Capítulo 22.

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Desperté con los rayos del sol pegándome directo en la cara, traté de ignorarlos y volver a dormir pero fue imposible, así que terminé por levantarme y darme una ducha.

Me cepille el cabello en silencio, pensando en mis pasos del día y luego me vestí para bajar a desayunar.

Mi hermano tenía la mesa puesta y terminaba de servir jugo en dos vasos cuando me miró.

–Ya iba a ir a despertarte.

–Esta vez no fue necesario.

Sonrió. –Bueno, sientate y come algo.

–¡Sí, señor!

Veía en sus ojos que estaba preocupado y, supuse que era normal, después de todo, en poco tiempo había perdido al hombre que amo, había sido torturada, enfrentada a dos juicios y desterrada. Además de haber sido atacada, en el punto más vulnerable de un caído.

–Quiero que conozcas a alguien. –No me miró al hablar.

–¿De quién se trata?

–Una caída. –Hizo ademanes de desinterés. –Para que te ayude.

–¿Ayudarme? –Mientras más sabía, menos entendía. –Explícame bien que no entiendo nada.

–Sé que Lucifer se fue, como todos, y sé que querrás buscarlo. –Me miró, sus ojos mieles demasiado serios. –El mundo de los caídos puede ser muy peligroso sino andas con cuidado, ángel, y no quiero que te hagan daño.

–Sé cuidarme sola, Shami, no necesito una niñera.

–No la veas como una niñera. –Pidió. –No sé, pueden hacerse amigas.

Mordí mi labio, sonaba más a que quería asegurarse de que no me deprimiera. –De acuerdo.

Suspiró, dejó caer los hombros en señal de derrota. –Eres mi hermana, Arissai, yo sigo siendo un arcángel y por las fotos que todos ellos ya conocen saben quién eres, no quiero que te hagan daño por buscar algo.

–Te refieres a que no quieres que me usen para conseguir algo de ti. –Asintió, entonces entendí todo. –¿Cómo estás seguro de que ella no querrá hacer algo así?

–La conozco de hace mucho tiempo, y confió en ella.

–Shami...

Rió. –No, antes de que siquiera lo preguntes, no me enamoré de ella.

Me sonroje por haber sido descubierta. –Está bien... Supongo que será de ayuda.

Asintió. Después de aquella plática incómoda seguimos desayunando, mientras armaba planes para conseguir información y acercarme, nuevamente, a Ceil.

Entonces una idea cruzó mi mente.

–¿Shami? –Asintió en señal de escucharme. –¿Ella sabe cómo soy? Físicamente.

–¿Por qué?

–Quiero intentar algo.

Asintió, vi en sus ojos que suponía por donde iba todo. –No es fácil de engañar.

–Es un reto.

–Me divertiré viéndolo.

Lavé los trastos mientras mi hermano trabajaba en sus reportes, luego me tumbé a su lado esperando sentir la actividad mental de alguien que se acercara.

–¿Si vamos a mudarnos?

–Aún no lo decido, ¿por qué?

–Quiero ver las estrellas.

El pecado del ángel. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora