., todo va a mejorar, se lo he dicho a su hermano. No hay forma de que Saga esté mal, tal vez cometió una locura y eso es lo que lo ha hecho demorarse, pero estoy seguro de que las cosas salen bien al final... y bueno ¿Tú ya has sabido algo de tus amigos?

— No, nada.

- Sé que me dirás que no, pero tengo que decirte que no me parece buena opción que estés sin un adulto aquí, tus amigos no pueden responsabilizarse de ti como lo harían tus padres. – A Camus le pareció agradable aquella genuina preocupación que Milo mostraba por su caso, se conocían de días y aunque en un principio él había sido un arrogante inseguro, la soledad le había obligado a aceptarlo. – Si tú quisieras, yo podría ponerme en contacto con ellos y avisar que estás aquí.

Acaricia mi alma |BL| SAINT SEIYADonde viven las historias. Descúbrelo ahora