Capítulo 20.

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Solo podía escuchar mi respiración y la de mi acompañante junto a el sonido de nuestros pasos por los silenciosos pasillos del juzgado de ángeles.

Las esposas al rededor de mis muñecas hacían ruido con cada paso que daba, Dahkia iba por delante, en silencio.

Shamsiel le pidió personalmente ser ella quien me llevara frente a la corte pues él no podría.

Nos detuvimos frente a las puertas dobles, un ángel se encargó de abrirlas para nosotras y luego, cerrarlas.

Me condujo hasta un escritorio ubicado a la derecha, frente a ellos y aseguró las esposas, luego ocupó su lugar.

Mi hermano me miró desde su puesto y me sonrió con confianza, le sonreí de vuelta.

Había convocado a la corte como había dicho y yo, como la víctima, tenía que estar presente.

Poco tiempo después las puertas volvieron a abrirse para dejar entrar a un Raguel con cara de pocos amigos, demacrado y francamente mal. Envolvió su cuerpo en una de sus alas y la otra la alzó en dirección al cielo, haciendo una reverencia y luego se sentó en un escritorio a la izquierda.

–Se convocó a una reunión urgente de la corte por la acusación de tortura que hizo el querubín Arissai en contra del Arcángel Raguel. –Nos miraron a ambos. –Iniciemos.

Dahkia giró su cuerpo en dirección a mí, señal de prestarme su total y entera atención. –Repita su versión de los hechos, querubín Arissai.

Me levanté bajo la atenta mirada de todos, Shamsiel asintió para incitarme a hablar. –Me encontraba en la celda que se me asignó provisionalmente a la espera del juicio, cuando las paredes comenzaron a cerrarse a mi alrededor y el aire escaseó, después de intentar desesperadamente, por instinto de supervivencia, encontrar una salida, grité. Entonces el Arcángel Raguel apareció riéndose y aceptó haber usado un truco mental conmigo.

La corte entera se quedó en silencio, Raguel se mantuvo impasible en su lugar, comportándose. Entonces Dahkia se giró hacía él.

–Arcángel, diga su versión de los hechos.

–Es un querubín peligroso, no quería acercarme sin estar seguro de que no intentaría escapar. –Aceptó, de alguna manera, la tortura infligida. –Aún con eso me amenazó, insultó y atacó. –Se levantó de forma trabajosa. –El Arcángel Luz junto al grupo de ángeles que me auxiliaron son testigos de la magnitud de su ataque.

–Solo intentaba defenderme. –Repliqué. –Intentó volver a invadir mi mente, se molestó porque lo bloqueé y no fue tan fuerte para derrumbar mis barreras.

–Silencio. –Ordenaron. Me tragué con furia todo lo que tenía por soltar. –Que entre el ángel Arfel.

Un chico de cabello rubio y ojos mieles, alto y de buena presencia, entró en la sala.

–Testigo de lo sucedido, narre su parte en los hechos.

–El Arcángel Shamsiel salió y dejó instrucciones de que absolutamente nadie hiciera presencia en la celda del querubín, como orden de un superior tenía que cumplirla pero el Arcángel Luz dijo que me llamaban y tuve que abandonar mi puesto.

–Quiere decir que lo engañó. –Asintió. –Gracias.

Abandonó la sala, todo se quedó en silencio un par de minutos.

–Explique porqué su visita al querubín, sino había razón para su presencia allí.

–Quería informarle que las pruebas habían sido recabadas con éxito.

–Esa no es su obligación.

Asintió. –Yo no hice nada malo.

Negué con la cabeza, ese imbécil tenía que pagar. –Si no crees que la tortura sea mala entonces sufrela en cuerpo y alma.

El pecado del ángel. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora