Capítulo 34.

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Nix se fue poco después y Shamsiel tuvo trabajo de última hora, dejándonos a Zarina y a mí un poco de tiempo solas.

–Ahora que el asunto de ese chico esta relativamente resuelto. –Me miró. –Usemos nuestro tiempo en desenmascarar al infeliz de Raguel.

–¿De qué hablas?

Suspiró un poco. –Me refiero a, descubrir si en verdad fue él quien te atacó el día de tu juicio.

–También quiero saber eso. Quiero que tenga otro castigo.

–Destituirlo de su casta original es poco a lo que merece. Debería de ser un condenado como mínimo.

Asentí. –Pero, ¿por dónde empezar? Hubo muchas personas que se acercaron con el mismo objetivo.

Se quedó mirando al frente un par de minutos, pensando. –Ve los recuerdos de tu hermano, estuvo ahí y, quizás, desde su perspectiva podamos descubrir quién fue.

–Es una gran idea. –Le sonreí con entusiasmo. –Aunque, deberíamos de buscar otras opciones en caso de que esa no funcione.

–Puedo hablar con mi hermana.

–¿Sigues en contacto con ella?

Sonrió. –Nunca dejamos de hablar.

Le sonreí un poco, viendo la alegría que tenían sus ojos. –¿Y Nix?

–¿Qué con él?

Reí. –¡Cuentame!

–Es lindo.

Negué con la cabeza, su sonrojo hacía que luciera adorable. –Tienes que contarme todo.

Giró su cuerpo en mí dirección y miró sus manos. –Estamos saliendo, aún no es nada muy formal pero, me gusta en verdad.

–Estoy segura que a él también.

Alzó la vista como si acabara de decir algo sorprendente y sus manos fueron a las mías apretándolas con un poco de fuerza a causa de la emoción. –¿Te ha dicho algo?

–Sí que tienes fuerza. –Me solté amablemente de su agarré. –No me ha dicho nada, pero lo veo en sus ojos, en sus latidos acelerados cuando te ve.

–Creo que puedo pasar el tiempo en la tierra a su lado. –La sonrisa que tenía en el rostro, se desvaneció de apoco. –Espera, ¿sentiste eso?

Alcé una de mis cejas, a modo de pregunta. –¿Tu agarre? Sí.

–¡Chica, no es posible!

–Cuando me asignaron a la misión, mi padre me dio la oportunidad de seguir sintiendo físicamente aún con la perdida de mis alas.

Su mirada brillo. –¿No desapareció cuándo fuiste desterrada?

Negué. –Nunca pensé que eso sería posible.

–Tienes suerte. –Me sonrió un poco. –Puedes sentir a Lucifer.

–Eso creo.

–Es bueno, chica. –Su hombro golpeó ligeramente el mío. –Es más fácil explicar lo físico que lo emocional.

–¿Crees que haya alguna forma de qué sientas físicamente? Sin volverte humana o demonio.

Negó. –No lo creo.

Internamente me prometí buscar algo que pudiera hacer que sintiera, porque su mirada me dijo que tenía tristeza por no poder sentir a Nix como yo puedo sentir a Lucifer. Y es que sí era otro nivel, sentir su mano entrelazada con la mía, sentir sus besos en la palma de mi mano, en mis labios. Yo quiero lo mismo para ellos.

El pecado del ángel. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora