Capítulo 21.

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Caminé, despacio y ocultando el temor, vestida como un querubín, pero sin alas.

No había prenda que ocultara las cicatrices, pero no me sentía aterrada por mostrarlas.

Mis pies siguieron el camino que marcaba un ángel de hermosos rasgos, que cada tanto miraba por sobre su hombro, asegurándose de que lo siguiera.

Las cadenas, por primera vez, habían sido ajustadas de manera correcta a mis muñecas, calando en mis huesos el frío de la plata.

Nos detuvimos frente a unas puertas enormes, más que las de la sala donde se llevan las audiencia pequeñas, dos ángeles en cada puerta, altos y musculosos, las abrieron para nosotros.

Dio unos pasos por el pasillo y entonces pude ver la luz radiante del nuevo día, salió e hizo una reverencia, cubriendo su cuerpo con una de sus alas y la otra elevándola hacía el cielo.

Me tomó del brazo y me condujo con cuidado hasta el centro de la sala, inmediatamente bloqueé a todos los presentes, con excepción de mi hermano, para que ningún comentario pudiera herirme. Era un derecho que las esposas permitían, podían anular todas tus habilidades, menos las de protección.

Me quitó las esposas, por sorpresa mía, y luego se alejó para irse por el camino por el que habíamos entrado.

Cada ángel importante, sin importar su casta, estaba presente, ocupando el enorme salón por completo. Y en la cima de todos, en sus asientos de honor, estaban los arcángeles más importantes.

Shamsiel, Dahkia, Miguel, Sariel, Puriel y Dakiel.

Para mi hermano sería difícil votar en mi contra, lo sabía y lo veía en su mirada, pero era lo correcto y yo no me niego a ser desterrada.

–Se a reunido a la C.C.S. con motivo de la traición del querubín Arissai. –Comenzó Sariel. –Iniciemos.

–Se acusa al querubín Arissai de cometer traición a su raza al incumplir con la misión L asignada por haberse enamorado de Lucifer hijo. –Dakiel se puso de pie, me miró a los ojos. –Que presenten las pruebas recabadas por el ángel Raguel.

Lo localicé entre los ángeles, mirándome con odio y resentimiento al ser nombrado ángel y destituido de su casta original.

Dejé de mirarlo cuando Puriel presentó ante todos fotos de mí con Lucifer, la mayoría habían sido tomadas después de haber formalizado una relación.

Estaban las fotos en la playa, en el bar, fuera de casa, y solo entonces pensé en si no había metido en problemas a Shamsiel.

–En cada foto podemos ver lo enamorados que se ven. –Comentó Puriel. –Además contamos con testimonios de otros ángeles, recuerdos recavados de caídos y de un mortal.

Mi corazón se aceleró. Nix.

El momento en que confesé enamorarme de Lucifer pasó a los ojos de todos, entonces miré a mi hermano con todo el terror que podía sentir.

«Dime que no lo hicieron, Shami, por favor.»

«Eso creo, ángel.» –Respondió al instante. –«Creo que dejaron intacta su memoria.»

No fue suficiente para darme un total sosiego, pero intenté calmar mis latidos desbocados.

Todas las castas reunidas cuchicheaban sobre las pruebas, juzgándome, llamándome de distintas formas en un intento de demostrar su desprecio.

Y aunque fue una sorpresa, me dolió.

Después de verlas, Dahkia se puso de pie y me miró directamente a mí. –¿Algo qué agregar?

El pecado del ángel. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora