Capítulo 31.

44 4 49
                                    

Estacionó frente a mi casa, no abrí los ojos hasta que sentí sus dedos pasando un mechón de cabello tras mi oreja.

–Llegamos.

–Eso fue rápido.

Rió. –Di más vueltas de las necesarias, ángel.

–¿Por qué?

Su pulgar trazó mis labios. –Porque aún no quiero que te vayas.

Miré sus ojos, me acerqué un poco hacía él. Lo escuché suspirar. –Tal vez, cuando ya no esté ebria y sea razonable, podamos hablar.

–¿Tal vez? –Miró mis labios, los mordí a propósito.

–Tal vez.

Lo pensó un poco. –Es mejor que nada.

Asentí. Miré sus ojos.

«–¿No piensas besarme?»

Rió, sus ojos se achicaron. –Sí, no iba a dejarte ir sin eso.

Se inclinó hacía mi y sus labios se cerraron suavemente sobre los míos, sentí que mi cabeza daba vueltas y algo se removía en mi interior. La felicidad y las mariposas estaban haciendo su aparición.

Nos dejamos llevar por un momento más, al separarnos, el brillo de sus ojos era más intenso.

–¿Puedo creer que esto va a terminar pronto?

–Solo si te refieres a las diferencias que nos mantienen lejos.

Sonreí. –Son lo único que quiero que termine.

–Entonces dalo por hecho.

Asentí. –Tenemos que hablar, de verdad.

–Lo sé. –Me besó de nuevo. –Pero como dijiste, será cuando estés sobria y seas razonable.

Me desabroche el cinturón de seguridad, dejé un casto beso en sus labios y me bajé del auto.

–Gracias por traerme.

–Te quiero, ángel.

Sonreí. –Yo también te quiero.

Entré en la casa, los rayos del sol comenzaban a hacer su aparición por el horizonte y yo solo pude reír mientras subía las escaleras.

Shamsiel se asomó, estaba despeinado pero no parecía haber dormido.

–¿Estás borracha? –Asentí. –¿Te trajo Lucifer?

Asentí de nuevo. –Tengo que contarte cosas.

Rió. –Será más tarde, ahora vete a dormir, apestas la casa a borracho.

–¡No es cierto!

Le di un ligero golpe en el hombro y me metí en mi habitación, desplomándome en la cama, solo quitando de mis pies los zapatos para dormir.

Lucifer me había perdonado, y yo lo había perdonado. Eso era un gran paso para volver a estar juntos.

Desperté cuando sentí que la cama me lanzaba fuera, miré el reloj que anunciaba que eran las 3 pm. Me estiré antes de levantarme y meterme en la ducha para quitarme el olor del alcohol impregnado.

La cabeza me da vueltas, me duele a más no poder y tengo una sed que parece que no he bebido agua desde hace meses. Es terrible.

Mientras el agua hacía su trabajo y luchaba contra el dolor de cabeza, los recuerdos de la noche vinieron en una oleada intensa de diferentes sentimientos fundidos entre sí.

Zarina. Nix. Vodka. Gadreel. Lucifer.

Suspiré, recordando como mi par de amigos se perdían y el alcohol comenzaba a darme sueño, a Lucifer ofreciéndose a traerme, yo dejando una nota mal escrita y redactada en una servilleta junto a algunos billetes y saliendo a la noche fría de otoño tomada de la mano de mi demonio personal.

El pecado del ángel. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora