Capítulo 14.

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La noche cayó sobre nosotros más rápido de lo que había esperado y con ella una tormenta.

Corrimos al auto riendo, aún en traje de baño y dentro nos permitimos reírnos hasta que nos dolió el estómago.

Nos vestimos como mejor pudimos, luego Lucifer arrancó y comenzó a conducir de vuelta a casa.

-Creo que no alcanzaremos a llegar a tu casa. -Anunció, su rostro serio me confirmó que no era ningún juego. -La tormenta es cada vez más fuerte.

-¿Crees que lleguemos a tu apartamento?

Lo pensó un poco. -Solo si tenemos suerte.

Nos quedamos en silencio, miraba por la ventana como las inmensas gotas de lluvia caían contra los vidrios llenando el ambiente del ruido de su repiquetear que acompañaba nuestras respiraciones. Un trueno surcó el cielo iluminándolo por un segundo, me encogí en el asiento.

Aceleró el auto, ambos sabíamos que iba a más de lo permitido pero si no nos dábamos prisa no llegaríamos ni a su apartamento.

Poco después Lucifer dio vuelta y se metió en el estacionamiento, una vez que apagó el motor suspiró con alivio y me miró. -Eso estuvo cerca, ángel.

Reí y asentí. -Me alegra no haber concretado la apuesta.

Se carcajeó. -Vamos, o vas a enfermar.

Salimos del auto y nos dirigimos al elevador, Lucifer entrelazó su mano con la mía y la acarició distraídamente mientras esperábamos. Los nervios hicieron que se formara un nudo en mi estómago, tendría que pasar la noche aquí.

Me condujo por el pasillo hasta la puerta de su apartamento, la abrió y esperó a que entrara. La penumbra me recibió.

Posó su mano en la parte baja de mi espalda y encendió las luces.

-Ven. -Tiró de mi por el pasillo, caminé detrás de él pensando en decirle que no pasaría nada pero no tuve que pensarlo más siquiera, sacó una pijama limpia del armario junto a una toalla y me la ofreció. -No quiero que enfermes.

Le sonreí. -Gracias...

-Prepararé café. -Besó mi mejilla. -Sientete como en tu casa, ángel.

Salió de la habitación cerrando la puerta tras su espalda, me quité la ropa y sequé mi cuerpo, poniendo especial atención en mi cabello que goteaba pequeñas gotas, luego me vestí con su pijama, sintiendo su olor impregnado en ella, como si lo tuviera a solo un par de centímetros de mí.

Eso me calentó el corazón.

Salí a su encuentro, el olor del café recién hecho inundaba la estancia, entré en la cocina y lo encontré de espaldas, recargado en la isla. Rodeé su torso por detrás y recargué la cabeza en su espalda, escuchando los latidos de su corazón. Sus manos rodearon las mías y las acarició.

-Aquí tienes, un café.

-Gracias.

Se giró sin deshacer el abrazó, quedamos frente a frente. -Te ves linda con mi ropa.

-Me gusta usar tu ropa.

-¿Alguna razón en específico?

-Es cómoda.

Me miró con la diversión brillando en sus ojos oscuros. -Sí, seguro es eso.

Reí. -Y huele a ti.

-Esa es la verdad que quería escuchar.

Sonrió satisfecho, caminé hacía la estancia con la taza de café entre las manos, me siguió y se sentó a mi lado en el sofá.

-Lucifer. -Me miró mientras bebía de su taza. -Quiero conocerte más.

El pecado del ángel. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora