Capítulo 6.

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Otra noche en el trabajo.

Después de esa tarde que Nix pasó conmigo viendo películas todo pareció mejorar entre nosotros, no solo había olvidado su enfado, sino que me ayudaba a saber más cosas de Lucifer. No habíamos tenido muchos avances, había que ser sinceros, pero al menos ya no se molestaba cuando hablábamos de él.

Las últimas dos semanas, el hombre trajeado había faltado al bar, por consecuente no lo había vuelto a ver pues los constantes momentos donde hacía aparición habían costado que me quedase dormida y faltara al gimnasio, claro que eso no lo detuvo, fue capaz de conseguir mi número y enviarme mensajes de vez en cuando, algunos para invitarme a su apartamento -cosa que no pasó- y otros más tranquilos y normales.

Según su último mensaje, esta noche sí asistiría al bar, eso me tenía más nerviosa de lo usual. Me miraba al espejo, asegurándome que mi cabello seguía en su sitio y no era un caos, miraba la hora en el reloj de manecillas que Nix tenía colgado a un lado de las vitrinas con diferentes botellas de alcohol o mi mirada se dirigía por inercia a la puerta cada que ésta se abría.

Cada uno de esos detalles no pasaron inadvertidos por mi amigo tras la barra, quien preguntaba con la mirada qué ocurría conmigo esa noche.

La verdad es que ni yo sé.

No tengo clara la razón de mis nervios, solo sé que tiene que ver directamente con él.

El mismo hombre de mirada oscura y olor exquisito que atravesó la puerta en el mismo instante que recordaba lo que había sido tenerlo tan cerca aquella tarde en casa, tan al borde del pecado que mis mejillas se coloraron y bajé la mirada en cuanto la posó en mí.
Escuché sus pasos acercándose incluso sobre el murmullo del local, parecía que el sonido de las copas y las voces se habían silenciado solo para que mi corazón se agolpase contra mi pecho al sentirlo cada vez más cerca.

–Buena noche, señorita Arissai. –Su voz, sonando tan clara y segura me erizó la piel.

–Señor Lucifer. –Sonreí alzando la mirada. –Es un milagro verlo por aquí.

Algo cruzó sus ojos, un instante y desapareció. –Ojalá existieran los milagros.

Lo miré con una ceja alzada. –¿Lo mismo de siempre?

Sonrió. –Ya me conoce, ¿no es así?

–Ese es mi deseo.

Me giré mordiendo mi labio después de haber visto su sonrisa ensancharse, le pedí a uno de los chicos que ayudaba a Nix tras la barra un whisky en las rocas y esperé paciente, sintiendo la intensa mirada de Lucifer en mi nuca.

Había caminado a la mesa alejada que suele ocupar según las palabras de Nix, lo miré de reojo un par de veces, sintiendo más nervios que durante todo el día.

Cuando volví a su lado para entregárselo, tomó mi mano antes de retirarme y la dirigió a sus labios para besarla. –¿Entonces ese es tu deseo?

No miré sus ojos, bajé la mirada a mi mano. A sus labios. –¿Puedes resistir una negativa?

–He resistido que te niegues a ir a mi departamento.

Asentí, sus dedos trazaron círculos en mi piel. –Ese es mi deseo.

Reafirmé, deslicé con facilidad mi mano para alejarme y lo dejé ahí, en esa mesa del rincón, con una sonrisa que me detuvo el pulso.

Nix me miró unos segundos antes de hacer un extraño baile con sus cejas. –¿Y?

Reí. –Siempre cuida mucho sus palabras.

Asintió. –Aún no entiendo qué quieres saber de él con exactitud.

El pecado del ángel. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora