Capítulo 38.

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–Pero vas a hablarlo conmigo. –Logré decir.

–No creo que deba...

–Tienes que decirme, Nix, ya estoy cansada de esto.

Me miró aún con la duda brillando en sus orbes claros pero terminó por suspirar y mirar el piso bajo sus pies.

–No quiero romper mi promesa.

–No la estás rompiendo si estás hablándolo conmigo. Son mis recuerdos.

–Ángel...

Tomé sus manos entre las mías y me miró. –Por favor.

Creí que no hablaría, creí que se seguiría guardando eso para sí mismo, creí que seguiría con esta sensación extraña en el pecho por no saber nada. Pero no.

–No sabía que habías entrado al juzgado ese sola.

Nos miramos por lo que sentí que fueron años, en silencio. Nix había visto una parte importante en mi pasado, la clase de recuerdos que no quería que nadie más viera y que me aterraban.

Por un segundo, quise salir corriendo a ocultarme bajo las sábanas, pero la realidad es que no puedo comportarme así, ya no. Ahora tengo que afrontar las cosas y con ello, el pasado.

Por doloroso que resulte, no puedes dejar el pasado atrás y cerrar las heridas si no aprendes a cuidarlas primero.

–¿Viste...

Asintió. –Fue duro ver eso, no quiero imaginar como debió ser para ti.

Negué. –Ya está en el pasado.

–Ángel...

–No, Nix, enserio. –Le sonreí un poco. –No son cosas que uno quiera recordar pero siempre van a estar ahí y en algún momento, aprendes a dejarlo atrás.

Chocó su hombro con el mío, amistosamente. –Aún así, ese tipo pagará tarde o temprano lo que te hizo. Todo.

Asentí. –Lo hará y espero que sea pronto.

Me abrazó por los hombros, me recargué en él. –Cuando estás cosas pasen, no tienes que guardartelo, ¿vale?

–No sabía como lo tomarías, son recuerdos muy personales y, si no me habías dicho nada, quizás era porque no querías que lo supiera o algo así.

Me encogí de hombros. –No sabía como hablarlo, ni siquiera Shamsiel sabe que pasó ese día.

–¿No has pensado en contárselo?

Negué. –Hasta ese día, había mantenido los recuerdos enterrados en lo más profundo de mi memoria, así que... No recordaba que había pasado.

–¿Ni aunque lo intentarás? –Negué. –Vaya...

Es el poder de la mente, te protege de cosas que pueden dañarte de una manera terrible o que, de seguir evocando, nunca podrías seguir adelante.

De alguna manera, siempre agradecí que esos recuerdos no me atormentarán por la noche, quizás a veces me carcomía la duda de qué había pasado ese día pero no me esforzaba lo suficiente en recordarlo. No quería hacerlo.

–Ahora que lo recuerdas, ¿se lo contarás?

–No lo sé, no sé como pueda tomarlo.

–Lo va a tomar mal, pero es normal. –Me miró con una pequeña sonrisa. –Es tu hermano y te hicieron daño, es lógico.

Asentí un poco. –Vayamos a cenar antes del trabajo, ¿qué te parece?

–Es una excelente idea. ¿Vamos a beber algo después?

El pecado del ángel. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora