Capítulo 39.

38 3 77
                                    

–Arissai...

Abrió los ojos cuando escuché su voz, era un susurro apenas audible que sonaba quebrado.

–¿Qué pasó?

Cuando intenté incorporarme, me di cuenta de que los brazos de Lucifer aún me rodeaban, me soltaron poco a poco cuando despertó y se dio cuenta de la figura frente a nosotros.

–Zarina... No hay manera de decir esto. Arissai, Zarina está muerta.

–¿Qué? –Me senté de golpe al escucharlo decir eso. Mi corazón latía frenético contra mi pecho, haciendo que lo sintiera en los oídos. –No puede ser cierto.

Negó lento, sus ojos estaban rojos y temblaba, de pie frente a nosotros. –Ella... La apuñalaron, no... Arissai, no puedo repetir lo que le hicieron.

Sentí que el mundo giraba lento, me vi levantándome de la misma forma, acercándome a él, sus lágrimas deslizándose de la misma manera. Me sostuvo contra su pecho cuando llegué a él, temblando exactamente como él. –No es cierto. ¡No puede ser cierto, Shamsiel!

Me sostuvo cuando intenté apartarlo, me sostuvo incluso cuando le grité que me soltara. Y sé que intentó decirme algo, lo sé porque lo escuché, y sé también que las palabras no le salieron de la boca porque se derrumbó junto a mí.

Lucifer estaba arrodillado junto a nosotros, susurrando en mi oído algo que no lograba entender, estaba demasiado aturdida intentando procesar lo que Shamsiel había dicho.

–Levantate. –Mi hermano me abrazó, aún con los ojos llorosos y el rastro de lágrimas en las mejillas. –Tenemos que hacer algunas cosas.

Negué, desesperada. No podía estar muerta. Zarina no podía haberme dejado, no podía morir.

–¡Ella no está muerta! –Lo empujé. –¡Dijo que vendría!

–La encontraron cerca de las 5 en la playa. –Me miró, tratando de mantenerse fuerte. –Falta recibir el reporte de la autopsia para saber la causa de su muerte.

Los empujé a los dos cuando se acercaron, gritándoles que era mentira, que Zarina estaba viva y que aparecería por la mañana como había dicho.

Lucifer me rodeó con sus brazos sin inmutarse de los golpes que recibía para que me soltara, tratando de tranquilizarme. Lo escuché hablarme pero no podía escucharlo.

Mi mente había viajado a la última llamada que tuvimos, diciendo que nos veríamos por la mañana, después de decirnos por primera vez "te quiero". Mi corazón se quebró. Sería la primera y la última vez.

–No puede estar muerta, Shamsiel, no puede estar muerta. –Negué, frenética. –No puede morir. ¡Es inmortal!

Sus manos acariciaron mis mejillas, limpiando la humedad causada por las lágrimas que no paraban de desbordarse de mis ojos, que no podía detener.

–Escúchame. –Me miró a los ojos, llorando. –Zarina está muerta, era inmortal y ahora está muerta, Arissai, no podemos hacer nada.

Me aferré a él y me sostuvo, sentía mi corazón tan quebrado, temblando en mi pecho. Y dolía. Dolía porque yo había hablado con ella horas antes, dolía porque había escuchado su voz diciendo que también me quería y dolía más porque apenas comenzaba a tener la vida que quería y se la arrebataron.

Me la arrebataron.

Zarina había sido mi única amiga, una persona con la que pude contar siempre, que me ayudó cuando quise hundirme y me alegró la vida gris que tenía con sus colores. Y ahora, yo volvía a ser gris y sus colores los robaron junto a su vida.

El pecado del ángel. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora