Cap. 12: ¿Estás con él?

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Cap. 12: ¿Estás con él?

En el fondo de mi cuerpo descubrí una estructura que, creo, no te mostré. Es brava y fuerte en su ingeniería y todo lo sostiene, aguanta cualquier peso, así que por sombre el asombro me pregunto: ¿Por qué no resistió la amadísima gravedad de tu existencia?

Shaka y Dita dormían plácidamente en la cama, así que apenas vibró su despertador sobre la mesa, se levantó para apagar la alarma.

Tomó una ducha rápida y con una toalla a la cintura se sentó frente al tocador, esperó a que las últimas gotas de agua resbalaran de su cuerpo mientras se cepillaba el cabello y se hacía una coleta alta con una cinta negra.

— ¿Ya te vas? — Preguntó Dita removiéndose en las sabanas, aunque intentaba levantarse, los ojos no se le abrían.

Mu observó, en el espejo, los intentos fallidos de Dita por despertar; parecía una tortuga patas arriba, intentando girar su cuerpo.

— Ya casi me voy, tú duerme. — Terminó de vestirse, secó sus pies y calzó sus zapatos. — Pasen más tarde a la cafetería para desayunar, los voy a estar esperando.

No esperó respuesta, igual les dejaría una nota en la mesa antes de salir del cuarto de pensión que rentaba. Como todos los días, saludó a algunos vecinos que salían y caminó con uno de ellos hasta la parada del bus. Para su suerte, encontró un lugar vacío cercano a la puerta trasera y no dudó en tomarlo, le entusiasmaba mirar por la ventana, escuchar la radio del conductor y tratar de adivinar la trivia, aunque jamás sabía cuál era la respuesta correcta, su parada estaba sólo a seis estaciones y él se bajaba justo después de escuchar el reporte de tránsito y la predicción del clima.

"Pero ya sabía que los días de verano eran jodidamente calurosos"

— ¡Buenos días! — Saludó Mu al dueño del local, siempre llegaba tan de buen humor que aquel hombre simplemente podía corresponder el saludo con un gesto fraternal.

— Buen día Mu, tan de buen humor como siempre, incluso cuando te toca abrir turno.

— Me gusta ¿Sabes? En la mañana hay más movimiento y eso me gusta. — Mu pasó rápido hacia el interior de la cafetería, aún tenían que colocar las mesas fuera del local y bajar las sillas en el interior, pero lo primero era cambiar sus prendas y ponerse el uniforme. Con su mochila en mano ingresó a los baños y con sumo cuidado sacó su filipina negra de cuello alto, el pantalón oscuro a mismo juego y los tenis blancos que tenían un estricto uso laboral; se miró al espejo mientras ceñía a su cuerpo el mandil de cadera color vino, le gustaba lo que veía y es que entre las pocas cosas materiales que Mu amaba, estaba ese uniforme que tan celosamente cuidaba, la representación del inicio de su vida adulta.

Apenas cumplió la mayoría de edad, había conseguido aquel trabajo y a dos meses de eso, se había vuelto el trabajador más eficiente del local, sabía introducir todos los pedidos a la computadora, se había aprendido las recetas del menú y por supuesto lo más importante, no importaba cuan mal humorado llegasen los clientes, él sabía sonreír o mostrar un sumo respeto, según lo que la persona necesitara.

Además, por sobre lo que su apariencia física pudiera sugerir, Mu en un dos por tres sacaba las mesas y las sillas del exterior, sin esfuerzo aparente, limpiaba y acomodaba todo a la perfección mientras el dueño del local acomodaba el interior. A las seis menos cuarto, las maquinas estaban encendidas y el aroma de los granos de café tostados empezaban a inundar todo el lugar y exteriores.

— Lo logramos — Anunció el corderito al ingresar de nuevo a la cafetería.

— Bueno Mu, no es un logro cumplido, es nuestra obligación tener el café listo antes de que la gente empiece a llegar. ¿Puedes empezar a preparar los emparedados de encargo?

Acaricia mi alma |BL| SAINT SEIYADonde viven las historias. Descúbrelo ahora