Capítulo 36.

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–¿Tienes uno mejor?

–Y eso no es todo. –Dejó el libro junto a los otros. –De los caídos que tienen menos de un siglo, con familia, no pueden estar seguros de que todos aceptaran por sus familias.

–¿A qué te refieres? –Zarina se inclinó en su dirección.

–Simplemente contando los pecados capitales, no pueden confiar ciegamente que aceptaran los que hayan pecado de avaricia o envidia. Son susceptibles a traicionar para obtener lo que quieren o lo que otros tienen.

Gadreel asintió, de acuerdo, después de algunos segundos. –Tiene razón.

–¿Qué hacemos entonces?

–Pensar en algo mejor.

–Además del caso del demonio, ¿cómo piensan vender la idea de convertirse en humano?

–Usando a Nix como prueba de ello.

Asintió. –Necesitará aprender mucho.

Sonreí un poco. –Estamos en eso. Utilizamos el tiempo en el bar para explicarle y aclarar sus dudas, para que sepa lo mejor posible de la ciudad plateada.

–Yo voy a mostrarle parte de mis memorias.

Lucifer me rodeó con uno de sus brazos. –Planten memorias de ustedes en la suya.

–¿Qué dices?

Asentí, entendiendo por donde iba. –Insertar nuestros recuerdos, los diminutos sin mucha importancia, que no revelen quién es el dueño, para que no solo tenga una idea mejor de la ciudad plateada, sino también para darle credibilidad.

–Eres lista. –Me susurró al oído. –Simplemente perfecta.

Me sonroje un poco, la mirada que Gadreel nos dedicó, no pasó desapercibida por nosotros.

–¿Se puede hacer eso?

Shamsiel asintió. –Es bastante sencillo.

–Como lo que hice en el bar, ¿recuerdas?

Asintió, su semblante se relajó. –Sí, ya recuerdo.

–¿Por dónde empezamos? –Zarina nos miró. –Hay mucho que hacer.

–Ya hemos hablado mucho de la ciudad plateada, creo que podemos mostrarle recuerdos.

–¿Quién irá primero?

Todos, excepto Nix y Lucifer, señalamos a Gadreel. Este rió divertido y alzó una ceja.

–¿Yo primero?

–Eres el único que puede controlar lo que los otros ven, para nosotros es más... Complicado.

Se inclinó en mí dirección, con una sonrisa pícara. –Podrían aprender, yo te enseñaría.

Lucifer me sostuvo cerca y le lanzó una mirada que podía hacer temblar a cualquiera. Pero no a Gadreel.

Rió bajito y se acomodó mejor en el sillón, tiró de su camisa para sacársela y le dio la espalda a Zarina y a Nix.

–Hagamos esto.

Nix suspiró un poco y se acercó a él, dudo un poco y al final, dejó que sus dedos entraran en contacto con sus cicatrices.

Vimos como su mirada se perdía, mientras Gadreel tenía los ojos azules oscurecidos. Imaginé que estaba guiando a Nix por sus recuerdos, los que quería mostrarle.

–¿Cuánto tardará? –Ina nos miró.

–Depende de cuántos recuerdos y su duración le muestre. –El de ojos negros a mí lado se acomodó mejor en el sofá, atrayendome a su calor y cerrando los ojos. –Esto puede tardar.

El pecado del ángel. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora